El insulto de la IA a Robin Williams, el genio que cambió Hollywood para siempre

LONDRES, INGLATERRA - 20 DE NOVIEMBRE: Robin Williams asiste al estreno europeo de Happy Feet Two en el Empire Leicester Square el 20 de noviembre de 2011 en Londres, Reino Unido. (Foto de Dave Hogan/Getty Images)
LONDRES, INGLATERRA - 20 DE NOVIEMBRE: Robin Williams asiste al estreno europeo de Happy Feet Two en el Empire Leicester Square el 20 de noviembre de 2011 en Londres, Reino Unido. (Foto de Dave Hogan/Getty Images)

Robin Williams era capaz de hacer magia cuando tenía público delante. Sobre un escenario, interpretando a un personaje o charlando en una entrevista con la cámara encendida. Era un showman de los pies a la cabeza que supo conquistarnos con picardía camaleónica y una filmografía plagada de personajes entrañables. Y si bien su legado está repleto de historias maravillosas, con actores influenciados por haber trabajado a su lado o su empatía sin igual para ayudar al prójimo a través de la fama, pocas veces se recuerda que Robin Williams fue responsable de un cambio importante en la historia del cine. Un cambio del que Hollywood lleva décadas beneficiándose pero que ahora se ve amenazado por la Inteligencia Artificial. Y ha tenido que ser su propia hija quien dispare la voz de alarma.

Zelda Williams respondió a uno de los puntos centrales de la huelga de actores, vertiendo su opinión como actriz y directora pero, sobre todo, desde su rol como hija. Porque lo que está sucediendo con el legado de su padre le parece “perturbador”.

La hija del actor de Jumanji se refiere a la práctica de recrear frases con la voz de su padre a través de IA. "No soy una voz imparcial en la lucha del SAG contra la IA", escribió a través de una story de Instagram. "He sido testigo durante AÑOS de la cantidad de personas que quieren entrenar estos modelos para crear/recrear actores que no pueden dar su consentimiento, como papá. Esto no es teórico, es muy, muy real".

"Ya supe que la IA utiliza su 'voz' para decir lo que la gente quiera y, aunque personalmente lo encuentro inquietante, las ramificaciones van mucho más allá de mis propios sentimientos", continuó. Y mientras defiende el derecho de los actores de crear, prestar su voz a dibujos animados y aportar su “tiempo humano” como prefieran hacerlo, concluye que las recreaciones forzadas con IA son "en el mejor de los casos, un pobre facsímil de personas más grandes, pero en el peor de los casos, un horrendo monstruo frankensteiniano, improvisado a partir de los peores fragmentos de todo lo que es esta industria, en lugar de lo que debería defender”.

Story de Zelda Williams en Instagram/ZeldaWilliams
Story de Zelda Williams en Instagram/ZeldaWilliams

El uso de la IA es uno de los puntos más candentes en las huelgas de Hollywood. Y si bien el Sindicato de Guionistas lograron encontrar un punto de encuentro con la industria, asegurándose medidas que protegerán la creación de contenido humano, el Sindicato de Actores todavía continúa esperando que se llegue a una negociación definitiva.

Decenas de extras salieron a las calles a contar cómo temen perder sus trabajos a raíz de la imitación y repetición de su imagen a través de IA. A su vez, Tom Hanks advirtió de la existencia de un vídeo que lo utiliza para promocionar un plan dental; Tim Burton comparó las recreaciones de este tipo con “un robot tomando tu humanidad, tu alma” (Independent) mientras John Cusack fue más lejos y lo calificóde “negocio criminal”.

Sin embargo, el aporte de Zelda Williams toma un camino sentimental al tratarse de una hija que está viendo cómo se juega con la imitación de su padre fallecido en 2014. En este caso no solo por el temor de la recreación física, sino por el uso de una de las herramientas más emblemáticas del legado de Robin: su voz.

Porque la hija del actor se refiere a diferentes aplicaciones que permiten convertir audios con la inigualable voz de Robin Williams. Son programas de fácil acceso y se encuentran rápidamente en Internet, sin regular el consentimiento de la familia o la ética de utilizar la voz de un actor que ya no puede aprobar o condenar su uso en vida. Y es aquí donde la denuncia de Zelda nos coloca en el camino del recuerdo, el homenaje y la reivindicación. Porque la huella que dejó Robin Williams con su voz fue histórica. No solo a través de interpretaciones donde jugó con esa baza talentosa (como fue el caso de Papá por siempre, Patch Adams, sus monólogos cómicos o entrevistas), sino también cuando estaba detrás de un micrófono y en una sala de grabación.

Hace décadas que estamos acostumbrados a ver cómo Hollywood promociona sus películas animadas con la presencia de estrellas de la meca del cine. Sin ir más lejos, recientemente lo vimos con Chris Pratt y Anya Taylor-Joy en Super Mario Bros.: la película, o Chris Evans en Lightyear. En realidad, ni siquiera importa que luego pasen por el proceso de doblaje en otros países y jamás escuchemos la voz original del proyecto en inglés, porque contar con personajes populares ayuda a la promoción pero también al diseño estético y desarrollo narrativo de los dibujos en cuestión. Sin embargo, nada de esto tal vez hubiera ocurrido si Robin Williams no hubiera cambiado las reglas del juego a inicios de los ‘90s.

