'Selena', la serie donde la reina del Tex-Mex no es más que un fantasma hermoso y encantador
La terrible tragedia de la muerte de Selena Quintanilla Pérez, que se ha convertido en una leyenda, sigue generando reacciones en el público que la amó, incluso 25 años después de ese día soleado en Corpus Christi, cuando la joven de 24 años fue asesinada por la presidenta de su club de fans que se había ganado su confianza para trabajar con ella y después la traicionó, baleándola en un motel.
Para millones de devotos, la afable y sonriente estrella y pionera de la música tejana fue un ángel, literalmente, enviado desde el cielo para traer alegría, levantar corazones y demostrar el poder del amor.
En algunos frentes, su muerte es más que una tragedia, y hay quienes la ven, como le pasa también a la trágica Sharon Tate (brutalmente asesinada en 1969 y homenajeada en la más reciente cinta de Quentin Tarantino, encarnada por Margot Robbie), más como una mártir que como una persona y en cierta forma, la intérprete de “Si una vez” ha sido prácticamente canonizada por quienes la admiran, en un paralelo similar al caso de la princesa Diana de Gales, cuya humanidad le fuera arrebatada por su muerte accidental y que había sido tratada más como una santa, hasta que en esta temporada “The Crown” la mostró más como una mujer joven y desesperada.
Muchos esperaban que esta serie de Netflix se diera a la tarea de hacer una exploración de este tipo sobre Selena, pero al menos en los nueve episodios de la primera parte de “Selena: la serie”, esto no sucede realmente. Pese a la deslumbrante interpretación de Christian Serratos (Rosita Espinosa en “The Walking Dead”) como la menor de los hijos de Abraham Quintanilla, cuya niñez y adolescencia se exploran en estos capítulos, donde el personaje opera más como un pretexto para contar su historia, que como una partícipe activa en la narración.
Quizá esto se deba precisamente al hecho de que ella murió tan joven y fue necesaria esta serie de episodios para poner al personaje en contexto de la historia (algo similar sucedió con la cinta biográfica de 1997, con Jennifer López y Edward James Olmos), pero nueve capítulos de prólogo, para construir un personaje y alcanzar un moméntum se sienten muy forzados y pueden poner a prueba la paciencia de los espectadores que no pertenezcan al grupo de fans totales de Selena. Esos que han consumido todos los productos que narran esta historia –incluyendo algunos realmente terribles como “El secreto”, que básicamente se dedicó a la explotación del morbo, y no mostró de manera tridimensional a la joven.
Estos primeros nueve episodios giran más en torno a los esfuerzos de la familia Quintanilla por establecerse en Texas y el proceso creativo que derivó en la creación de Los Dinos, la banda de A.B. Quintanilla que acabaría siendo el acompañamiento de Selena.
Esto está muy bien, pero lo que falta es un sentido de la existencia de la propia cantante. Está ahí, y Christian Serratos es una réplica impresionante, pero algo falta. Se ve a Selena, pero no se siente a Selena. La serie se toma su tiempo con los demás miembros del clan, y, sobre todo, el enérgico e intransigente padre no descansó hasta convertir a Selena en una estrella, pero por lo demás, cuando se trata de explorar a la mujer que da título y razón de ser del programa, no revela casi nada sobre la artista misma que los fanáticos no supieran ya, a través de tanto que se ha escrito y realizado acerca de ella.
Esto no significa que la serie sea mala o mediocre. No lo es, para nada. De hecho, está bien realizada y es bastante entretenida, al nivel que una telenovela de buena factura es entretenida.
Es solo que falta la sustancia, el profundizar en la verdadera esencia del personaje tan importante en la historia de la música en los últimos 30 años.
