Dolores Hart, la actriz que abandonó la cima de Hollywood para ser monja
Besó a Elvis Presley en su primera película y estaba ascendiendo en Hollywood cuando, de repente, lo dejó todo
Estar en la cima de Hollywood no es sinónimo de felicidad absoluta. Al menos no para todos los artistas que dejaron su huella en esas tierras rodeadas de colinas. Es el caso de Dolores Hart, quien soñaba con ser actriz y le rezaba a Dios cada vez que se enamoraba de un personaje en un casting. Y sus plegarias dieron sus frutos. A finales de la década de los ‘50 y con apenas 20 años se convirtió en una de las protagonistas más codiciadas de la industria. No solo fue la primera actriz en besar a Elvis Presley en la gran pantalla, sino que trabajó con figuras de la talla de Anthony Quinn y Montgomery Clift mientras se codeaba con Marlon Brando y Warren Beatty.
Sin embargo, si gran parte del mundo no recuerda su nombre es porque un buen día lo dejó todo. Abandonó su carrera en ascenso, la posibilidad de un contrato millonario y a su prometido poco antes de la boda para responder la llamada de su verdadera vocación: ser monja.
DE BESAR A ELVIS PRESLEY A ESTRELLA DE HOLLYWOOD
Dolores Hart nació el 20 de octubre de 1939 y hoy en día, a sus 85 años, continúa su labor en la orden benedictina en la Abadía de Regina Laudis, en Connecticut (EE.UU.). Sin embargo, entre 1957 y 1963 se dedicó de lleno a su faceta artística, haciendo realidad el sueño de moverse por Hollywood y Broadway a su antojo.
Su pasión por el cine nació cuando era niña a través de las dos figuras masculinas en su vida: su padre, Bert Hicks, un actor a quien solía acompañar en los rodajes cuando lo visitaba en Beverly Hills (sus padres se divorciaron cuando tenía 3 años). Y su abuelo, un proyeccionista de cine que le contagió su amor por el séptimo arte.
A los 10 años se convirtió al catolicismo pero nunca pensando en dedicarse de lleno a su religión. Sus miras estaban puestas en Hollywood. Su debut cinematográfico llegó con tan solo 17 años y nada menos que dando vida al interés amoroso de Elvis Presley en Amándote (1957). Su dulzura y química con el rey del rock llamó la atención de la industria y enseguida firmó un contrato de siete años con un estudio. Le llovían las ofertas e incluso volvió a trabajar con Presley en otra película, Melodía siniestra (1958).
Con 20 años ya había aparecido en varios largometrajes y debutado en Broadway cosechando reconocimientos y nominaciones a los premios Tony. Su carrera era imparable. Su éxito era tal que se convirtió en una de las protagonistas femeninas más deseadas de Hollywood, liderando repartos en varias producciones mientras Warren Beatty le ofrecía quitarla del contrato que tenía con MGM y llevársela a 20th Century Fox con un contrato de un millón de dólares.
Sin embargo, mientras el mundo veía a una joven famosa viviendo el mejor momento de su vida, ella convivía con una duda constante.
En un cortometraje dedicado a su historia y nominado al Óscar en 2012, titulado God is the bigger Elvis, Dolores revela que rezaba para ser actriz cuando era niña y que siempre fue consciente del poder de su fe, aunque no tenía deseos de hacerse monja. Su aventura religiosa comenzó sin saberlo cuando aceptó el consejo de una amiga que le había recomendado que se tomara un descanso en la Abadía de Regina Laudis debido al gran cansancio que acumulaba tras pasar nueve meses ininterrumpidos en los escenarios de Broadway.
En un principio, y teniendo en cuenta que tenía poco más de 20 años, no tenía ningún deseo de pasar su tiempo con monjas benedictinas, pero finalmente se marchó descubriendo un lugar que la hizo sentirse en paz y le permitió encontrarse a sí misma. En aquel entonces no pensó en seguir los mismos pasos que las monjas que la rodeaban y se marchó descansada con el deseo de volver más adelante.
Sin embargo, el impacto de aquel lugar fue mayor del que había pensando. Porque mientras su ascenso continuaba y las ofertas seguían cayendo en su regazo, ella pensaba en volver a la abadía.
PLANES DE BODA Y UN AMOR QUE COMPRENDIÓ SU VOCACIÓN
Muchos se preguntarán si tuvo amoríos o relaciones durante ese tiempo, después de todo era una joven atractiva y exitosa. Lo cierto es que sí, se enamoró profundamente de un arquitecto llamado Don Robinson que en su primera cita, tras cenar durante tres horas, le propuso matrimonio. Ella le pidió un tiempo y estuvieron juntos durante cinco años hasta que se comprometieron.
En tres semanas ya tenían toda la boda planificada. Dolores llegó a probarse vestidos y a enviar las invitaciones, mientras él empezaba a trabajar en su futura casa. Sin embargo, y sin que él lo supiera, ella estaba dudando.
