La temporada del Colón: austeridad radical, un dúo de estrellas y varias reposiciones
El anuncio de la temporada 2024 del Teatro Colón se hizo esperar, y ahora, una vez presentada la programación, no sería fácil concluir que la espera valiera tanto la pena. Claro que esta conclusión comporta una expectativa. Habrá quien celebre que se le sirva en el mismo año Ariadna en Naxos, de Richard Strauss; Carmen, de Georges Bizet; Turandot, de Giacomo Puccini, y Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi. También es claro que la satisfacción de estos abonados (y de los asistentes que no lo son) pide que se busque el equilibrio con la de quienes esperarían otros títulos. Pero además, de los siete títulos de la temporada lírica (que pueden ser ocho si se añade Einstein on the Beach, de Philip Glass, en el programa Colón Contemporáneo), cuatro son reposiciones, a veces de puestas muy recientes, del año pasado.
En realidad, la temporada 2024 del Colón es casi una temporada de emergencia, de una austeridad radical que no puede ni pretende disimularse . La presentación está precedida por unas palabras de Jorge Telerman, director general y artístico del teatro. Dice allí Telerman: “El presente impone una mayor austeridad. La respuesta del Colón es mirar a su patrimonio, no como un objeto de museo sino como el sostén y la fuerza sobre la que se edifica… Este año, algunas de las grandes producciones de ópera recientes volverán a ver la luz, como parte de la revalorización de nuestro repertorio.” Pasado en limpio: no hay plata.
Así las cosas, la temporada lírica se inicia el viernes 12 de abril con la reposición de Ariadna en la versión que Marcelo Lombardero hizo en 2019, ahora con dirección musical de Günter Neuhold y Carla Filipcic Holm en el papel principal. El centenario de la muerte de Puccini será conmemorado en mayo con otra reposición, la de Roberto Oswald para Turandot, cuya parte musical estará este año a cargo de Carlos Vieu, y tendrá a Martina Serafín como Turandot, a Jaquelina Livieri como Liù y a Marcelo Puente como Calaf. La tercera reposición será en agosto, cuando suba la versión de El cónsul, de Menotti, imaginada por Rubén Szuchmacher. Entre los estrenos, se cuentan (en julio) la puesta -muy discutida y varias veces revisada- que hizo de Carmen Calixto Bieito; Aurora, de Héctor Panizza, en septiembre, con dirección escénica de Betty Gambartes y Daniela Tabernig en el papel principal, y Orfeo en los infiernos, de Jacques Offenbach (en noviembre), con dirección musical de Christian Baldini y puesta de Pablo Maritano, y por fin, en noviembre, Un ballo in maschera, de Verdi, en una nueva puesta de Rita Cosentino.
Hay que agregar a los títulos líricos una reposición más, la de Martín Bauer de Einstein on the Beach, de Glass (en abril), y el estreno en agosto de Kassandr(x), ópera de cámara con libreto de Sergio Blanco y música de Pablo Ortiz, que es el resultado de un encargo del Centro de Experimentación del Colón y de la Escena Alternativa de la Ópera Nacional de Grecia.
Por el lado internacional -el nervio dolarizado y por lo tanto el más sensible al dolor del recorte- hay que señalar sin embargo la persistencia del Festival Argerich (del 3 al 18 de agosto) y el regreso de la pianista china Yuja Wang (había tocado ya en Buenos Aires en 2018, invitada entonces por el Mozarteum Argentino). Pero también en este caso estamos un poco a ciegas, porque, si bien la actuación de Yuja Wang está prevista para el 11 de marzo, el programa está todavía indefinido, lo mismo que el del Festival Argerich, del que lo único seguro es que volverá Charles Dutoit.
Los ciclos de conciertos, tanto de la Filarmónica como de la Estable, tendrán dos homenajes insoslayables: a Anton Bruckner (por el bicentenario de su nacimiento) y a Arnold Schönberg (se cumplen 150 años también del nacimiento). En el primer caso, se oirá la Sinfonía n°4, dirigida por Fabio Mechetti; en el segundo, Alejo Pérez dirigirá los Gurrelieder. Con todo, son todavía varios los solistas y los directores que siguen sin anunciarse, sobre todo en los conciertos de la Filarmónica.
Esta temporada entera se presenta, en la estela de la pieza de Panizza, con el nombre de “La Aurora”. Cierto, la aurora no es ya la noche cerrada, pero parece que todavía tampoco el claro día.
