Nicolás Cabré: “Siempre tuve claro que mi prioridad es mi hija”
Dice Nicolás Cabré que en los últimos años aprendió a tomarse todo con más calma, a disfrutar de unos mates en el jardín de su casa y ver cómo los árboles se mueven un poco mientras hace tiempo para ir a buscar a su hija Rufina a la escuela. Porque desde que nació, hace 8 años, Rufina es el eje de su vida. Y por eso agradece este regreso al teatro “porque me deja tiempo para hacer todo lo que me gusta”, remarca.
El próximo 12 de enero, Cabré estrena Me duele una mujer en el Multiteatro, junto a Mercedes Funes y Carlos Portaluppi, con dirección de Manuel González Gil. “Es una obra que me llega en el momento justo, una comedia en la que van a reír mucho, con momentos hermosos, si los hacemos bien. Tiene poesía y además estoy rodeado de dos hermosas personas como Carlitos y Mercedes, dirigidos por alguien increíble. Y hablo de las personas, ni siquiera hace falta que me refiera a sus trayectorias. Es una experiencia que me cierra por todos lados porque busco estar en paz. Es una gran oportunidad”, le cuenta el actor a LA NACION mientras disfruta de un café, antes de ir al ensayo. También reflexiona sobre sus trabajos en los 31 años de carrera, habla de la relación con su papá (fallecido en el 2014), de su hija Rufina y de sus aprendizajes.
-¿De qué se trata Me duele una mujer?
-Sobre el duelo por el que transita mi personaje después de una separación y del cual no puede salir. Pasa el tiempo y este tipo no puede superarlo y ve a su ex en todas las mujeres y con todas la confunde. Va al psicoanalista, claro, y siempre está acompañado de su alter ego que trata de aconsejarlo, pero él está negado a salir, estancado en ese amor que nunca va a olvidar. Es lindo lo que le pasa, lo que siente, lo que se dice.
-Tu última vez sobre un escenario fue en Mar del Plata con Departamento de soltero, ¿cómo vivís esta vuelta?
-Lo vivo con mucha tranquilidad. No estaba desesperado pero claro que quería trabajar y apareció esta oportunidad y cerró todo. Tengo muchas expectativas y quiero disfrutar de este trabajo, pero no le agrego dramatismo por la vuelta al escenario.
-¿Pero estabas ansioso por volver a trabajar?
-No. Tenía ganas de hacer algo tranquilo. He aprendido mucho durante la pandemia, cosas de las que no me quiero desprender, como por ejemplo tener el día libre, llevar a mi hija a la escuela e ir a buscarla, poder correr. Hacer teatro me permite tener tiempo también, y eso me entusiasma.
-Durante años hiciste muchas tiras que implican varias horas de grabación, ¿ya no estás dispuesto a eso?
-Todo tiene su lado bueno y su lado malo, y este encierro que vivimos me sirvió para ver las cosas de otra manera. Me duele una mujer me permite seguir haciendo todo lo que aprendí en estos dos años, dentro de todo lo malo y feo que pasó.
Su hija, la razón de su vida
-¿Y cuál fue ese aprendizaje?
-Darme cuenta de que todo pasa muy rápido y no quiero vivir para trabajar. Necesito pasar tiempo con mi hija, disfruto de hacer un montón de otras cosas y a veces, en la locura diaria, perdés de vista todo eso. Trabajar con este grupo es hacer algo en lo que creo y que me divierte. Aprendí a prestarle atención a los afectos. La vida pasa rápido y no quiero estar dentro de una bola que no para nunca, viendo que los familiares se van o perdiendo tiempo en perseguir una zanahoria que no sé si me interesa tanto. Me parece que está bueno saber qué zanahoria perseguir, asignarle valor a las cosas y darte cuenta de que no todo es para siempre y no vale la pena gastar el tiempo en ciertas cosas. Soy medio parsimonioso y siempre tuve claro que mi prioridad es mi hija. Está buenísimo haber tenido tiempo para ella pero hay que tener cuidado porque, sin darte cuenta, entras otra vez en la locura diaria. Hacer teatro me permite ocuparme de cosas que me hacen llegar sonriendo a trabajar.
-¿Qué es eso que te ocupa ahora?
-Compartir momentos con mi hija, ir a los actos de la escuela, estar presente. Es el momento de acompañarla, mostrarle que hay otras cosas importantes, verla hacer deporte, correr juntos, llevarla a natación o servirle la leche.
-¿Cómo te imaginabas papá?
