Sharon Stone luchó contra el menosprecio de Hollywood desafiando a los Óscar
Sharon Stone será una de las estrellas más reconocidas de Hollywood, dueña de una filmografía variopinta, una belleza singular y flamante nominada al Óscar hace 25 años. Sin embargo, el título de sex-symbol que ganó con Bajos instintos la llevó a ser víctima del menosprecio de su propia industria, viéndose obligada a forzar la mano de su jugada profesional para imponerse a toda costa.
La actriz de 64 años -que sumará otra primavera el 10 de marzo- estuvo nominada a los premios de la Academia en una sola ocasión. Fue por su trabajo en Casino de Martin Scorsese, compitiendo en la categoría de Mejor Actriz contra Emma Thompson (Sentido y sensibilidad), Meryl Streep (Los puentes de Madison), Elisabeth Shue (Leaving Las Vegas) y Susan Sarandon (Pena de muerte), quien finalmente se llevó la estatuilla a casa. No obstante, si consiguió la candidatura fue gracias a su propia apuesta personal. Porque los responsables querían que hiciera campaña como Mejor Actriz Secundaria dado que, de esa manera, creían que tenía la victoria asegurada. Pero la actriz se negó. Sabía que su trabajo era de protagonista. Que era el momento de reivindicar su lugar.
“Me dijeron ‘Podemos ir por Actriz Secundaria y ganarías el Óscar. No puedes ganar como protagonista femenina, nunca van a dejar que ganes el Óscar a mejor actriz’ porque era yo” explicó Stone en el podcast Table for two with Bruce Bozzi (vía Indiewire), haciendo referencia a su reputación tres años después de Bajos instintos. Una película que fue un éxito de taquilla pero que estuvo teñida por la controversia debido la sexualidad y violencia gráfica, las protestas de la comunidad lésbica por la representación despiadada de la mujer bisexual, y, por supuesto, la famosa escena del cruce de piernas que Stone señaló de haberse realizado sin que le advirtieran previamente. Pero, sobre todo, Bajos instintos la colocó bajo un encasillamiento de femme fatale que todavía le persigue. Como si tuviera menos mérito que otro tipo de personajes.
Pero ella se impuso. Era la protagonista del thriller de Scorsese y, si iba a hacer campaña para la temporada de premios, sería como tal. “Me dijeron ‘pero no vas a ganar’” recuerda la actriz. “Y les dije ‘No me importa. No estoy en esto para ganar, no se trata de eso’. Se trata del trabajo que hice durante cinco meses con Robert De Niro, Joe Pesci y James Wood. Hice el trabajo así que voy a estar en la categoría correspondiente”.
Sharon hizo campaña y consiguió estar nominada al Óscar y al Globo de Oro a Mejor Actriz, contradiciendo el deseo de los responsables implicados que veían más posibilidades si rebajaba su posición. Ganó el Globo de Oro, sorprendiéndose hasta ella misma al subir al escenario, al estar convencida de que jamás lo ganaría. En su discurso incluso dijo que su victoria “era un milagro”, después de llevar 19 años esperando ese momento.
Sin embargo, no le sorprendió que la estatuilla de la Academia fuera para Susan Sarandon porque era consciente de la etiqueta que cargaba en su industria. “No esperaba ganar el Óscar porque la gente no piensa en mí como una actriz” dijo, asegurando que es consciente de que su negocio no la considera una actriz seria porque no se pasea hablando de su arte a los cuatro vientos.
Nacida en Pensilvania en 1958, Sharon Stone creció en una comunidad granjera rodeada de otros 87 niños en su clase escolar. “Tenía un sueño muy grande que creció viendo películas en blanco y negro en un televisor con tres canales” recordó hace unos años a MSNBC. Comenzó a labrar su camino como modelo para, poco a poco, escalar peldaños en el cine y televisión como actriz. Paul Verhoeven la puso en el mapa de las estrellas como la esposa letal de Arnold Schwarzenegger en El vengador del futuro (1990) y tres años más tarde el mismo director la consagraba como sex symbol. Sin embargo, su talento quedó teñido por el fenómeno del personaje. “No soy la persona que la gente elije” añadió en referencia a su reputación entre sus colegas en Hollywood.
Resulta increíble que su magnífico trabajo en Casino se viera empañado por las etiquetas que creó un personaje icónico, pero del pasado. Después de todo, los personajes van y vienen en la carrera de un actor. Los interpretan y los sueltan ante las cámaras para luego pasar a otro proyecto, sin embargo, tuvo que arrastrar el legado de Bajos instintos como si fuera una letra escarlata. Por ejemplo, contó que poco antes del estreno del thriller erótico, ningún estilista quiso vestirla para la ceremonia cuando la Academia la invitó a presentar un premio, yendo a la gala con un mono de polyester que se compró ella misma. Es más, cuando asistió a la ceremonia de 1996 por su candidatura, asistió vistiendo una polera de Gap, optando por un estilismo de pie de calle que generó conversación en todo el mundo pero, sobre todo, le sirvió para demostrar que no estaba allí por el glamur de la noche y los vestidos de diseñador. Que iba para que la tomaran en serio.
Incluso recuerda haber escuchado risas cuando se leyó su nombre entre las nominadas a Mejor Actriz en los Globos de Oro de 1993, cuando competía por Bajos instintos. “¡Fue horrible! ¡Me sentía humillada! Y pensé ‘¿Alguien tiene idea de lo difícil que fue interpretar ese personaje? ¿De lo desgarrador y aterrador, y cuánto trabajo supuso interpretar este papel correctamente y tratar de llevar el peso de esta película compleja que realmente estaba rompiendo todos los límites, y todo el mundo protestaba en contra? ¿Y la presión?”
El tiempo pasó y a pesar de todo, a Sharon Stone le encanta tener a Casino como parte de su historia, sintiéndose “bendecida” por su papel de estafadora y haber trabajado con “los mejores actores del negocio” -Robert De Niro y Joe Pesci- y “el mejor director de todos los tiempos” -Martin Scorsese-. “Amo esa película. Amo a esos chicos. Amo el guion de Nick Pileggi, amo a esa gente” sentenció.
En resumen, Sharon Stone pudo haber ganado el Óscar si hubiera aceptado jugar en ligas secundarias. Pero estaba cansada de que no la tomaran en serio. Apostó por creer en sí misma, dándole más valor a su lugar como actriz que a cualquier estatuilla.
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