Quentin Tarantino y la musa arrolladora de su última película
Quentin Tarantino lleva varios años tentando a sus fans y al mundo del cine con el final de su carrera como director. Porque si bien sus películas forman parte de la cultura cinéfila del mundo y es uno de los autores modernos más influyentes del séptimo arte, planea concluir su filmografía cuando llegue a su décima película. O se jubile al cumplir los 60. Teniendo en cuenta que Había una vez… en Hollywood (2019) fue la novena (cuando contamos las dos partes de Kill Bill como una) y que entrará en la década número seis de su vida a finales de marzo, no quedaba mucho tiempo para cumplir su palabra. Pero parece que el cineasta tiene previsto seguir con su plan a rajatabla y con un proyecto inspirado en una musa arrolladora de la historia del cine.
Es decir, ya no hace falta hacer conjeturas imaginando si la décima película del director de Tiempos violentos será su proyecto soñado con una película de Star Trek o una tercera parte de Kill Bill. Porque según The Hollywood Reporter, Quentin Tarantino se encuentra ultimando detalles para rodar y dirigir su última película en otoño de este año. Y si bien los detalles se mantienen bajo llave, fuentes consultadas por la publicación afirman que se trata de una historia que transcurrirá a finales de 1970s y con una mujer como protagonista. La cinta se titularía The Movie Critic y esa protagonista podría ser una de las mujeres más temidas del cine durante décadas.
Según THR, es posible que la historia se centre en Pauline Kael, uno de los críticos de cine más influyentes de la historia, conocida por su ingenio mordaz y por hacer de cada crítica un ensayo de opinión de lo más personal. Con excepción del popular Roger Ebert, no hubo otro crítico de cine tan influyente como ella en la segunda mitad del siglo XX. Sus palabras y opiniones volcadas en The New Yorker podían ser dagas directas al corazón de los hombres más poderosos de Hollywood. Como John Cassavettes que tras quedarse dolido por haber escrito que su película Rostros (1968) era “estúpida, primitiva y mal actuada” le habría robado los zapatos cuando compartían el mismo auto de camino a una ceremonia y arrojado a las calles de Manhattan en movimiento (Fuente: The New Yorker). O Clint Eastwood, que harto de que destrozara sus películas, incluyó una escena en la última película de Dirty Harry, Sala de espera al infierno (1988), donde una crítica de cine -con aires calcados a Pauline- era asesinada. Pero antes, el asesino que se creía director de cine, le preguntaba “¿Te gustan mis películas?”
Nacida el 19 de junio de 1919 en Petaluma, California, Pauline Kael era mujer, madre soltera e hija de granjeros polacos. Entró en el mundo de la crítica cinematográfica de casualidad cuando el editor de la revista City Lights, Peter D. Martin, la escuchó hablando de cine con una amiga. Un medio llevó a otro y su carrera se disparó entre publicaciones, radio y libros con sus opiniones cinematográficas. Sin embargo, su popularidad subió como la espuma al llegar a The New Yorker, donde tuvo libertad y espacio para expandir su voz, estilo e influencia. Porque no solo publicaba críticas, sino que también escribía ensayos sobre la experiencia de ir al cine, criticando al público por la falta de interés en explorar películas menos populares.
A través de la información que publica THR es posible que la última película de Quentin Tarantino se centre en un capítulo puntual de su vida: cuando Pauline Kael se mudó a Hollywood con un contrato con Paramount Pictures influenciado por Warren Beatty. Según el libro biográfico Pauline Keal: A Life in the Dark de Brian Kellow, pasó varios meses trabajando como consultora creativa para el estudio, solo para volver a su hogar en Nueva York buscando el poder que Hollywood le había arrebatado.
Según un extracto del libro publicado por The Hollywood Reporter en 2011, Pauline se acercaba a los 60 años y estaba preocupada por el futuro económico que podía dejarle a su única hija, dado que su salario con la revista solo cubría medio año (ella escribía 6 meses, alternándose con Penelope Gilliatt). Pero entonces llegó la propuesta que podía cambiarle la vida con un contrato que le pagaría $150.000 al año. Su primer proyecto era Love and money de James Toback y si alguna de las películas en las que trabajaba se producían, entonces su salario subiría a los $175.000 por la segunda película y a $200.000 por la tercera, etc.
Pero su llegada a Hollywood no fue lo que esperaba. “El proceso de armar una película involucraba a muchas más personas e ideas, y ella no estaba acostumbrada a una mezcla tan compleja de opiniones y puntos de vista del personal creativo, de marketing y de comercialización” explica el autor para contextualizar los enfrentamientos que tuvo la escritora con ejecutivos de la industria. Además, sus choques constantes con Toback derivaron en que Warren Beatty accediera a retirarla de su primer proyecto.
Pauline siguió en Hollywood unos meses más con un cambio de contrato con Paramount, recibiendo $50.000 a cambio de sugerir ideas, directores, actores, etc. en diferentes proyectos. Sin embargo, la visión de Pauline no coincidía con el mandato del vicepresidente senior de producción global del estudio, Donald Simpson, quien creía -e impuso- la idea de que un blockbuster no necesitaba planificación extensa sino que todo podía surgir de una simple idea. Además, según el libro citado, Pauline estaba horrorizada por el comportamiento de algunos ejecutivos, particularmente en una sesión de casting, en la que fue testigo de una selección de fotos de actrices divididas en dos pilas, entre las que llevarían a la cama y las que no.
Pauline había pensado que Hollywood iba a estar interesado en sus opiniones, tanto como lo habían hecho cuando escribía sus críticas. Pero no fue el caso y cinco meses después no renovó su contrato y volvió a The New Yorker a seguir repartiendo sus visiones cinematográficas.
Al parecer, Quentin Tarantino tendría una debilidad y respeto especial por Pauline Kael, tras decir que solía leer sus críticas vorazmente cuando era más joven, siendo una mujer “tan influyente como cualquier otro director en ayudarme a desarrollar mi estética” (Time, 1994). Lo que nos hace imaginar que podríamos estar una película personal para el cineasta, donde no solo puede rendir homenaje a la historia del cine que tanto ama, sino ahondar una vez más en sus propias influencias como parte de su legado cinematográfico. Y qué mejor que con esta mujer que dejó su huella a su manera.
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