-Creo que hice muchas cosas para poder ocuparme de lo que me tengo que ocupar en este momento. No sé si me imaginaba que cuando fuera padre sería así. Siempre tuve una imagen muy poderosa de mi papá y soñé ser el 2% de lo que él fue conmigo . Trato de estar con Rufi porque disfruto, no por obligación ni mandato. Soy feliz así y descubrí un mundo y sonrisas que no conocía. Y es lo que necesito.
-¿Qué les gusta hacer juntos?
-Todo. Rufi es mi compañerita. Es lo más hermoso del mundo y hacemos todo juntos, me acompaña a los ensayos, vamos a correr. No tiene drama con nada, es lo más lindo del mundo.
-Empezaste a trabajar a los 10 años y también la mamá de Rufi (La China Suárez), ¿alguna vez tu hija te pidió que la lleves a algún casting?
-No, no. No se le dio, jamás dijo nada. Si lo pide, veremos.
Un deseo hecho realidad
-Lo último que hiciste en televisión fue el unitario Tu parte del trato, ¿extrañás?
-Sí, pero lo que no extraño es estar encerrado diez horas grabando. No me puedo ni imaginar estar tantas horas en un estudio con un barbijo. Es la parte que no extraño. He vivido momentos divinos, experiencias maravillosas. Soy un privilegiado de poder haber hecho todo lo que hice y de vivir haciendo lo que me gusta. Estoy orgulloso del camino recorrido pero hoy me doy cuenta de que las prioridades son otras y el tiempo y la vida me fueron enseñando que no todo es para siempre y que hay cuestiones de las cuales me tengo que ocupar.
-A pesar de trabajar como actor durante muchos años, seguís siendo muy tímido.
-Siempre di hasta lo que pude. Nunca fui de ir a estrenos ni eventos porque no sirvo para algunas cosas, me siento mal, no hay manera. Hago lo creo que se refiere a mi trabajo y acompaño. Trato de ser franco y decir: “No te sirvo para eso, no puedo hacerlo”. Se puede malinterpretar. A veces eso es bien recibido y otras no.
-¿Te acordás cuál fue el primer deseo que hizo que les pidieras a tus padres que te llevaran a un casting?
-De chico no era nada tímido: hablaba, saltaba, hacía chistes, quería llamar la atención. Yo quería ser (Alberto) Olmedo. Me acuerdo de mirar con mi mamá El pájaro canta hasta morir y sufrir como loco. Hice toda la primaria con Facundo Espinosa, que se anotó en una agencia de publicidad y mi deseo era ese, divertirme, estar ahí, entonces pedí que me llevaran. No sé si era consciente de todo lo que significaba, en realidad. Hice La ola está de fiesta y me divertía, y después pasé a Son de Diez y me encontré con actores increíbles, como por ejemplo con Javier Portales, que trabajaba con Olmedo, y me di cuenta que eso era lo que quería ser y que no iba a estar saltando y llamando la atención sino que tenía que escuchar y empezar a callarme. Fui consciente en ese momento de que quería ser actor.
-Empezaste a trabajar cuando el mundo de la televisión era otro, ¿pudiste adaptarte fácilmente a los cambios de los últimos 30 años?
-Aprendí de la vieja televisión y después llegó Adrián (Suar) con Poliladron. Cambió la forma de hacerla y yo fui parte y viví esa transformación. Nosotros mismos modificamos la manera de hacer comedia, lo que se permitía y lo que no, y podíamos opinar. Fui parte de ese cambio. Entiendo que las maneras son otras y el abanico es más amplio pero no mucho más.
-Tu aprendizaje fue didáctico, ¿nunca tomaste clases de actuación?
-Tampoco tenía mucho tiempo. Iba a la escuela, trabajaba todos los días y si encima tenía que ir al teatro los sábados... no podía. Intenté un par de veces, pero había ejercicios que la vergüenza no me permitía hacer. No funciono así.
-¿Terminaste la escuela?
-No. Llegué hasta segundo. Fue por trabajo pero también porque era medio vago y aproveché una bolada. No estoy orgulloso. Intenté completar el secundario de noche pero se me hacía difícil.
-Trabajaste con grandes actores como Alfredo Alcón, ¿qué aprendiste de ellos?
-Además de trabajar con Alfredo, lo hice con Ulises Dumont, Patricio Contreras, Oscar Martínez, Darío Grandinetti. Eso fue buscado. Tengo la suerte de ser representado por Pedro Rosón, que fue quien me guió. Es mi padre en lo profesional y muchas veces lo ha sido en la vida también. Me fue enseñando. Me decía: “Esto lo hacemos por esto, aquello por lo otro”. Hasta que crecí y empezamos a decidir juntos. Por ahí algunas cosas estaban buenas desde lo económico pero él decía que no, y en cambio Algo en común no lo hicimos gratis pero casi, y estaba con Ricardo Darín. Con el tiempo me di cuenta de que todo fue buscado, fue un aprendizaje que forjó nuestra relación. Desde la decisión más chica a la más grande estuvo pensada hacia un mismo lugar.
