La desgarradora historia de una joven mexicana que vivió años de infierno hasta que un amigo le cambió la vida

Perla Núñez es una activista mexicana de la salud mental. Fue diagnosticada con trastorno bipolar II cuando tenía 27 años. (Foto cortesía Perla Núñez)

La mañana del 8 de mayo de 2012, Perla Núñez lo tenía todo planeado. Fue al hospital para cumplir con sus responsabilidades como estudiante de Medicina y luego se ocultó para quitarse la vida.

Una foto de ese día muestra a una chica hermosa, arreglada y sonriente de 21 años. Nadie en Casimiro Castillo, un pequeño pueblo cercano a la costa pacífica de Jalisco, sospechó que quien estudiaba para salvar vidas solo deseaba morir.

"¿Cómo es que, si estaba decidida a morir, sonreía y me tomaba fotos? Nunca lo digo porque puede sonar mal para quienes afortunadamente no lo han vivido, pero pensar en morir me daba paz. Porque al parecer el sufrimiento eterno acabaría", reflexiona.

Perla sobrevivió, pero pasaron 7 años y otros 10 intentos de suicidio antes de que fuera diagnosticada con trastorno bipolar (TAB) y trastorno límite de la personalidad (TLP).

La vida con una enfermedad que te lleva al límite

El trastorno bipolar es una enfermedad mental crónica que provoca cambios intensos y extremos en el estado de ánimo de Perla y otros 60 millones de personas en el mundo.

Estos bruscos desequilibrios tienen un origen biológico. Su sistema límbico, que es la parte del cerebro que regula las emociones, funciona incorrectamente y por eso Perla comenzó a tener sensaciones y comportamientos erráticos desde los 17 años.

En ese pendular emocional, Perla tiene episodios de depresión y de hipomanías.

"La depresión no es una enfermedad mortal, pero vaya que mata. Ha matado a muchas personas, ha matado relaciones amorosas, ha matado amistades, trabajos, esperanzas. No, la depresión no es una enfermedad mortal, es una enfermedad asesina", dice, e insiste en que estar deprimido no es sinónimo de estar triste porque la depresión es una enfermedad y no un estado de ánimo.

Más de la mitad de las personas con depresión grave no reciben tratamiento, teniendo un mayor riesgo suicida que el resto de la población. (Fuente: OMS)
Más de la mitad de las personas con depresión grave no reciben tratamiento, teniendo un mayor riesgo suicida que el resto de la población. (Fuente: OMS)

Los episodios depresivos pueden llegar de manera inadvertida, sin una causa aparente. Otras veces basta con dejar de tomar la medicación un día, o tener un conflicto personal para que Perla caiga nuevamente en una arena movediza emocional de la que es muy difícil salir.

En esos episodios, que pueden durar meses, se siente incapaz, inquieta, irritable y tiene ganas de romper a llorar sin ningún motivo. La sensación de vacío y dolor es tan profunda que a veces prefiere la muerte a continuar con una existencia que define como miserable.

Cuando las ideas suicidas se intensifican, Perla ha aprendido a aferrarse a la vida con lo que ella denomina "sus anclas", que son motivos poderosos para alejarse de una acción fatal. "Pienso en mis tres perros. ¿Qué sería de ellos si no estoy aquí para cuidarlos y darles de comer. También pienso en el inmenso dolor que le causaría a mi mamá".

La otra cara de la moneda son los episodios hipomaníacos. En esa fase, Perla "se siente la reina de la fiesta". Durante días habla sin parar, duerme muy poco y tiene un nivel de agitación interior tan intenso que la impulsa a exponerse al riesgo, como beber alcohol en exceso, conducir demasiado rápido o la hipersexualidad, que se manifiesta con un brusco aumento de la libido que le hace tener conductas sexuales desenfrenadas. En ocasiones mira fotos de esos momentos y le cuesta reconocerse porque no recuerda nada.

"¿Imaginan lo que es vivir a diario pensando que eres un asco, que no vales nada, no sirves para nada y nadie te quiere? Que cualquier cosa que hagas es inútil. Que eres fea y tonta. No querer salir, no hacer aquello que disfrutabas tanto. Ver la vida en blanco y negro.

O andar haciendo cosas de las que luego te avergüenzas tanto o en las que pusiste en riesgo tu vida o afectaste a otras personas".

