"Mibu. La luna en un plato", un viaje fílmico a un restaurante inexplicable

San Sebastián (España), 19 sep (EFE).- Todo lo refinado y sutil del arte tradicional japonés parece estar en la comida de "Mibu". A este mítico establecimiento que no es exactamente un restaurante está dedicado el filme que inaugura este lunes la sección Culinary Cinema del 70 Festival de la ciudad española de San Sebastián.

"Mibu. La luna en un plato" es un documental con el que el actor de teatro Roger Zanuy se coloca por primera vez tras la cámara para intentar mostrar la esencia de este templo gastronómico de Tokio de tan solo dos mesas, consciente además de la dificultad de la tarea.

Joan Roca, Andoni Luis Aduriz, Massimo Bottura, José Andrés y Ferrán Adriá son algunos de los participantes en esta película sobre el restaurante creado por el matrimonio Ishida, que ha supuesto para todos ellos una fuente de inspiración y, más aún, un antes y un después.

Adriá cuenta que conoció Mibu en 2002, "cuando en Occidente el arte culinario japonés se conocía poquísimo". Al año siguiente los Ishida viajaron por primera vez fuera de su país como invitados del cocinero español y organizaron una comida en el restaurante El Bulli para la que llevaron absolutamente todo de Japón, desde el agua a las mesas.

"Allí fue el big bang", resume categórico José Andrés. Fue el origen de todo, también en otro sentido para Roger Zanuy, que produjo para su compañía, Kaiseki Teatre, el espectáculo teatral "El trigre de Yuzu. La historia de Ferran Adrià y el Mibu", que presentó en el Festival GREC de Barcelona en 2017.

Tras viajar en dos ocasiones a Japón para visitar este pequeño restaurante del barrio de Ginza, decidió embarcarse en su ópera prima y adentrarse en un lugar que sabe que para conocerlo "hay que sentirlo". Hubo incluso advertencia de Adrià cuando le comunicó sus planes: "Buena suerte, Mibu no se puede explicar", le dijo.

El resultado de la aventura es un documental de 83 minutos que este lunes presenta en el Festival de San Sebastián junto al Hiroyoshi Ishida y su mujer Tomiko Ishida, que se han desplazado desde Japón muy bien acompañados por clientes y discípulos, una delegación que supera la veintena de personas.

La labor del matrimonio no se entendería sin su profunda espiritualidad, sin sus visitas a templos y santuarios para obtener consejo e inspiración y sin su inmenso respeto por la naturaleza y por lo que ésta ofrece en cada estación.

"Cuando mi marido tuvo dificultades para crear nuevos platos, rezó en el templo y Dios le dijo que el mundo parece muy grande pero es como la palma de una mano", cuenta a EFE la mujer del cocinero, la encargada de organizar un particular sistema de comidas, que solo ofrecen a clientes que son socios del Mibu.

Ahora están en un periodo de cambio, pues ambos tienen 80 años y van a reducir el número de días de trabajo, pero no así el número de comensales por "sesión", que es de ocho. Es un plan trazado para trabajar hasta que mueran, dicen que a los 100 años y no lo dicen en broma.

De la misma manera que Mibu influyó a los cocineros citados, Ishida se abrió a la cocina de otras personas. Conocer a Adrià le llevó a "romper un tabú" de la cocina japonesa.

"Nuestra comida es o muy caliente o muy fría. Adrià tenía un plato en el que se mezclaba el frío y el calor. Probarlo fue un shock tremendo, como si la Tierra hubiera cambiado de sitio", asegura el cocinero japonés que, pese a seguir siendo fiel a sus creaciones, introdujo ese cambio en alguna de sus propuestas.

Una cocina que te puede presentar, como les ocurrió a quienes participaron de la experiencia de El Bulli, un nabo flotando en un caldo, o si se mira de otra manera, la luna en un plato. "En Mibu se come también pensamiento", comenta a Adrià en el filme, para el que ha compuesto la banda sonora Pep Sala, que ha buceado en la música tradicional japonesa y ha incorporado instrumentos como el koto y el samisen.

El director del documental señala que este tipo de propuestas son algo que "no todo el mundo puede entender". "Es cierto que tienes que querer jugar y dejar de ver un nabo hervido en el cuenco", señala Zanuy.

En este visita a San Sebastián, los Ishida son los invitados: va a cocinar para ellos Albert Raurich, chef del restaurante Dos Palillos, que también interviene en la película y que preparará una cena muy especial en el Basque Culinary Center de San Sebastián para emular la experiencia de Mibu, el restaurante más difícil de explicar que ya tiene dos herederos en Tokio, Jisei y Daimu, ambos para servicios de seis comensales.

Ana Burgueño

(c) Agencia EFE