Raúl Júlia tuvo un papel clave para los latinos en Hollywood que debe ser recordado
Raúl Júlia fue mucho más que la estrella de 'Los locos Addams'
La comunidad latina vive un momento dorado en Hollywood. Solo hay que ver a actrices como Jenna Ortega arrasando en los títulos del momento, a compositores como Lin Manuel Miranda acaparando toda la atención en el género musical o lo mucho que la industria está apostando en historias hispanas. Pero para llegar a este punto ha habido mucho esfuerzo y sufrimiento de por medio, con latinos dejándose la piel para trabajar en la industria, alcanzar la representación de su cultura y dejar las puertas abiertas para que los hispanohablantes puedan demostrar su enorme talento en la meca del cine.
John Leguizamo, Eva Longoria, Salma Hayek, Lupe Velez y muchos más. Como, por ejemplo, Raúl Juliá, el actor que dio vida a Homero en Los locos Addams acompañando a Anjelica Huston, Christina Ricci y Christopher Lloyd en el clásico de terror familiar de los '90. De origen puertorriqueño, dejó sus estudios de Derecho para trasladarse a Nueva York en busca del sueño de convertirse en intérprete de teatro. Tras diez años trabajando duro, se labró un nombre que le permitió acceder a películas en Hollywood, como Pánico en Needle Park con Al Pacino, La organización con Sidney Poitier u Ojos de Laura Mars con Tommy Lee Jones.
Su consagración llegó en los '80, cuando trabajó de la mano de directores como Francis Ford Coppola en Una del corazón o fue nominado al Globo de Oro y aclamado por la crítica por la película El beso de la mujer araña. No obstante, su mayor éxito comercial llegaría de la mano de los Addams en los '90, década en la que también trabajó junto a Clint Eastwood en El principiante o Sydney Pollack en Habana antes de su muerte en 1994 por un cáncer de estómago.
Pero, en un momento donde Hollywood aun miraba con recelo hacia fuera, todos estos logros le costaron sudor y lágrimas, contribuyendo a que desarrollara un compromiso personal con la comunidad latina para que su éxito pudiera contribuir a un bien mayor para los artistas latinoamericanos.
Algunas barreras simplemente las rompió con su talento, como ocurrió al convertirse en el primer actor puertorriqueño en conquistar los escenarios de Broadway y lograr hasta cuatro nominaciones en los Premios Tony, pero más allá de su trabajo, se empeñó en dejarse la piel para que otros latinos siguieran sus pasos.
Por ejemplo, prestó activamente su apoyo a la Organización Hispana de Actores Latinos, la asociación también conocida como HOLA que desde 1975 busca promover un directorio de talento con raíces en Latinoamérica.
También creó Luces Luminosas, un programa con el que quiso potenciar la creación de guiones en jóvenes latinos de bajos recursos. Además, no solo se centró en artistas emergentes o personas limitadas por su nivel económico, también creía en el arte como modo de erradicar la violencia entre los jóvenes y promulgó cursos de escritura de guiones y arte dramático en escuelas.
Una de las acciones que más le engrandecen fue el apoyo a la cinematografía de su país. Pese a haberse convertido en una estrella de Hollywood, decidió participar en proyectos independientes de Puerto Rico actuando gratis o cobrando un salario muy reducido. Con ello buscaba que la meca del cine y el público internacional, tentados por su nombre en el reparto, pusieran el punto de mira en el cine puertorriqueño y reconociera el talento de directores y actores de su lugar de origen. Además, él nunca renunció a su acento ni ningún otro rasgo de su herencia cultura.
Mirando fuera del cine, jugó un papel decisivo en la creación del Puerto Rico Travelling Theatre en Nueva York, local que a día de hoy todavía sigue promoviendo el talento de actores y dramaturgos hispanos y acerca el arte a personas que no pueden permitírselo. También fue portavoz del Proyecto Hambre, una organización sin ánimo de lucro comprometida con la erradicación del hambre en el mundo.
En definitiva, podemos hablar de Raúl Juliá como un alma humanitaria como pocas, un actor que defendió la identidad y valores de los latinos poniendo todo su esfuerzo y talento a su alcance.
Él nos dejó en 1994, pero su legado y las muchas puertas que abrió para Latinoamérica en Hollywood aún resuenan. Solo hay que ver el cariño que todavía se profesa a películas como Los locos Addams, pero sobre todo los muchos honores que llevan su nombre, como una beca en la prestigiosa escuela de arte Julliart o la denominación de un teatro en San Juan. Además, incluso el Congreso de Estados Unidos le concedió una medalla póstuma, un honor para que el reconocieron todas estas inmensas acciones aquí recogidas.
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