"Puede ser una bomba"

La situación de Perla se hace aún más compleja porque también sufre de un trastorno límite de la personalidad (TLP), una condición mental que la hace tener emociones turbulentas e inestables, aunque no esté atravesando un episodio de depresión o hipomanía.

Los científicos no han determinado aún la causa exacta del TLP pero creen que puede ser una mezcla de componentes genéticos con factores familiares y sociales, como el miedo al abandono en la niñez y la adolescencia, una familia disfuncional, o algún tipo de abuso físico o emocional.

Una persona con TLP puede tener un ataque de pánico o ira porque un ser querido llegó tarde a visitarlos. Perciben el retraso como abandono o como una muestra de maldad. Idealizan las relaciones con los otros, colocándolos en el centro de sus vidas, hasta que un pequeño malentendido los hace sentir menospreciados o desilusionados.

Y esos cambios no son solo con los otros sino con ellos mismos. Pueden cambiar súbitamente de objetivos, de valores, de aficiones o de amigos.

"He platicado con otras chavas que tienen los dos trastornos y opinan lo mismo que yo. Si me dieran a elegir no tendría ninguno, pero si me dicen que me tengo que quedar con uno de los dos tendría el bipolar, que ya es bien duro".

Perla a veces no sabe quién es porque al mirarse al espejo no logra distinguirse. También tiende a autolesionarse. "Me he cortado muchas veces el brazo", confiesa.

"La inestabilidad emocional y las relaciones interpersonales jodidas es como el sello del TLP. Y con las emociones al límite, más una depresión causada por el trastorno bipolar, puede ser una bomba".

En México, 18 personas mueren por lesiones autoinfligidas cada día. (Fuente: Estadísticas del INEGI correspondientes al año 2019)
En México, 18 personas mueren por lesiones autoinfligidas cada día. (Fuente: Estadísticas del INEGI correspondientes al año 2019)

La S impronunciable de suicidio

La historia de Perla es un reflejo de la incomprensión social de la salud mental y de las severas deficiencias del sistema de salud pública de México, donde el suicidio es un grave problema.

Al menos 7,225 mexicanos se quitaron la vida en 2019. Esa cifra es exorbitante si la comparamos con las estadísticas de 1991, cuando el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) registró 1,941 suicidios, según un informe del Centro de Excelencia para Información Estadística de Gobierno, Seguridad Pública, Victimización y Justicia (CdE).

Las autoridades mexicanas aún no han informado las cifras consolidadas del 2020, pero la directora de Desarrollo de Modelos de Salud Mental del Consejo Nacional de Salud Mental, Diana Iris Tedajilla, dijo a Televisa que los intentos de suicidio en México aumentaron un 17% en relación al 2019 debido a la pandemia.

Y aunque el suicidio es una de las principales causas de muerte de los jóvenes mexicanos, solo superada por los homicidios y los accidentes de tránsito, en México sigue siendo un gran tabú.

El 41% de los casos de suicidio en 2019 involucró a personas entre 15 a 29 años, la edad en la que Perla comenzó a lesionarse. Otro dato ilustrativo de la orfandad de los que padecen de depresión es que Jalisco, donde nació y reside Perla, es la segunda entidad federal con más de 500 suicidios anuales. La primera es Ciudad de México y la tercera Guanajuato.

Lo triste es que después de su primer intento de suicidio, Perla aprendió en carne propia que a su alrededor no existía una red diseñada para salvarle la vida.

"Hasta dónde llega la ignorancia que ni eso (el intento de suicidio) llamó la atención de nadie. Pensaron que era un berrinche. Decían que lo único que quería era que me vinieran a ver".

Muchos países de América Latina no invierten lo suficiente en la atención de la salud mental. Entre los que menos psiquiatras tienen en la región está México, donde la mayoría de las ciudades están gravemente desatendidas. (Fuente OECD y OMS)
Muchos países de América Latina no invierten lo suficiente en la atención de la salud mental. Entre los que menos psiquiatras tienen en la región está México, donde la mayoría de las ciudades están gravemente desatendidas. (Fuente OECD y OMS)

Para 2017 el deterioro psíquico y físico de Perla era total.

