Las dos vidas de Paty Chapoy: ¿tan temible como la pintan o es solo un personaje que interpreta?
Pocas figuras existen en el periodismo de espectáculos mexicano (y en la farándula en general) que tengan tanta influencia y tanto poder de convocatoria y opinión que Paty Chapoy. Ella sí es alguien que deja a los influencers de ahora en pañales, con su colmillo y su experiencia, algo que bien le ha valido el calificativo de temible: suyo es el tipo de poder que puede hacer o deshacer carreras, casi igualando los mejores tiempos del que fuera su mentor, Raúl Velasco.
¿Pero realmente es Paty Chapoy tan temible? ¿Es un ogro? ¿Es la "arpía" —como la han descrito numerosos colegas y artistas que han pasado por el juicio que es 'Ventaneando'— que tanta gente cree? ¿O es solo un personaje que interpreta y que hoy en día es ya completamente imposible de separar de la mujer que existe en la vida real?
Personalmente he coincidido con Patricia Chapoy solo de manera social, en un par de ocasiones, muy espaciadas (por lo mismo, es obvio que no tenga idea de quién soy) lo que ostensiblemente me da un foco más objetivo para analizar esta dicotomía que planteo: en ambas ocasiones (un Festival Acapulco en 2001 y la segunda ocasión en un homenaje póstumo al escritor Rafael Ramírez Heredia, que fue mi maestro y amigo personal de ella y su esposo, Álvaro Dávila, en 2006) la señora fue cordial y amena, muy atenta y esto me desconcertó, no puedo negarlo, ante lo distinta que resultaba en comparación con la imagen pública que le ha dado históricamente su participación en 'Ventaneando'.
Este es, como ustedes saben, el programa de chismorreo más longevo de la televisión en habla hispana (ha durado más incluso que los que se transmiten en España, que copiaron en cierta forma el formato creado por Carmen Armendáriz en 1996) y literalmente ha sobrevivido a todo: desde demandas hasta cambios en su elenco —los únicos que se han mantenido fijos desde el día uno son la Chapoy y el entrañable Pedrito Sola—, a veces con dimes y diretes entre ellos.
Existe, desde luego, toda una leyenda en torno a la Chapoy, fomentada por algunos excolaboradores cercanos, que la han descrito a veces con humor y otras con rencor, como una jefa estricta y a veces, sí, temible. Ahí está el caso de su tirria legendaria versus Gloria de los Ángeles Treviño: son varios los que cuentan cómo, en el momento en que se hizo pública la nota de que Gloria había firmado contrato de exclusividad con Televisa (cuando ya tenía uno apalabrado y prácticamente firmado ya, con Azteca, mismo que Chapoy habría concertado, amiga como fuera en el pasado, del aberrante Sergio Andrade, en un tiempo en el que ni ella ni nadie se imaginaba que el compositor y productor iba a resultar un monstruo), la Chapoy salió de su despacho hecha una furia, clamando: "¡Acaben con ESA mujer! ¡Destrúyanla!" — dando inicio a una voraz cacería mediática que devino en un drama de la vida real de arrestos, controversias, escándalos, tráfico de menores y hasta una niña muerta.
Hoy en día, la Chapoy y la Trevi, aunque han pasado 25 años de eso, no se pueden ver ni en pintura; el pleito legal llegó a sus últimas consecuencias y la derrota de la conductora es algo que no la ha detenido, pero sí fue un revés muy duro, aunque no tambaleó ni tiró su formidable trayectoria ni su peso en redes y medios. Paty Chapoy es más que una veterana, es una figura de poder y quienes conocen el medio, lo saben.
Pero hay, y se dejó ver en una entrevista poco común con el "Escorpión Dorado" (el youtuber Alejandro Montiel), otra Paty. Es decir, el león no necesariamente es como lo pintan. Existe una Paty con mucho sentido del humor y con una insólita empatía, con una sencillez que desconcierta y desarma.
Es la esposa de Álvaro Dávila, el exfutbolista y excantante, desde 1978 y su vida familiar y doméstica es apacible y armoniosa (cosa que uno no esperaría), con una relación cariñosa y muy sólida con sus dos hijos, Rodrigo (músico y vocalista del grupo 'Motel') y Pablo, quien estudió dirección de cine y tiene una productora. Ambos la han hecho abuela, y eso, junto con su acercamiento y desarrollo personal en el budismo, la han llevado a alcanzar un nivel de serenidad espiritual y personal, que contrasta con el a veces estridente y muy amarillo mundo en el que se desenvuelve profesionalmente.
Sigo pensando que Paty Chapoy es temible.
Temible como lo es una fuerza de la naturaleza; pero también, viéndola más de cerca y de un modo objetivo, la hallo admirable, aún si ha cosechado controversias y es una de esas figuras públicas que México disfruta tanto de odiar, quizá como un modo de hacer catarsis.
Creo que sin duda es única, y que el haber sobrevivido y llegado hasta donde está en un mundo decididamente sexista y misógino, desafiando esas circunstancias con elegancia, es digno de encomio, así que sí, hay dos vidas en Patricia Chapoy, y aunque contrastan, hacen de ella un personaje fascinante.