Fue con Aladdín en 1992, una de las películas que moldeó la ‘Disney Renaissance’, esa época de renacimiento que el estudio vivió a partir de La Sirenita (1989), apostando por clásicos animados basados en historias conocidas como La bella y la bestia (1991), El rey león (1994) y muchas más (y que los salvó de la catástrofe económica que vivieron previamente al experimentar con historias más oscuras). Aquella película sobre el ladrón y el genio de la lámpara cautivó a toda una generación (la mía) y las que vinieron después.

Todavía recuerdo la primera vez que la vi en cines y la euforia visual que me provocó siendo una niña. La película era una montaña rusa cinematográfica bañada de color, música y aventura pero, sobre todo, humor a través de uno de los secuaces más emblemáticos de la gran pantalla: el genio de Robin Williams. Sus escenas camaleónicas, cantando, cambiando de apariencia, jugando con ideas, fueron las más efectivas a la hora de atrapar a la audiencia.

Y es que si ese genio azul nos hizo vivir una verdadera psicodelia visual fue gracias al actor, su habilidad para cambiar de personaje y voz con una energía contagiosa. Si lo analizamos con cierta perspectiva, lo que hicieron los animadores siguiéndole el ritmo fue de otro mundo. Porque la hiperactividad vocal e interpretativa de Robin Williams moldeó al Genio animado que vimos en pantalla. Tuvieron que ser ellos quienes le siguieran el ritmo al actor y no al revés. Por ejemplo, Williams tuvo tanta carta blanca para jugar con el personaje delante del micrófono y la improvisación, que según contó en una entrevista, terminaron condensando 30 horas de grabaciones en una película de 90 minutos.

El guion se escribió con Robin Williams en mente, quien no solo aportó su faceta más cómica sino también la dramática, siendo el verdadero corazón de la película a través de la amistad que forja con Aladdín. No era un mero secuaz secundario diseñado para vender muñecos y merchandising, sino que consiguió que la relación se convirtiera en la cara más genuina y emotiva de la historia. Porque, como les decía previamente, el aporte de Robin fue tan emblemático que ni siquiera importaba que la viéramos doblada al español, porque su actuación, energía, corazón y emotividad estaban ahí, plasmados en la propia animación del personaje.

El resultado fue una actuación que no solo cautivó al público y ayudó a que la película se convirtiera en todo un éxito internacional, sino que inició la moda de recurrir a actores de Hollywood para crear, diseñar y promocionar películas animadas. Una moda que todavía continúa y que Robin mantuvo a través de muchas películas más como Aladdín y los 40 ladrones (1996), Robots (2005) o Happy Feet: El pingüino (2006) o Absolutamente todo (2015). Incluso la popularidad de recurrir a estrellas de cine para las voces y creación de personajes animados llevó al desarrollo de sagas completas. Como es el caso de Tom Hanks y Tim Allen como Woody y Buzz Lightyear en Toy Story (1995), a Mike Myers, Eddie Murphy y Cameron Diaz en Shrek (2001) o la figura de Drácula en Hotel Transylvania con Adam Sandler.

Hasta fuimos testigos de decenas de películas animadas que utilizaron la presencia de figuras populares como parte de su marca y campaña, como fue el caso de Dwayne Johnson con Moana (2016), Ellen Degeneres en Buscando a Nemo (2003) o Billy Crystal en Monsters, Inc. (2001).

THE TONING SHOW CON CONAN O'BRIEN - Episodio 145 - Foto: (de izquierda a derecha) Robin Williams durante una entrevista con el presentador Conan O'Brien el 21 de enero de 2010 (Foto de Paul Drinkwater/NBCU Photo Bank/NBCUniversal vía Getty Images vía Imágenes falsas)
THE TONING SHOW CON CONAN O'BRIEN - Episodio 145 - Foto: (de izquierda a derecha) Robin Williams durante una entrevista con el presentador Conan O'Brien el 21 de enero de 2010 (Foto de Paul Drinkwater/NBCU Photo Bank/NBCUniversal vía Getty Images vía Imágenes falsas)

Evidentemente, Hollywood se beneficia con esta moda. No solo porque aprovechan la experiencia cinematográfica de las estrellas como parte de la creación de los personajes, sino porque luego pueden asociar la relación que tengan con la audiencia como parte de la promoción, marketing y taquilla. Sin ir más lejos lo vimos recientemente con la inmensa campaña que hizo Chris Pratt promocionando Super Mario Bros.: la película. Desde desfilar en sus estrenos hasta promocionarla a sus 45.3 millones de seguidores de Instagram.

En resumen, resulta inevitable preguntarse: ¿habría sucedido todo esto sin la influencia de Robin Williams con Aladdín? Cada uno tendrá su opinión. Personalmente, mi conclusión está clarísima: por supuesto que no. Lo que hizo Robin como el Genio de la lámpara sentó un precedente inimitable que merece ser celebrado, recordado y protegido, respetando su legado y esa voz camaleónica tan mágica y suya.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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