"Tuve otro intento de suicidio y fue más aparatoso. Allí fue cuando mi familia dijo 'aquí hay algo que no anda bien' y me llevaron al psiquiatra casi a rastras".

El laberinto de la asistencia psiquiátrica

Los primeros intentos de Perla por encontrar ayuda psiquiátrica fueron fallidos. Primero se topó con la indiferencia de una psicóloga que desestimó la gravedad de su situación y luego inició un tratamiento con el que nunca sintió mejoría.

Hasta que acudió a un psiquiatra reconocido en Guadalajara, la capital de Jalisco, que comprendió su caso y la ayudó a mejorar.

"El médico confirmó que tenía trastorno bipolar pero estaba mal medicada. Me quitó las 14 pastillas que tomaba, me dio un tratamiento nuevo y comencé a mejorar. Con la pura medicina comencé a ser yo, a recuperarme".

Pero acudir a las consultas no era cosa fácil. Para llegar a Guadalajara desde Casimiro de Castillo hay que viajar unas 4 horas y media, y luego el mismo tiempo de regreso. Y Perla no podía ir sola. Una de sus hermanas pedía permiso en su trabajo para acompañarla, y entre el transporte, la comida y la consulta gastaban casi 5,000 pesos (unos 250 dólares) por viaje, equivalentes a unos 40 días de salario mínimo en México.

Perla se siente afortunada porque desde que su familia comprendió que su tratamiento era necesario nunca le ha faltado ayuda. Tiene cuatro hermanos profesionales que la han apoyado con los gastos. Pero la vergüenza de ser dependiente, las dificultades logísticas y una nueva mejoría fueron buenas excusas para abandonar el tratamiento.

"Dejar el medicamento psiquiátrico de un día para otro es un gran error. Me fui para abajo. Tuve una crisis muy fea donde de nuevo intenté suicidarme, estuve en el hospital sin responder. Allí una psicóloga me vio y le dije que no la necesitaba. En ese momento de crisis profunda yo no quería ayuda, lo único que me interesaba era morir".

En muchos países de América Latina, la cantidad de enfermeros especializados en atención de la salud mental aún es muy baja. (Fuentes: OECD y OMS)
En muchos países de América Latina, la cantidad de enfermeros especializados en atención de la salud mental aún es muy baja. (Fuentes: OECD y OMS)

El drama de la enfermedad mental en México

Y así fue como Perla volvió a estar a la deriva. Y no solo Perla, sino los miles de mexicanos con problemas de salud mental que habitan en el interior, donde la atención psiquiátrica está profundamente desasistida.

En un país de 126 millones de habitantes tan solo hay 4,600 psiquiatras, es decir, solo una cuarta parte de los 12,000 especialistas que serían necesarios para atender el bienestar emocional de los mexicanos.

La indefensión se profundiza porque el sistema de salud pública de México no está diseñado para atender problemas mentales en los centros de atención primaria sino en hospitales psiquiátricos especializados, que están ubicados en los principales centros urbanos.

Y del total de psiquiatras colegiados, solo 1,400 trabajan en hospitales públicos, que deja al país con un déficit de psiquiatras que alcanzaría hasta el 90% del requerimiento real, según Jeremy Bernardo Cruz, miembro de la Asociación Psicoanalítica Mexicana.

“Definitivamente no hay abordaje de la salud mental en el primer nivel de atención, ni en zonas rurales y suburbanas”, dijo el psiquiatra a un diario local.

La atención privada es prácticamente la única opción en México, pero excluye al grueso de la población que se encuentra sumida en la pobreza.

Una consulta psiquiátrica en México cuesta entre 900 y 1,500 pesos (de 45 a 75 dólares), mientras que los honorarios de un psicólogo varían entre 500 y 900 pesos (de 25 a 45 dólares). En la actualidad, el salario mínimo es de 141.70 pesos diarios (unos 7.10 dólares). Eso significa que una persona que gane un sueldo mínimo tendría que invertir 3.5 días de sueldo para asistir a una consulta del psicólogo más barato, pero si tiene que ir al psiquiatra le costaría casi una semana de salario.

El costo de los fármacos varía dependiendo de la afección. Pero Paloma, una mujer de 34 años residente en Cancún que padece TAB al igual que Perla, gasta entre 2,500 y 3,500 pesos (entre 128 y 178 dólares) mensuales en medicamentos.