La danza abrirá el telón
Ni más ni menos: serán cinco programas, como el año pasado o el anterior, los que conformarán en 2024 la temporada del Ballet Estable. No sin destacar que, esta vez, le toca a la danza abrir el telón del año en la sala mayor del Teatro Colón. El primer título con el que oficialmente comenzará la actividad, el 12 de marzo, es Carmina Burana, obra del coreógrafo Mauricio Wainrot sobre la cantata de Carl Orff que, coincidentemente, está cumpliendo 25 desde su estreno en Bélgica y que tan bien conocemos. La vimos en el Teatro San Martín, en el Luna Park, hasta en el Obelisco. Pero, al menos en Buenos Aires, todavía no se había presentado así, como ahora: con bailarines, orquesta y coros en vivo. De modo que con todos los elencos de la casa en el escenario, en el foso y en los palcos, estás once funciones traerán de algún modo una nueva experiencia -como se ha hecho en Uruguay (de hecho, del Sodre proviene la producción) o más recientemente en San Juan-. Decíamos en una nota de principios de año, cuando anticipamos que este sería un imperdible: “Ya se oye la célebre “Fortuna imperatrix mundi”.
Por la senda del repertorio clásico continuará la temporada, con la siempre esperada visita de Marianela Núñez, la argentina que lleva la corona del Royal Ballet de Londres. Regresará en junio para hacer La Bella Durmiente, en versión del director de la compañía, Mario Galizzi. Entre los críticos y los balletómanos –no solo de aquí ni de Sudamérica, sino de manera global- hay consenso sobre la excepcionalidad de Núñez en el rol de Aurora; quien no lo haya comprobado, podrá hacerlo en tres de las diez funciones agendadas (13, 23 y 25). En esta oportunidad, su partenaire será un bailarín del Estable.
La bisagra del año, como es habitual, estará dada en agosto por un programa mixto: tres obras que irán de la pura escuela francesa de Suite en Blanc, de Serge Lifar –gran desafío técnico que vimos sortear el año pasado- a un regreso que todas las generaciones de bailarines argentinos han querido bailar, el Adagietto de Mahler, en versión del gran Oscar Araiz. Cierra el tríptico Bolero X (2023), una novedad del coreógrafo de Tel Aviv Shahar Binyamini (discípulo de Ohad Naharin y el Gaga Movement), con torsos desnudos y ondulantes sobre la insistente música de Ravel.
Giselle, romántico de románticos, que siempre revive desde su primera vez en 1841, lo hará una vez más en la versión de Gustavo Mollajoli que habitualmente hace el Colón. Con repartos locales, están previstas nueve funciones a partir del martes 15 de octubre.
El final de este año marcado por los regresos y apenas un puñado de nombres internacionales, en la austeridad de una coyuntura sin dólares vuelven a anotar el título de ballet que es un pasaje a la India: La bayadera. Había sido anunciado para cerrar la temporada 2023 y, sin que medien explicaciones oficiales sobre la suspensión de la nueva producción que se preparaba en los talleres del teatro, ahora se coloca otra vez en el lugar del broche de oro, pero ya no en la versión de Rudolf Nureyev (tampoco en la de Natalia Makarova, que tantas veces ha interpretado esta compañía), sino con la coreografía original de Petipá en manos de Galizzi, que se prepara en 2024 para su tercer año al frente del Ballet Estable. Aquí aparece otra excepción a la escasez de divisas para surfear la crisis: el coreano Kimin Kim regresaría en el rol del guerrero Solor en las funciones del 18 y 22 de diciembre. Después de su debut argentino el año pasado con Marianela Núñez en El lago de los cisnes, bailará con dos Nikiya y Gamzati del Estable. Como están dadas las cosas, será una temporada para que salgan a lucirse los bailarines de la casa, que además participarán en algunos de los títulos adaptados para el público infantil. Con todo alcanzará las 45 funciones.
A propósito, en el ciclo Colón para chicos volverá a verse Baile de graduados y A bailar! ¿Dónde está el maestro?, Coppélia, en una versión de Emanuel Abruzzo, La Danza: Un menú en cuatro pasos y La Bayadera, y en vacaciones de invierno se alternarán Colin y Colette, de Alejandro Cervera; Moliendo a Molière, de Emiliano Dionisi, y Mundodanza, de Laura Falcoff.
Por fuera del Ballet Estable, en el CETC, la danza tendrá lugar con Solos extr3mos, de y por la bailarina Luciana Croatto (en septiembre), y Materiales en construcción universos a explotar, que presentará en una decena de funciones a fines de noviembre la Compañía de Danza de la UNA.