El final de 'Succession' estuvo siempre delante nuestro

Sarah Snook, Kieran Culkin y Jeremy Strong en la cuarta temporada de 'Succession' (cortesía de HBO Max)
Sarah Snook, Kieran Culkin y Jeremy Strong en la cuarta temporada de 'Succession' (cortesía de HBO Max)

ATENCIÓN: ESTE ARTÍCULO CONTIENE SPOILERS DEL FINAL DE ‘SUCCESSION’, YA DISPONIBLE EN HBO MAX.

Succession ha terminado. Y la mejor serie de los últimos años no ha defraudado. Probablemente les suene a hipérbole innecesaria, sobre todo si nunca se dejaron llevar por las intrigas familiares de Logan Roy y sus herederos. Sin embargo, para los millones de espectadores que llevamos ‘viviéndolas’ durante cuatro temporadas, su final ha sido un evento tan irrepetible y acertado que bien podría ser recordado como uno de los mejores de la historia televisiva.

Quién sería el sucesor del imperio familiar ha sido la gran pregunta de toda la serie. El conducto principal por dónde transcurrieron las tramas y arcos narrativos desde el principio. Y si bien el final la responde nombrando al elegido, también nos revela que el desenlace estuvo siempre delante de nuestras narices.

AQUÍ COMIENZAN LOS SPOILERS

El final de Succession podría definirse como la montaña rusa más larga de tu vida. 90 minutos de subidas, 'loopings' y caídas en picado que nos terminan dejando boquiabiertos y emocionalmente agotados. Incluso confundidos tras vivir tantas sensaciones al mismo tiempo. Porque los verdaderos colores de Kendall (Jeremy Strong), Shiv (Sarah Snook) y Roman (Kieran Culkin) salen a la luz después de todo, y la manipulación de Logan Roy termina ganando la partida. Incluso tras su muerte.

El último episodio arranca con la división familiar generalizada: Kendall moviendo sus hilos para ganar el liderazgo empresarial y ser el nuevo CEO de Waystar; Shiv planeando su propio usurpación asociada con Lukas Mattson -el ejecutivo sueco que quiere comprar la empresa familiar- y Roman desaparecido tras la crisis vivida en el funeral de su padre. Quedan pocas horas para la votación que definirá el destino del imperio, y entonces Succession los une de nuevo cuando Shiv descubre la traición de Mattson. Porque a pesar de haber cerrado un acuerdo verbal con ella y utilizar todas sus influencias para conseguir la compra de Waystar Royco, el ejecutivo sueco está buscando otro CEO a sus espaldas para que tome el mando. Y como era de esperar, Shiv desata su rabia buscando venganza y recuperando la alianza mosquetera con Kendall y Roman. Y en el proceso, la serie nos hace vivir una de las secuencias más íntimas y emotivas de toda la serie, refugiados bajo el cobijo del techo materno. Siendo hermanos, y no enemigos o empresarios ambiciosos.

Y así, en un momento de unión fraternal, deciden cederle el mando a Kendall para que bloquee la venta. Reconocen, por primera vez y apretando los dientes que, es el que tiene el expediente más ‘vendible’ para ofrecerse como nuevo CEO. Sin embargo, cuando llega la hora de la verdad, las emociones primarias que conviven en las raíces de la relación entre hermanos salen a relucir. De nuevo.

Para entenderlo mejor tenemos que recordar el corazón central de Succession: la rivalidad por el amor de Logan Roy. La lucha por ser el elegido, por ser observado y respetado por ese padre todopoderoso que podía hundirlos con una palabra abusiva o elevarlos al cielo con un poco de cariño. Una rivalidad que parte de la propia manipulación que Logan Roy forzó sobre los tres, manteniéndolos cerca cuando le convenía o alejándonos cuando le resultaban un estorbo.

La batalla por ser el favorito quedó clara desde el principio de la primera temporada, cuando Logan anunciaba que no iba a jubilarse y que el heredero empresarial sería elegido tras su muerte. Kendall creía que sería el sucesor desde niño pero, en ese momento, las opciones se abrían y el hueco de sucesión quedaba vacante. Aquella decisión sumada al accidente cerebrovascular que sufría Logan a continuación, despertaba la ambición de los tres hermanos, dando el pistoletazo de salida al resto de la serie.

De esta manera, la envidia y los celos han sido el corazón de la batalla entre hermanos donde se han unido o separado según la ambición de cada uno, más motivados por encontrar la manera de llegar a la cima que de hacerlo de forma unida. Cada uno quería el pastel. No un trozo.

Y esa envidia quedó plasmada en cada mirada recelosa de Shiv, guardándose sus emociones para no parecer débil en un mundo de hombres. En su alianza con Logan en contra de Kendall, en su rechazo constante a que su hermano mayor sea el elegido. Roman hizo lo mismo, corriendo a su padre incluso en plena campaña traicionera junto a Kendall, ante el prospecto de ser el favorito. Kendall nunca dudó. Lo dice en el gran final: “Soy el hijo mayor”. Es su última excusa para que sus hermanos le permitan ser el CEO. Pero el resentimiento, la competencia y la envidia que los corroe por dentro es mayor que cualquier amor entre hermanos. Una envidia que parte de la propia manipulación trazada por Logan durante todas sus vidas, utilizándonos como sus propias marionetas. Pero ellos, como hijos necesitados de cariño, siempre confundieron esos momentos de atención, abrazando cualquier mínima muestra de cariño por encima de sus hermanos.

Por eso, cuando llega la hora de votar, la unión forjada horas antes pasa al olvido. Porque la envidia y los celos salen a florecer de nuevo. Roman no soporta que Kendall sea el elegido. Que él no tenga alternativa. Shiv tampoco lo supera. Y menos cuando, a pesar de la rabia que carga contra Tom y Lukas Mattson por haberla traicionado nombrando a su marido como CEO, tiene posibilidades de mantenerse cerca del poder. Y así, los celos terminan derivando en la traición definitiva, votando a favor de la venta y dejando a Kendall sin la ambición de su vida: la de tomar el relevo de su padre como muestra definitiva de su valía.

Y al ser testigos del desenlace nos damos cuenta que siempre estuvo delante nuestro. Y no me refiero a que Tom sea el nuevo CEO de Waystar -que me encanta e incluso lo podíamos sospechar ante el viaje vulnerable y ambicioso que vivió en esta última temporada, como una especie de daga vengativa tras el desprecio constante de Shiv y los abusos de los Roy- sino a que los tres protagonistas iban a terminar absorbidos por los celos y la manipulación. Que no iban a poder ver más allá del enfrentamiento. Y que iban a traicionarse siempre porque los tres querían estar en la cima. Aunque fuera por capricho, por necesidad emocional, por demostrar a Logan que podían ocupar su lugar. Preferían traicionarse y mirarse el ombligo que trabajar juntos cediendo el liderazgo a uno en particular.

Logan Roy los enfrenó como herederos, los hizo sentir menospreciados y poco valorados, alimentando la ambición por demostrarle que estaba equivocado. Que cada uno valía para seguir sus pasos. Y, al final, esos celos que los llevaron a traicionarse en infinidad de ocasiones, terminó cavando la tumba final de la relación. Fue la característica que siempre estuvo presente. Ya sea en los momentos de alianza, separación o cariño fraternal: la ambición por ganar y ser el favorito de papá, siempre ganaba la partida.

De esta manera, la manipulación de Logan se mantuvo hasta el final. Incluso en su ausencia. Y, en resumen, los celos por ser el elegido pudieron con ellos. Cuando no lo era ninguno. Ni antes, durante ni ahora.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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