Y para rematar, la inmensa mayoría de los seguros médicos en México no cubren enfermedades mentales.

Otra arista del problema es que solo el 4% de los conocimientos impartidos a los estudiantes de Medicina están relacionados con la salud mental y que a este tema solo le dedican un semestre de los siete años de formación académica.

Eso explica por qué un trastorno mental tan severo como el de Perla pasó desapercibido durante tanto tiempo dentro de su comunidad médica.

"¿Por qué no me diagnosticaron allí? Pues uno, porque allí no había psiquiatra. Dos, porque yo nunca decía lo que me pasaba y nadie allí nunca notó la depresión. Nunca. Menos las hipomanías. La verdad es que hay mucha ignorancia en cuanto a salud mental o indiferencia, no sé. No sé si ambas vayan de la mano", explicó.

"¿Así se siente sentirse bien?"

Perla conoció la estabilidad en 2018, cuando un antiguo compañero de la Facultad de Medicina regresó a México después de haber estudiado en Rusia una especialización en psiquiatría.

El doctor Sergio Alberto Pérez Regín la convenció de que para salvar su vida necesitaba seguir un tratamiento médico. Y aunque su consultorio en Ciudad Guzmán tampoco queda a la vuelta de la esquina, las consultas periódicas han sido posibles gracias a la telemedicina.

"Estuve al menos 10 años pensando día y noche en morir. Un día Sergio me agarró de buenas y me convenció. Comenzamos las consultas. Me medicó y a las dos o tres semanas comencé a mejorar y me preguntaba '¿Así se siente sentirse bien?'".

Perla cuenta que Pérez Regín fue el primer psiquiatra en explicarle verdaderamente cómo es un tratamiento psiquiátrico. Que los medicamentos no funcionan en media hora como un analgésico. Que es necesario esperar que el organismo "se impregne" del medicamento para comenzar a sentir los efectos.

Durante las dos primeras semanas, Perla sintió varios efectos adversos como náuseas, mucha somnolencia, dolor de cabeza y un tipo de hipotensión que le producía mareos y no le permitía levantarse de la cama.

Pero la confianza en su psiquiatra la hizo persistir hasta que los malestares físicos pasaron y apareció la tan anhelada tranquilidad y estabilidad. La eutimia, el término médico que define los períodos de bienestar, es una palabra que a Perla le gusta mencionar porque es la meta de todos los que sufren un trastorno mental.

La importancia del apoyo social

Perla agradece a su psiquiatra y a los miembros de la comunidad online la franqueza y la normalidad con la que hablan de las situaciones que les suceden a diario y que son muy difíciles de explicar a una persona "normal".

"¿Cómo le explico a la gente que cuando alucino me siento un fierro?", bromeaba en unos de los posts de su perfil de Instagram, que ha cerrado para concentrarse en su recuperación.

Es consciente de que su enfermedad mental no desaparecerá y que seguirá teniendo crisis aunque esté medicada, pero también sabe que si sigue el tratamiento al pie de la letra cada vez serán más leves y menos frecuentes.

Por eso ahora dedica gran parte de su tiempo a dar la cara por las personas que sufren de trastorno bipolar, explicando sus vivencias y conversando en vivo con otras personas que han transitado el mismo camino.

Y su mensaje es muy claro: "El trastorno bipolar es una enfermedad mental que hay que tratar con fármacos y psicoterapia. A mí me han salvado la vida".

Este artículo es parte de una serie de Yahoo sobre Salud Mental que se propone a ayudar a quienes hoy viven en las sombras a transitar el camino hacia la recuperación

Si tú o alguien que conoces está considerando quitarse la vida, contacta inmediatamente con tu Línea Nacional de Prevención al Suicidio:

México: (55) 5259-8121, o visita http://www.saptel.org.mx/

EEUU: 1-800-273-TALK (8255), o visita suicidepreventionlifeline.org

Argentina: 135 (línea gratuita) (011)5275-1135 o visita https://www.casbuenosaires.org.ar/

España: 911 385 385 o visita https://www.telefonocontraelsuicidio.org/ También 717 003 717 o visita https://telefonodelaesperanza.org/

Colombia: Bogotá 106, Cali 106, Medellín 125, Cundinamarca 123, Cartagena 125, Boyacá 106