'¡Qué bello es vivir!': el clásico navideño que escondió una auténtica pesadilla

Tuvo que pasar mucho tiempo para que la película consiguiera el reconocimiento que merecía

'¡Qué bello es vivir!' no tuvo una historia tan idílica tras bambalinas. (Paramount Pictures. Foto de CBS via Getty Images)
'¡Qué bello es vivir!' no tuvo una historia tan idílica tras bambalinas. (Paramount Pictures. Foto de CBS via Getty Images)

Por Teresa Aranguez.- "Querido George, recuerda que ningún hombre que tiene amigos es un fracaso, ¡Gracias por las alas!". Esas fueron las palabras que el ángel Clarence le decía a un desesperado George Bailey a punto de suicidarse. La escena pertenece a la mítica cinta ¡Qué bello es vivir!, protagonizada por James Stewart y Donna Reed, todo un clásico navideño que, sin embargo, pasó sin pena ni gloria durante su estreno hace casi ocho décadas.

Para llegar a ser una de las historias favoritas de todos los tiempos, tuvieron que pasar unos cuantos años, un error administrativo y varios disgustos que hicieron este rodaje un poquito menos bello del resultado final.

No sé ustedes, pero para mí la Navidad trae consigo tradiciones y rituales que no pueden faltar. Uno de ellos incluye ver en familia ¡Qué bello es vivir!, una historia entrañable que, además de traer consigo ese ambiente mágico de estas fechas, aporta un mensaje lleno de valores. La cinta dirigida por Frank Capra y basada en el libro El mayor regalo, es un fenómeno curioso y digno de estudio. Aunque hoy se puede considerar como uno de los mayores éxitos cinematográficos de la historia, curiosamente, su estreno en 1946 no fue recibido con el mismo entusiasmo. Todo lo contrario, fue un verdadero fracaso en comparación con las expectativas que se tenían.

¿Quién lo hubiera imaginado? Tristemente, así fue. Obtuvo 5 nominaciones a los premios Oscars, entre ellas la de mejor actor, película, director y actor, pero no ganó ninguna. Su extraordinaria calidad no fue valorada en aquella época. Tal es así que RKO, el estudio de la cinta, perdió medio millón de dólares llevando a la productora, Liberty Pictures, a la bancarrota. Lo sucedido tuvo serias consecuencias en la carrera de Capra, que muchos dieron por acabada en aquel momento. Paramount adquirió los derechos de su película durante los siguientes 28 años y después, a comienzos de los años 70, la historia pasó a manos de la empresa National Telefilm Associates (NTA), encargada de distribuir las cintas en televisión. Y entonces, tal y como le ocurrió a George, el personaje de la película, sucedió el milagro.

'¡Qué bello es vivir!' obtuvo cinco nominaciones al Óscar. (Foto de Herbert Dorfman/Corbis via Getty Images)
'¡Qué bello es vivir!' obtuvo cinco nominaciones al Óscar. (Foto de Herbert Dorfman/Corbis via Getty Images)

Un error administrativo de la NTA puso ¡Qué bello es vivir! bajo el dominio público y empezó a emitirse cada año en televisión casi de forma gratuita. Y así, sin ser creada a propósito por su director como una película de Navidad, se convirtió en la historia navideña por excelencia. Fue la audiencia la que habló e hizo suya esta historia mágica que conquistó los hogares de todas las partes del mundo e hizo de esta obra de Capra un clásico para la eternidad. Eso sí, tuvieron que pasar casi tres décadas y mucho polvo en este filme para que finalmente se pudiera apreciar la calidad actoral, de su trama y su dirección.

Belleza, ese término que arropa el título, no es precisamente la mejor palabra para describir otros episodios que rodearon a esta mítica cinta. Si sus comienzos fueron difíciles, el rodaje también trajo consigo alguna que otra mini tragedia. Nada que no pudiera solucionarse en el acto, pero que sí provocaría algún que otro quebradero de cabeza a sus protagonistas delante y detrás de cámaras.

Por ejemplo, el clima. ¡Qué bello es vivir! te invita a sentir los gélidos inviernos de nevadas y vientos huracanados. Bedford Falls, el pueblo inventado por el escritor del libro, Philip Van Doren, en el que se basa esta historia, está en el estado de Nueva York. Como el imaginario popular relaciona la Navidad con nieve (aunque pocos países la tengan en estas fechas), esta se convertiría en una de las grandes protagonistas junto a Steward y Reed. Sin embargo, siento romper la magia y las ilusiones de muchos, pero todo fue creado y ficticio. Ni hacía frío, ni había nieve, ni aquello fue tan mágico y bonito como lo vimos en pantalla.

