¿Y si no es como lo imagino?

Unos días antes de que naciera mi niña más grande tuve un extraño sueño. Allí, veía a mi futuro hijo (en el sueño era varón) como un hombre formado, de unos 20 años y hasta llevaba barba y bigotes.

¿Y si no es como lo imagino? / Foto: iStockphoto
¿Y si no es como lo imagino? / Foto: iStockphoto

Me desperté horrorizada porque esa imagen distaba mucho de la muñeca que había dibujado en mi mente desde que me enteré de que vendría a visitarme la cigüeña. Recuerdo que esos días tuve una sensación contradictoria; pensaba: “¿Y si no es como me gustaría?”. Sin embargo, otra parte de mi decía: “Eres una mala madre”, ya que, según los mandatos sociales, todas deberíamos ver preciosos a nuestros bebés.

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Más allá de que me olvidé de ese temor cuando mi pequeña llegó a este mundo, me di cuenta de que las mamás podemos tener sentimientos contradictorios. Y no son necesariamente malos, pero va a depender de lo que hagamos con ellos.

El bebé de tus sueños

Que sea rubio, que tenga los ojitos almendrados de su padre, que sea nena, que sea un varoncito para jugar a la pelota, que salga sanito… Cuántos deseos tan distintos puede tener cada una de nosotras, cuántas expectativas puestas en ese pequeño que está por llegar. Para la licenciada María Teresa Vercesi, que es psicoanalista especializada en chicos, es absolutamente normal que este tipo de emociones aparezcan: “Desde el primer momento, cuando el resultado del test da positivo, las mamás comienzan a tener expectativas y a imaginarse cómo va a ser su hijo. Incluso, diría que las tiene antes de encargarlo. De esa manera, se van abriendo un lugar en el corazón para él”. La licenciada agrega que sería preocupante que esa expectativa no estuviera porque quiere decir que le resultaría indiferente.

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De alguna manera u otra, todas estamos pendientes de cómo será su carita; por eso nos valemos de la medicina que nos brinda algunos recursos para tratar de adelantarnos al momento del parto, a través de las ecografías que son cada vez más precisas. Pero aún así, nuestros niños no son exactamente como los vemos más tarde. A pesar de que a la mayoría nos resulta casi imposible no enamorarnos de esas diminutas personas, muchas veces sucede que luego del parto la primera impresión no es la que esperábamos. Las expectativas demasiado grandes pueden jugar en contra cuando se confrontan con la realidad. “Es necesario hacer una renuncia a ese deseo cuando tenemos al bebito con nosotras. Porque si no se asume cómo es el niño, que es de carne y hueso, verdaderamente la mamá se va a frustrar de forma constante y no podrá darle un lugar afectivo”, asegura Vercesi. “El problema será de ella, porque el niño va a saber ganarse un lugar en el corazón de otro familiar”.

¿Y qué pasa con los chicos?, ¿perciben esta frustración? El ser humano es absolutamente dependiente de su mamá para sobrevivir, explica la psicóloga, que afirma que lo peor que le puede suceder a un niño es su indiferencia. Incluso, dice que hasta es preferible su rechazo, ya que de esa manera el vínculo existe. Pero un bebé al que su progenitora lo ignora puede sufrir retrasos madurativos, porque crece sin estímulos y en el peor de los casos hasta corre riesgo de vida. “A veces estas frustraciones tienen que ver con su propia historia. Suelen ser personas muy autoexigentes, que quieren la perfección en todo”, aclara la profesional.

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Es cierto que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Nadie puede decirnos qué sentir. De todas maneras es muy importante para ambos (bebé y mamá) que ella se amigue con la imagen de su hijo. Lo ideal es, desde el primer momento de su vida, tratar de crear un vínculo positivo. “Resulta muy beneficioso buscarle parecidos”, dice Vercesi. Ya lo dice Joan Manuel Serrat en “Esos locos bajitos”: “A menudo los hijos se nos parecen y así nos dan la primera satisfacción”. “De esa manera, se lo empieza a desear y a incorporar dentro de la familia. Así vino al mundo y hay que aceptarlo tal como es. Ir conociéndose de a poco hace que ambos se vayan enamorando”, concluye.