Se supone que es la historia de Selena, por lo que dedicarse tanto a los personajes de la familia y el grupo, puede resultar frustrante y solo queda esperar que los siguientes 9 episodios (que ya están grabados y se estrenan en 2021) se enfoquen más en ella, que es el punto de verdadero interés; a mí como espectador me interesa saber acerca de ella, qué la inspira, qué la mueve, no las tribulaciones o celos de sus hermanos. Esos personajes, a nivel personal no me importan y cada minuto que se pasa con ellos es uno que no se pasa con Selena, y que se pierde (un poco como lo que me pasa cuando veo “The Crown” y se dedican al príncipe Carlos, que no me interesa conocer más de lo que ya le sé, en vez de mostrarme más de la princesa Ana, que realmente deseo conocer más, porque me parece fascinante) inevitablemente. Quiero más Selena y más Christian Serratos y menos A.B., Suzette y demás retratos imaginarios de personas ostensiblemente reales.
Lo que quiero decir es esto: historias de grupos musicales que buscan la fama y la encuentran con conflicto, hay muchas y de todo tipo, mientras que historias con el potencial de pasión y tragedia de Selena, son pocas.
Es una verdadera pena desperdiciar tanto a la actriz como al icónico personaje y la oportunidad de mostrarla con matices de realidad, y no como una figura a través de una pantalla de cristal; como una versión autorizada por su familia (que parcialmente produce la serie), alejándola de cualquier viso de realidad, excepto por los momentos dramáticos que ya se vieron antes en cine, en otras series y hasta en un fallido espectáculo de teatro musical.
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Ricardo Chavira, en su interpretación de Abraham Quintanilla, es entregado y firme, lo hace muy bien –el actor tiene experiencia haciendo de tipos duros, basta recordar sus diversos giros en “Desperate Housewives”– y es convincente de una manera casi inquietante. Aunque se sospecha que Quintanilla en la vida real debió ser mucho más tremendo, pasando del padre amoroso al “Svengali” exigente y hasta cruel, que ve a su hija primero como un talento y después como una especie de máquina para hacer dinero a la qué explotar.
Ciertamente los momentos más emocionantes de la serie son cuando Christian Serratos se convierte en Selena. Recrea de manera impecable todos los giros, movimientos de baile y la amplia sonrisa pícara de la verdadera Selena. De hecho, Serratos parece estar casi canalizándola en cada número musical. El programa usa sabiamente la voz real de Selena para la mayoría de estos momentos haciendo lip-sync, pero la propia voz de Serratos se integra a la perfección en las escenas en las que se entona a cappella, y hay un detalle especial en ver a Serratos iluminarse desde adentro como lo hizo Selena.
Irónicamente, el defecto peor del programa es la ausencia de la voz de Selena como personaje. Falta la perspectiva de Selena.
Por ejemplo, Suzette (Noemi González) le dice a la familia que Selena está molesta con su maquillaje durante su primera sesión fotográfica del álbum de EMI, pero no vemos a la propia Selena lidiando con la apariencia. Apenas se aborda su vida interior. Sí, eventualmente llega a tener un crush por el guitarrista Chris Perez (un muy eficiente Jesse Posey) y sueña con ser diseñadora de modas, pero estos detalles se exploran muy superficialmente, mientras que se desperdicia tiempo precioso en mostrar el choque de personalidades entre Abraham padre y A. B., algo que finalmente no debería opacar lo importante de lo que nos interesa ver.
Con todo, ‘Selena: la serie’ es buen entretenimiento, sí, pero, por las razones antes citadas, se siente como una oportunidad perdida. Tal como está, tristemente, Selena no es –al menos en estos 9 capítulos– el personaje central de su propia serie, sino el hermoso y encantador fantasma de una mujer cuya vida se truncó antes de que ella pudiera opinar y decidir sobre el manejo de su imagen y de su propio legado.
Esperemos que esto cambie en los próximos 9 capítulos, aunque si hay algo que deja buen sabor de boca es la actuación de Christian Serratos, que es razón suficiente para aventurarse en esta nueva (aunque no muy fresca) versión de este cuento de hadas que se rompió para siempre.
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