Hattie McDaniel, la verdadera víctima de la intolerancia que arrastró 'Lo que el viento se llevó'
La hipocresía que encontramos en la historia del mundo en ocasiones nos deja perplejos. Y es la que podemos encontrar en la figura de Hattie McDaniel, la verdadera víctima de carne y hueso que padeció el racismo que tanto se criticó hace unos años cuando la cultura ‘woke’ posó su mirada crítica sobre Lo que el viento se llevó.
En 2020 hablamos largo y tendido del clásico épico de 1939 cuando HBO Max la retiró de su catálogo aludiendo a las connotaciones racistas que glorificaban la esclavitud. Habían pasado más de 80 años desde su estreno y, de repente, el mundo disparaba la alarma como si las generaciones pasadas nunca hubiéramos sido conscientes de sus referencias problemáticas. Pero, dicen, eran otros tiempos. La plataforma terminó recuperando la película días más tarde, después de que la competencia llenara sus arcas. Resulta que, por ironías del destino, la curiosidad fue tan arrolladora que mientras el debate se calentaba en redes, Lo que el viento se llevó era superventas en Amazon US e iTunes. Eso sí, la devolvieron incluyendo una advertencia (lo mismo que hizo Disney cuando se vio metido en el mismo meollo a través de Dumbo, Peter Pan o El libro de la selva).
Sin embargo, en medio de esta polémica que criticaba la mirada racista del pasado y la permisividad de otras generaciones, nadie hablaba de Hattie McDaniel. La actriz que interpretó a la criada de Scarlett O’Hara (Viven Leigh), la leal Mammy, fue la verdadera víctima de la hipocresía de su país y de su propia industria. Le dieron el Oscar pero no pudo participar de la ceremonia, ni de la fiesta y ni siquiera asistir al estreno. Y todo por su color de su piel. Y, para colmo de males, una parte de la comunidad negra la criticó durante toda su carrera acusándola de hacer propaganda del estereotipo del esclavo sumiso en sus películas. Y ni siquiera la propia industria protegió su legado.
Nacida un 10 de junio de 1983 –el mismo día que HBO Max anunció que retiraba Lo que el viento se llevó en 2020, para añadirle más ironía al asunto– Hattie McDaniel era hija de un matrimonio de exesclavos. Ella y sus hermanos llevaban el arte en las venas y durante sus primeros años profesionales, trabajó como cantante hasta que se mudó a Los Angeles. Trabajó como limpiadora y criada para pagar sus cuentas mientras comenzaba su camino como actriz profesional. Aunque el papel de sirvienta le perseguiría toda su carrera.
Su primer personaje en radio fue interpretando a una sirvienta. Su primer papel en cine también (The Golden west, 1932). Y lo mismo con el segundo que le abrió las puertas de la industria (I’m no angel, 1933). Mientras tanto trabajaba cumpliendo el mismo rol en casas ajenas hasta que su carrera explotó en 1934 con Judge Priest. Sin embargo, las historias de sirvientas esclavas volvían a su vida. Aunque ya era con papeles más protagonistas, el cine todavía no se había adaptado a los nuevos tiempos y los papeles para afroamericanos seguían teniendo connotaciones racistas. Repitió en el mismo rol en Alice Adams, aunque enfadó a los blancos sureños por robarle el protagonismo a Katherine Hepburn; incluso fue la sirvienta esclava de Jean Harlow en China Seas (1935) y en Murder by television junto a Bela Lugosi. Fue durante estos años que comenzó a ser criticada por la misma comunidad que representaba, acusándola de mantener el estereotipo en contra de los afroamericanos en lugar de utilizar su posición privilegiada para hacerse escuchar.
Y en ese momento, con varias películas en su haber y habiendo entrado en el círculo de amistades de figuras como Joan Crawford, Henry Fonda, Bette Davis y Clark Gable, llegó Lo que el viento se llevó.
A pesar de ser de las pocas afroamericanas conocidas en la industria del cine, había muchas contrincantes para el papel de Mammy. Hasta la primera dama, Eleanor Roosevelt, escribió al productor David O. Selznick pidiéndole que le diera el papel a su propia sirvienta (Fuente: The Hollywood Reporter). Fue gracias a Clark Gable, quien recomendó su nombre, que consiguió una audición a la que Hattie fue vestida de sirvienta. Y el papel fue suyo. Si es que había interpretado a tantas que ya sabía lo que Hollywood buscaba. El estereotipo era evidente.
Le pagaron $450 por cada una de las 15 semanas que trabajó en la película y, tiempo después, llegó el día del estreno. Fue un 15 de diciembre de 1939 cuando la ciudad de Atlanta, en Georgia, se vistió de fiesta para celebrar la premier. Fueron todas sus estrellas… pero solo las de piel blanca. Ninguno de los actores negros tuvo permitido pisar la ciudad.
La esclavitud se había terminado, pero el racismo continuaba. Las leyes de segregación seguían vigentes y con más rigidez en estados sureños. Georgia era uno de ellos y con alta pasión confederada. El jefe del estudio, David O. Selznick, pidió que permitieran la asistencia de Hattie McDaniel. Clark Gable enfureció y amenazó con cancelar su aparición si su amiga no iba, pero Hattie lo convenció de que fuera de todos modos. Hasta el póster promocional se había modificado eliminando todas las figuras negras, incluyendo a Hattie, para promocionar la película sin conflictos en el sur.
En un video del canal Smithsonian se pueden ver imágenes de aquella noche, con una ciudad rebalsando con más de 300.000 ciudadanos que rodearon las calles principales intentando captar a las estrellas, siguiéndolos en todo su camino desde el aeropuerto, hasta el hotel y el teatro. Pero también podemos ver la intolerancia que tuvo que sufrir Hattie McDaniel, que mientras ella se quedaba en casa, la premier recibía a veteranos confederados y las calles estaban adornadas con banderas confederadas. Las imágenes hablan por sí solas.