Más bien lo opuesto. El rodaje tuvo lugar en verano y en San Fernando Valley, California, donde las temperaturas son muy cálidas durante casi todo el año. En los meses de filmación sucedió eso que llaman Ley de Murphy de, si algo puede pasar, pasará. Y, efectivamente, pasó. En esa época se vivió una de las olas de calor más fuertes de la historia, convirtiendo la grabación en un auténtico calvario. Aquellos pobres actores sufrieron lo indecible al tener que llevar abrigo y traje de chaqueta, corbata y sombrero a pleno sol. De hecho, si nos fijamos bien, hay escenas en las que se puede apreciar a su protagonista sudar la gota gorda. He ahí la respuesta a la incógnita.

El hecho de que fuera en blanco y negro y, sobre todo, las ideas de su director, lograron crear un mundo navideño de fantasía que nos creímos de principio a fin. El cineasta trabajó mano a mano con el experto en efectos especiales Russell Shearman, con quien creó una nueva modalidad de copos de nieve, diferentes a todos los utilizados anteriormente en las películas. El invento revolucionario los hizo pioneros en la materia para próximas nevadas cinematográficas.

Tal fue el impacto de este invento, que el departamento de efectos de RKO recibió un Óscar por su logro técnico por "simular la caída de nieve en escenarios cinematográficos", como recoge la revista Entertainment Weekly. A pesar del reconocimiento y el gran esfuerzo para que nadie descubriera la gran mentira, el calor hizo del rodaje un pequeño infierno.

Su protagonista, James Stewart, quien contribuyó junto al resto del equipo a que nadie nos diéramos cuenta de los estragos del clima, vivía otro infierno en su interior. Recién llegado de la II Guerra Mundial, para la que sirvió como jefe de pilotos en la Army Air Corps, estaba especialmente sensibilizado por los horrores de los que fue testigo en el campo de fuego. Un hecho que tuvo sus consecuencias en su actuación.

”Qué bello es vivir fue el resultado de las experiencias de Jim en la guerra porque dejó salir la profundidad de su alma… Tuvo que aprender a actuar de nuevo y eso es lo que se ve en la pantalla. Es como una luz capturada en una botella”, expresó el biógrafo Robert Matzen.

'¡Qué bello es vivir!' tuvo un beso que pasó a la historia entre James Stewart y Donna Reed. (Paramount Pictures. Foto de CBS via Getty Images)
'¡Qué bello es vivir!' tuvo un beso que pasó a la historia entre James Stewart y Donna Reed. (Paramount Pictures. Foto de CBS via Getty Images)

De hecho, la escena de la película en la que reza a Dios llorando en la barra de un bar, no incluía las lágrimas en el guion. El actor no pudo contener la tristeza y rompió en llanto, haciendo esta interpretación una de las más conmovedoras del séptimo arte. El mismo Steward lo reconocía en una entrevista en 1987. “Mientras decía esas palabras, sentía la soledad, la desesperanza de la gente que no tenían ningún lugar donde ir y mis ojos se llenaron de lágrimas. Me rompí”, expresó.

Su experiencia en la guerra también se hizo notar en su nerviosismo en la famosa escena del teléfono junto a Donna Reed, en la que tuvo que besarla. Después de cinco años en el conflicto y alejado de los sets de rodaje, el actor se sentía como si volviera a empezar. Jimmy Hawkins, quien interpretaba a uno de los hijos de la pareja, contó en una entrevista de la época que, además de ser “una de las mejores escenas de amor del cine”, también supuso cierta angustia a su padre en la ficción.

Aunque el beso salió a la perfección y ambos le pusieron una pasión que traspasa la pantalla, Hawkins recordó que la inquietud de Stewart por la escena era tal que pidió a Capra que pospusiera su rodaje varias semanas. El beso terminó siendo tan bueno y largo que aseguran hubo que cortarlo para evitar la mano de la censura y ya no hubo más hasta el final de la película, explicó en su momento The New York Times.

Como ven, bastantes inconvenientes que no pudieron impedir lo inevitable. Ni el nerviosismo del oscarizado actor, ni el calor insoportable durante el rodaje, ni siquiera el fracaso inicial que experimentó en taquilla, evitaron que la cinta se convirtiera con los años en todo un clásico navideño y una de las historias más entrañables del celuloide. La vida de Bedford Falls y sus habitantes no hubiera sido lo mismo sin George Baile, y nuestras navidades, tampoco.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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