La evolución de Nicole Kidman a través de los años: de las películas para televisión de bajo presupuesto al estatus de leyenda

Babygirl: deseo prohibido, es el nuevo éxito de crítica y público de Nicole Kidman. La australiana celebra sus 35 años como gran estrella internacional con este thriller erótico en el que interpreta a una exitosa ejecutiva que inicia una aventura ardiente con su joven becario (Harris Dickinson) a espaldas de su marido, interpretado por Antonio Banderas. Además de haberse convertido en un silencioso éxito de taquilla en la cartelera norteamericano, el papel, que dejó a Kidman “expuesta y vulnerable”, la hizo merecedora de la Copa Volpi a la mejor actriz en el Festival de Venecia y una nominación al Globo de Oro, entre otros. Un rol que supone un hito más en una de las carreras más prolíficas y destacadas del Hollywood reciente, ícono de estilo y modelo a seguir por cualquier mujer en la industria, con más de 120 premios en su haber y una fortuna estimada en 250 millones de euros.

Tras haberse formado desde los 16 años en series y películas para televisión producidos en su país natal, fue su trabajo en el thriller Terror a bordo (1989) –en el que daba vida a una mujer atrapada en alta mar– su pasaporte de ida a la industria norteamericana y la prueba que necesitaban los productores de Días de trueno (1990) para darle una oportunidad junto al ya famoso Tom Cruise. La crítica no recibió bien el film automovilístico, pero el rodaje supuso el germen de una de las parejas fundamentales del Hollywood de los 90.

“Recuerdo que estaba muy nerviosa y que vi a Tom Cruise llegar conduciendo su Porsche. Se bajó del coche, pasó por la puerta y a mí se me cayó la mandíbula. Así recordaba Kidman lo que sintió durante su primer encuentro con el que, apenas un año después del rodaje de Días de trueno, se convirtió en su esposo. La australiana tenía solo 22 años cuando le dio el sí al intérprete, en una ceremonia que tuvo lugar en la Nochebuena de 1990, en una cabaña de madera. No tuvieron luna de miel por su frenética agenda, pero la prensa de la época aseguraba que Cruise le hizo el mejor regalo de boda: un nuevo papel protagónico junto a él en Un horizonte lejano (1992), de Ron Howard.

Kidman y Cruise adoptaron dos niños, Isabella y Connor durante un matrimonio que fue puesto en duda –la supuesta homosexualidad de Tom, la negativa de Nicole a abrazar la Cienciología, presuntas infidelidades– durante los 11 años que estuvieron juntos antes de que el actor de Ojos bien cerrados, cuyo exigente rodaje también dañó la relación, solicitara el divorcio. La actriz revelaría años después que nunca pensó que ella fuera merecedora de la fama global de la que gozó por su relación con Cruise: “Me sentí estrella por asociación. Mi obligación era ponerme un vestido bonito y callarme la boca”.

Su divorcio finalizó la misma semana en la que Los otros (2001), dirigida por Alejandro Amenábar, llegó a los cines. Tras permanecer durante años a la sombra de su exesposo, Kidman demostró su talento a aquellos que la reducían a la etiqueta de ‘novia de’ y se dio a conocer como una estrella por derecho propio. Moulin Rouge (2001) fue un triunfo incontestable, la revista People la nombró como la persona más hermosa sobre el planeta y un año después ganaba su primer y único Oscar hasta la fecha –ha sido nominada cinco veces– por su retrato de Virginia Woolf en Las horas (2002). Ha sabido como pocas equilibrar la faceta más glamourosa y taquillera de Hollywood con su predilección por roles audaces y arriesgados en películas de bajo presupuesto.

El mítico crítico de cine Roger Ebert aseguraba que su fama y su atractivo habían opacado su trabajo y que con el tiempo ganaría un mayor respeto: “Si fuera menos glamourosa, sería más alabada. La edad será un activo para ella”. En 2006 consiguió un hito no menos reseñable: acabar con el dominio de cinco años de Julia Roberts y alzarse como la actriz mejor pagada de Hollywood, con hasta 17 millones de dólares por película . La mejor prueba de su vigencia y longevidad es que hoy en día sigue manteniendo un caché envidiable.

La intérprete, de 57 años, también es una de las actrices que mejor saben moverse en las alfombras rojas. Convertida en un ícono de estilo tras décadas demostrándose como tal en cada aparición, la australiana hace gala de un gusto por la moda en el que el equilibrio entre elegancia, clasicismo y tendencias es perfecto. En los últimos tiempos lució algunos de sus looks más atrevidos, vestida de Balenciaga, su nueva firma de cabecera con la que también ha colaborado en sus desfiles, pero en su colección estilística acumula diseños memorables de diseñadores y marcas tan destacadas como Giorgio Armani, Dior (algunos de ellos de la época de John Galliano al frente de la maison), Chanel, Prada o Jean Paul Gaultier, que la vistió con un impresionante vestido asimétrico negro para recibir el Oscar en 2003.