Pero el racismo continuó en el propio Hollywood que le había abierto sus puertas. Semanas después, en 1940, Hattie McDaniel fue la primera persona negra en ser nominada a los Oscar, y por ende, la primera en ganarlo por su papel de la fiel sirvienta. Ocurrió en la ceremonia número doce de la Academia, pero su victoria estuvo ensombrecida por ese mismo racismo que hizo que sus padres nacieran esclavos.
La ceremonia se celebró en el Coconut Grove, un club nocturno del Hotel Ambassador, un 29 de febrero de 1940. Todas las estrellas de Lo que el viento se llevó compartían mesa en primera fila, llevándose ocho estatuillas. El mayor récord hasta entonces.Y una de ellas fue la de Hattie quien tuvo que experimentar la ceremonia desde las sombras. Como el teatro tenía una política estricta de segregación, Hattie no podía asistir. Pero tuvo una mesa en el fondo de la sala, alejada del resto, gracias a que el productor David O. Selznick pidió un favor a los dueños del hotel.
Imagínense la ilusión. Llegar nominada a la ceremonia como la primera representante de su comunidad en la gala más importante de Hollywood, luciendo un vestido turquesa y gardenias en el cabello. Pero que te digan que no puedes entrar por la puerta grande, que debes ir a una mesa en el fondo mientras el resto de tus compañeros celebran en primera fila. Y solo por el color de tu piel. Y así, entre la oscuridad del recinto, lejos de los focos y casi en las sombras, se convirtió en la primera persona negra de la historia en asistir a la ceremonia.
El vídeo actual que se puede encontrar sobre el momento en que aceptó el premio está editado por la Academia y no podemos ver de dónde viene, sino que aparenta como que se acerca desde la misma mesa donde estaban sus compañeros. Pero no. Tuvo que cruzar todo el salón para llegar hasta allí. Y para sumarle más hipocresía al asunto, cuando Fay Bainter anuncia que el premio podría “mover los muros y aceptar a toda la América que amamos, la América que hoy reconoce y homenajea a aquellos que dan lo mejor de sí a pesar de sus credo, raza o color”, Hattie subía a recibir el premio desde el rincón de la segregación.
Tristísimo pero cierto.
De esta manera, mientras Hattie experimentaba esta división y la industria la aclamaba de la boca para afuera, una gran parte de la comunidad afroamericana la criticaba. Sin ir más lejos, la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP) la repudió por perpetuar estereotipos negativos. Pero ella se defendió diciendo: “¿Por qué debería quejarme de hacer $700 a la semana interpretando a una sirvienta? Si no lo hiciera, ganaría $7 a la semana siendo una” (Fuente: The Washington Post). Una respuesta que sugiere que evidentemente era consciente del racismo y que, de cara a avanzar y sobrevivir en el universo que le rodeaba, habría aceptado las reglas del juego con tal de poder hacer lo que amaba. Una respuesta que, al final, nos habla de triste resignación pero también de las difíciles circunstancias que tenía a su alrededor para acceder a oportunidades laborales.
Hattie fue voluntaria durante la Segunda Guerra Mundial, entreteniendo a las tropas militares, y luego siguió trabajando, sobre todo en papeles cómicos. Aunque las críticas volvieron a hundirla cuando aceptó participar en Canción del sur (1946), una película que perpetraba la errónea imagen feliz de la esclavitud y que actualmente Disney parece guardar bajo llave.
Su última película fue en 1949, trasladándose luego a la radio y la televisión. Fue incluso la primera persona negra en contar con su propio show de radio, Beulah. Fue todo un éxito pero esa misma perpetuación de los estereotipos negros le pasaron factura. El programa generó mucha controversia y, por ejemplo, fue cancelado en Asia cuando las tropas se quejaron porque perpetraba la imagen del hombre negro vago, interfiriendo con las labores de los soldados.
Tras filmar apenas un puñado de episodios, Hattie fue diagnosticada con cáncer de pecho y poco después estaba demasiado enferma como para continuar, siendo reemplazada por Louise Beavers. Murió a los 59 años, un 26 de octubre de 1952 y en sus deseos finales estaba ser enterrada en el Cementerio de Hollywood. Sin embargo, los dueños de aquella época se negaron a cumplirlos porque también tenían normas de segregación para los muertos. Hasta en su lecho de muerte fue víctima del mismo rechazo.
Fue enterrada en su segunda opción, hoy conocido como el Cementerio Angelus-Rosedale. En 1999 los nuevos dueños del primero ofrecieron devolver los restos al lugar que ella había pedido, pero la familia decidió declinar la oferta.
Su otro deseo final fue que su premio Óscar fuera entregado a la Universidad de Howard. Pero al morir, el estado se cobró las deudas que Hattie tenía vendiendo su propiedad y el premio. Años más tarde, la estatuilla llegó a la universidad como ella había pedido, pero poco después desapareció y se desconoce completamente su paradero (THR).
En resumen, mientras en la actualidad opinamos abiertamente sobre la importancia de reconocer las connotaciones racistas del clásico épico del cine, creo que es tan importante, o más, reconocer que durante todo este tiempo hubo una persona de carne y hueso que las sufrió a lo largo de su vida. Y que durante todo este tiempo, la historia del cine siempre recordó a Hattie como la primera persona negra en ganar un Óscar cuando, por entonces, aquel reconocimiento estuvo ensombrecido por la segregación y el rechazo social. La verdad es que Hollywood tardó 50 años en volver a premiar a una actriz negra cuando lo ganó Whoopi Goldberg en 1990. Y 80 en reconocer públicamente el racismo de una película convertida en clásico.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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