No me extraña que la nueva película de Brad Pitt haya ahuyentado al público
Damien Chazelle, tras grabar su nombre en la industria con títulos como Whiplash: música y obsesión, La La Land: una historia de amor o El primer hombre en la Luna, parecía destinado a volver a dar que hablar con Babylon. En su último trabajo protagonizado por Brad Pitt, Margot Robbie y el mexicano Diego Calva, nos traslada al Hollywood de finales de los años 20, donde el cine mudo dio paso al sonoro llevándose por delante a muchas estrellas que no supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Su propuesta de cine dentro del cine, siempre atractiva en el terrenos académico y más si viene de un director de renombre y con intérpretes de prestigio, auguraba una de las cintas que más iban a dar que hablar en esta carrera a los Oscar de 2023. Sin embargo, la realidad está siendo muy diferente.
Tras su estreno en Estados Unidos las pasadas navidades, Babylon solo fue capaz de recaudar 4,8 millones de dólares en su primer fin de semana, un dato desastroso valorando que su presupuesto se estima en torno a los $80 millones. Desde entonces (hace unas cinco semanas), lleva $14.9 millones recaudados mientras, a nivel internacional, acumula otros $13.2 millones, sumando un triste total de $28 millones. (Fuente: The-Numbers). El poco público que la vio no salió muy convencido, puesto que su calificación en encuestas realizadas a pie de cines como Cinemascore alcanzó una baja calificación de C+. Las mismas reacciones también se dieron en la crítica especializada, cuyas calificaciones solo elevaron la cinta a un 55% de reseñas positivas en webs como Rotten Tomatoes.
Aunque entre las valoraciones es posible encontrar opiniones de todo tipo y consiguió entrar en premios como los Globos de Oro, estaba claro que esta no era una película que fuera a sobresalir más allá de determinados círculos, ni a ser un nuevo bombazo a la altura de otras cintas del director como La La Land. Y una vez vista, entiendo perfectamente las razones de su fracaso, porque lo que hizo Chazelle con este proyecto es caer rendido ante la grandilocuencia y ante su propio ego en una película cuya última preocupación es tratar de aportar al público algo nuevo y relevante.
Creo que su principal problema es que hemos visto demasiadas películas abordando su temática, historias sobre la oscuridad que esconde el mundo de Hollywood y la dificultad de sobrevivir a los cambios de paradigma de la industria y la sociedad. Sin ir muy lejos, Quentin Tarantino planteó prácticamente lo mismo en Había una vez... en Hollywood en 2019, donde los personajes de Leonardo DiCaprio y Brad Pitt, que interpretaban a un reconocido actor de westerns y a su doble, se veían abocados al cajón de las viejas glorias ante la evolución del medio. La visión de Damien Chazelle aboga más por representar la oscuridad, la destrucción y los bajos fondos de Hollywood que el toque nostálgico con el que Tarantino impregnó su película, pero en el fondo ambas son comedias negras con reflexión dramática que, inevitablemente, recurren a los mismos recursos.
De hecho, durante algunos momentos de Babylon me era imposible no pensar que Chazelle trataba de emular a la desesperada a Tarantino. Por ejemplo, en una secuencia cómica donde todo un equipo de rodaje apenas se las arregla para captar el sonido de una película, se recurre a ese recurso tan tarantiniano de alargar la escena en exceso, retorcerla poco a poco, llevar al espectador a la misma sensación incómoda y pesada que viven sus personajes y dejar que todo estalle con buen nervio y habilidad. Además, valorando que Babylon y Había una vez... en Hollywood comparten reparto, esta sensación se incrementa al ver a Margot Robbie y Brad Pitt moviéndose en un terreno prácticamente idéntico, porque hasta sus personajes, grandes estrellas caídas en desgracia por la llegada del sonoro, tienen muchos detalles argumentales en común.
Pongo el ejemplo de Tarantino y Había una vez... en Hollywood porque es el más reciente y obvio, pero también me fue inevitable pensar en que su visión turbia de la industria del cine, el reverso a la fábrica de sueños con la que se nos presenta Hollywood, la vi con mucha más garra e impacto en películas como Mulholland Drive, o que la sucesión de excesos con un ritmo imparable con el que trata de introducirnos en este mundo parece un intento de imitar el cine de Baz Luhrmann. Por supuesto, el alma de Chazelle, sobre todo en lo que se refiere a la musicalidad con la que sus secuencias son plasmadas en pantalla, es más que evidente durante toda la película, pero la impresión que me deja el conjunto es la de una mezcla excesiva de ideas y recursos fílmicos que me resultan cargantes y sin nada relevante que decir.
Y es que, bajo mi punto de vista, Damien Chazelle ha priorizado el realizar una película con la que demostrar sus buenas dotes tras las cámaras, mostrar que él también es un as con los recursos habituales de este tipo de producciones y que está a la altura de grandes maestros de Hollywood. Como consecuencia, el resultado es el de un proyecto enfocado a saciar su ego que no aporta nada nuevo a este tipo de relatos de cine dentro de cine que vimos una y otra vez.
De hecho, mi primera impresión viendo su tráiler, fue la de estar ante una sucesión de excesos sin novedad alguna, dándome la impresión de que iba a haber una película que me iba a saturar y aburrir, especialmente valorando su exagerada duración de 189 minutos. Y efectivamente no fui nada desencaminado, y me imagino que el público, viendo la reacción tan fría que ha tenido Babylon, tuvo exactamente el mismo pensamiento. De ahí su enorme tropiezo en taquilla. Y es que volver a ver ideas trilladas y con un enfoque tan grandilocuente y desmedido es de todo menos apetecible.
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