Este año también celebra 20 años de relación con su segundo e inseparable marido, el cantante de country Keith Urban. Seis meses después de comenzar a salir contrajeron matrimonio en Sidney y comparten otras dos hijas, Sunday y Faith, que debutan ahora en las alfombras rojas junto con sus célebres padres . Urban, que tuvo que ingresar en varias ocasiones en centros de rehabilitación para recuperarse por su adicción al alcohol y las drogas, sostiene que el apoyo de su mujer le salvó la vida. Por su parte, la australiana afirma que solo se arrepiente de no haber conocido antes a Urban “para así haber tenido más hijos con él”.

A pesar de que actrices como Natalie Portman o Emma Stone han denunciado públicamente la falta de presencia de mujeres directoras en las entregas de premios, Kidman es de las pocas estrellas que predicaron con el ejemplo y se convirtieron en parte de la solución en lugar de limitarse a llevarse solo el aplauso de la platea. Desde que en 2017 prometió trabajar con una realizadora al menos cada 18 meses, son ya 15 directoras -entre cine y televisión- las que la dirigieron. La holandesa Halina Rejin con Babygirl: deseo prohibido es el último ejemplo.

Lo notable de la trayectoria de Kidman no es solo que haya seguido trabajando con tanta constancia. Es que, en el camino, ha transformado su presencia en la pantalla y su papel en la industria. Antes era célebre por interpretar al objeto del deseo de un hombre, en películas hechas por hombres y en gran medida para hombres; hoy muchos de los proyectos que protagoniza y produce están escritos y dirigidos por mujeres y se dirigen directamente a un público femenino . “Tras destacar como objeto de la mirada masculina, ahora actúa y crea para la mirada femenina”, escribió recientemente sobre ella la novelista Jennifer Weiner en un ensayo publicado en The New York Times.

Kidman entró en el libro Guinness de los Récords en 2004 por el hito de convertirse en la mujer mejor pagada de la historia por un anuncio publicitario. La australiana cobró cerca de cuatro millones de dólares por los cuatro minutos que duró el anuncio del perfume Chanel Nº5. El spot fue dirigido por Baz Lurhmann, también director de Moulin Rouge, y el vestuario corrió a cargo de Karl Lagerfeld.

La mejor amiga de Nicole Kidman en la industria es otro de los grandes rostros australianos del cine internacional: Naomi Watts. Se conocieron de adolescentes, mientras esperaban para realizar un casting para un anuncio de ropa de baño en los 80. Tras finalizar la audición –spoiler: ninguna consiguió el trabajo–, Watts se dio cuenta de que había perdido el bus de vuelta a su casa y Kidman se ofreció a compartir y pagarle el taxi pese a que residían en zonas opuestas de la ciudad. En 1991 compartieron pantalla en la película Un romance en blanco y negro y desde entonces su relación de amistad se mantuvo intacta. La mismísima Cate Blanchett también ha dado las gracias públicamente a Kidman por haber abierto las puertas de Hollywood a todo una generación de actrices australianas.

Aunque sus 1,80 metros de altura no sean hoy un problema para conseguir grandes personajes, en sus comienzos varios directores de casting le aseguraron que era demasiado alta para poder tener una carrera como actriz en Hollywood. Tanto es así que la propia Kidman solía mentir en sus audiciones y restarse varios centímetros para conseguir que al menos la vieran. Se burlaban de ella constantemente ”me decían que qué tal estaba el tiempo ahí arriba” y el propio Cruise la obligó a no usar tacos altos en su presencia. Ella asegura hoy que lo que vivió fue una lección valiosa: “A mis hijas les digo que nada de eso importa. Lo que importa es cómo permites que otras personas te digan sí o no, y si aceptas eso. El verdadero superpoder es tu resiliencia interior” .

La intérprete no pudo disfrutar el pasado septiembre de su triunfo como la mejor actriz del pasado festival de Venecia por Babygirl: deseo prohibido ya que, minutos después de aterrizar en la ciudad de los canales para recoger el galardón, le comunicaron que su madre, Janelle Ann Kidman, había fallecido. Hace unos días, en el certamen de Palm Springs en California, recordó entre lágrimas el papel que su progenitora había tenido en su proyección profesional. “Gracias por darme la oportunidad de decir que esto es para mi mamá. Toda mi carrera ha sido por ellos”.

El año pasado, Nicole Kidman lanzó hasta seis proyectos distintos entre cine y televisión y su incansable ética de trabajo es hoy un chiste recurrente en Hollywood. En la pasada gala de los Globos de Oro –premios en los que suma ya 20 nominaciones–, la presentadora, Nikki Glaser, abordó con su sarcasmo habitual esta circunstancia en su monólogo de presentación: “Gracias, Nicole, por tu duro trabajo, y gracias a Keith Urban por tocar tanto la guitarra en casa hasta el punto de hacer que quiera irse y rodar 18 películas al año” .