-¿Con quién te falta trabajar?
-Con muchos, como por ejemplo Federico Luppi, Luis Brandoni, Pepe Soriano, pero todo no se puede. Me llena de orgullo y con todos fui aprendiendo y tratando de absorber todo lo posible, no solo en lo profesional. Hoy me cruzo con muchos de ellos y me dan un abrazo y me dicen, “qué haces Nico”, y es maravilloso. Me quedo con eso. Me encanta el recorrido que hice, aunque tampoco pienso demasiado en eso. Disfruto y me gusta saber que no saltamos ningún escalón. Siempre que hablamos con Pedro nos imaginamos a Susana Giménez en esa escalera que se va encendiendo cada vez que sube un escalón. No importa si me faltan diez o mil escalones, pero me gusta darme vuelta y ver que las luces de todos los escalones están prendidas y no me salté ninguno. Con todos los errores y todos los aciertos, porque muchas veces me equivoqué. Disfruto de haber hecho lo que hice con todo lo bueno y lo malo porque todo es parte del camino.
Balances
-¿Alguna vez proyectaste desarrollar tu carrera en otros países?
-Me fui afuera un par de veces, como por ejemplo a filmar Atraco con Guillermo Francella en España; una película a Venezuela, algo en Chile, pero nunca se me cruzó por la cabeza estar lejos de Rufi. Siempre quise que algún día dijeran de mi: “Nico era buen actor”. Jamás quise ser un astro ni tuve la ambición de triunfar en Hollywood. Nada que ver.
-En cambio, la China, la mamá de Rufi, viaja bastante y trabaja en otros países, ¿se ponen de acuerdo rápido en las decisiones relacionadas a la nena?
-Sí, la China va y viene y está todo bien. Siempre tuvimos buena comunicación. Gracias a Dios tenemos una relación hermosa con la China y aprendimos a dar lo mejor, a estar, a complementarnos.
-Y hablando de amores, ¿estás solo o en pareja?
-Yo estoy muy bien, feliz.
-¿Es verdad que aunque la gente te relaciona más con la comedia vos preferís los dramas?
-Me encanta el drama. Es cierto que hice muchas comedias en televisión, pero no en teatro. No hago comparaciones ni menosprecio nada porque me gusta hacer reír también. Es hermoso que me recuerden por tal o cual personaje. A veces me muestran algunas cosas en redes... no sé cómo se llaman, ¿gifts?
-Y vos estás muy lejos de las redes sociales...
-Nunca tuve. No me interesa.
-¿Tenés proyectos?
-Hay algo que puede ser interesante y que tiene que ver, y no tanto, con lo que hago pero no puedo contar nada por ahora. Estoy enfocado en Me duele una mujer porque estoy haciendo algo en lo que creo y en un teatro que me trae muchos recuerdos.
-¿Cuáles?
-Ahí hicimos Algo en común, que me trae muchos recuerdos de mi papá. Fue quien me guió. Era mi fan numero uno y como yo tenía 15 años en ese momento, me pasaba a buscar todos los días por el teatro. Vio todas las funciones, no se perdió ni una, pero se hacía el que llegaba al final de la obra y yo lo veía desde el escenario (ríe). No sé por qué creía que había como un manto y no se lo veía. En ese momento era el Blanca Podestá y hoy es el Multiteatro y cuando entré reconocí los pasillos; los camarines están un poco cambiados, pero era el mismo escenario. Hay un lugar específico que miro y es donde estaba mi viejo. Siento que está siempre en mi vida y hoy más que nunca porque lo reconozco ahí y es algo hermoso. Eso hace que disfrute más.
-Tenés 41 años, ¿pasaste por la crisis de los 40 o te la salteaste?
-Estoy en mi mejor momento. Tengo tiempo para seguir equivocándome, seguir creciendo y para descubrir que hay un montón de cosas que me hacen bien, como correr, estar al aire libre. Es hermosa la sensación. Hace poco corrí mi primera carrera con Rufi en el Obelisco y creo que ni ella ni yo nos vamos a olvidar nunca de eso. Lo lindo de esto es que corrés, llegás y nadie te pregunta cuánto tiempo hiciste. Encontré un lugar que me hace bien, que disfruto, un grupo con el que podemos estar hablando horas de zapatillas, pasar el día tomando mate, ver cómo los árboles se mueven un poco, esperar la hora e ir a buscar a Rufi. Obviamente uno se pone metas y entrena y ahora voy a participar de un triatlón. Es lo que me hace llegar sonriendo al trabajo. No puedo pedir más.