En una ocasión, Dolores confesó a la Madre Superiora de la abadía que estaba sintiendo curiosidad por la vida religiosa y se estaba planteando si debía seguir su destino como monja, pero la monja le dijo que no, que siguiera haciendo su labor en Hollywood, que era muy joven. Que no era el momento. Pero unos días antes de la boda recibió una carta. Era la madre superiora diciéndole que si seguía dudando, entonces era su momento.
Y así, durante una fiesta de compromiso, le confesó a Robinson que lo había decidido. Lo dejaba a él, su carrera y su vida atrás, iba a ser monja. El hombre colapsó del mal trago que se llevó. En ese momento Dolores tenía 24 años.
“Fue una época aterradora”, cuenta la propia Dolores en God is the bigger Elvis, un cortometraje muy recomendable disponible en HBO Max. Apenas dura media hora pero oír la historia de esta mujer no solo resulta revelador, sino que también ofrece otra perspectiva sobre la dura vida de las monjas benedictinas. Todas ellas mujeres que alguna vez tuvieron carreras de éxito, parejas y relaciones pero sin encontrar la profundidad vital que descubrieron siendo monjas. Dolores se muestra como una monja moderna con una empatía natural, que vive sus días cumpliendo su rol “ayudando a personas a descubrir que siempre pueden encontrar esperanza, y si la encuentran entonces quizás también encuentren la fe”.
Era el año 1963, canceló la boda, regaló todas sus pertenencias a sus amigas y se marchó. Y como si fuera una escena de una película (o el inicio de Friends), llegó a la abadía con su vestido de novia.
“Estaba enamorada de Dios”, cuenta en el cortometraje. Mientras tanto, su última película, Ven a volar conmigo cancelaba sus planes de promoción tras perder a su estrella protagonista.
¿Y qué fue de Don Robinson? La amó toda su vida. Su historia es tan triste como romántica, según cómo se mire. Tuvo parejas e intentó darse otra oportunidad en el amor pero nunca volvió a sentir lo mismo. Jamás se casó. Él y Dolores se mantuvieron unidos durante el resto de sus vidas dado que Don la visitaba cada Navidad y Pascua en la abadía. Y lo hizo por el resto de su vida durante 47 años hasta su muerte en 2011.
Sin dudas la noticia sorprendió a más de uno en la época. No solo al pobre Don. Si bien Dolores no era conocida en el universo de las fiestas y los escándalos de la industria, se estaba forjando una carrera centrada en personajes liberales, sonrientes y pícaros que nada tenían que ver con su nueva faceta religiosa.
“Nunca sentí que estaba abandonando Hollywood”, contaba Dolores en el documental. Para ella era un paso natural, una decisión personal. Una vocación que llegó de repente y sin buscarla. No tenía nada que ver con la fama o el dinero, su lugar estaba en otro sitio. Y así entró en la abadía, el único monasterio benedictino de clausura que existe en EE.UU. siendo una de las 36 monjas que siguen una rutina diaria estricta de rezo, plegarias y tareas.
En este lugar, las monjas tienen tres periodos de silencio, cantan siete veces al día y cumplen labores de todo tipo compartiendo un baño cada diez de ellas. Para Dolores este cambio fue un shock que le costó un tiempo asimilar, pero allí se mantuvo. “La oración me brinda la certeza de que Dios existe”, confiesa con una sonrisa.
De todos modos, ella nunca dejó de sentir que era actriz. Como le dijo la Madre Superiora en una ocasión, comenzaba a cumplir otro personaje en su vida. Incluso fundó un teatro dentro de la abadía que realiza actuaciones al aire libre cada año y donde ella misma ayudó durante años a jóvenes a encontrar su vocación sobre el escenario.
Es más, ha sido la encargada de filmar y documentar la historia del monasterio y se mantiene cercana a Hollywood. No muchos lo saben pero ella, desde su clausura, es uno de los miembros votantes de la Academia. Así es, ella vota en los premios Óscar cada año desde 1960. Además, publicó su autobiografía en 2013 donde relata toda su historia.
Quizás no lo recuerdan, pero en al año 2012 algunos se percataron de la presencia de una monja en la alfombra roja de los premios Óscar. Era Dolores que asistió acompañando al cortometraje documental en su nominación.
Que una estrella de Hollywood decida abandonar la industria del cine cuando está en la cresta de la ola no sucede a menudo. Casi nunca. Es más, cuando leemos historias de estrellas olvidadas o desaparecidas de la pantalla el trasfondo suele estar relacionado con falta de trabajo, escándalos o personajes que huyen de la industria agobiados por la fama. Y si algunos otros, como Grace Kelly, lo dejaron todo por amor, las hay quienes lo hicieron por un amor diferente. En este caso, el amor de Dolores a su fe.
Seamos religiosos o no, creo que la historia de Dolores Hart alberga una lección preciosa sobre el compromiso personal con nuestros propios sueños. De seguirlos, de prestarnos atención a nosotros mismos y escuchar esa voz interior que nunca se equivoca.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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