Camila Sodi y la mala fama de 'altanera' de la que no logra despojarse
No es secreto que pareciera haber una guerra entre la prensa mexicana de espectáculos y Camila Sodi. Desde que hizo su debut, a los 18 años, la sobrina de Thalía y exesposa de Diego Luna ha sido objeto de una tensa relación con la prensa del corazón, que la vende como altanera y creída.
El más reciente rifirrafe entre la actriz y los medios se dio esta semana, cuando en el aeropuerto internacional de la Ciudad de México, Sodi fue vista a punto de salir de viaje junto con sus hijos, Jerónimo y Fiona (a los que ha procurado siempre mantener lejos del reflector), y su madre, la escritora Ernestina Sodi Miranda, y casi de inmediato una ola de reporteros de guardia se abalanzaron sobre la familia, que estaba por emprender un viaje a la ciudad de Nueva York.
Se puede ver en un video que transmitieron varios programas, que al tratar de acercarse una periodista demasiado a la madre de Camila, esta se interpone con su cuerpo y sus manos; la reportera la acusa de agredirla y Camila, sin perder el paso, le pide que no le hable así, que la respete y se despide.
Esto no sería realmente nada más que algo rutinario, excepto por el hecho de que no es la primera vez que Camila es sujeto de una situación semejante, o de una cacería semejante. Y en este caso, la palabra clave es “cacería”. ¿Por qué existe esta lucha constante por obtener algo que Camila Sodi no está dispuesta a dar? ¿Qué es lo que se exige de ella? ¿Qué puede dar, que no haya dado ya?
Nacida en una familia que ha estado de un modo u otro en los reflectores desde los años 70 – Laura Zapata, media hermana materna de Ernestina, debutó como actriz en esa década; mientras que su propia madre, Ernestina, fue Miss Distrito Federal en el certamen Miss México (ahora Nuestra Belleza) de 1977, y por supuesto, ahí está Thalía, cuya historia se cuenta prácticamente sola – era casi natural que Camila incursionara en alguna faceta del medio.
Así fue como debutó en una telenovela a los 18 años – ‘Inocente de ti’, que era básicamente un refrito de la popular ‘Rosa Salvaje’ que hizo Verónica Castro en el ‘87, solo que ambientada y producida en Miami, en una adaptación hecha pensando en Thalía, precisamente, que ella nunca llegó a realizar tras perder por completo el interés en las telenovelas luego de ‘Rosalinda’ (a la que no le fue realmente nada bien) y su boda con Tommy Mottola.
Las telenovelas no captaron el interés de Camila tampoco (de hecho, no fue sino hasta hace relativamente poco que se tomó la actuación más en serio, pese haber aparecido en numerosas películas donde hacía personajes más o menos similares a la imagen que había cultivado en los medios: mujer joven, atractiva, con carisma pero extrañamente insustancial.
Esto ha ido cambiando al paso del tiempo, pero Camila ha encontrado otros proyectos y otras maneras de expresarse, que no necesariamente tienen que ver con la actuación; ha sido modelo por varios años, y ha sido rostro de numerosas campañas para firmas de prestigio. También incursionó en la música igual que su media hermana (por parte de padre) Tessa Ía, con quien actuó al lado de Luis Gerardo Méndez en ‘Camino a Marte’ en 2017 – su otra media hermana, Naian, ha tenido un gran éxito como actriz tanto en México como en el mercado anglosajón.
Quizá el punto de inflexión que llevó a esta reyerta con la prensa rosa se dio en 2007, cuando inició una relación de pareja con Diego Luna, que tanto como actor y activista, pertenece a una esfera distinta a la de la farándula habitual, y que sin perder la sencillez o la autenticidad, ha buscado zanjar una línea entre su vida pública y su intimidad, con suficiente éxito.
Cuando se supo, después del rodaje de ‘El Búfalo de la Noche’ , basada en la novela de Guillermo Arriaga, que Luna y Sodi “andaban”, comenzó una especie de persecución, que alcanzó niveles de paroxismo cuando se casaron en 2008, poco antes del nacimiento de su primogénito, Jerónimo, que nació en Los Ángeles, a donde se mudaron después de su boda, en pos de mejores oportunidades de trabajo y, tácitamente, de un anonimato que en Ciudad de México habían perdido.
El rencor que algunos medios (especialmente ahora) imprimen en su relación con Camila, se debe, en parte, a que de algún modo se percibe como ajena a las figuras habituales en la prensa sensacionalista: sus intereses intelectuales (no es una actriz terriblemente comprometida, cierto, pero es de una cultura amplia e intereses diversos y eso sí lo ha demostrado) y su manera de desenvolverse hacen que sea vista como una persona altiva y ajena a la actitud que muchas otras celebridades tienen con la prensa, a la que incluso cortejan, para obtener una atención que ella ha dejado claro que ya no necesita.
El hecho de que Camila también sea muy celosa de la privacidad de sus dos hijos con Diego, más aún después de su divorcio de mutuo acuerdo en 2014, es algo que parece inflamar esta situación. Tanto ella como Luna han sido muy cuidadosos de proporcionar a Jerónimo y Fiona una infancia ordinaria, apartada de los reflectores, con muy contadas excepciones, como lo fue la premiere en Los Ángeles de ‘Rogue One’, la película de la saga ‘Star Wars’ en la que Diego era uno de los protagonistas y en cuya alfombra roja posaron los cuatro como una familia.
Pareciera imperdonable que, aún separados, no tengan pleitos por custodia o patria potestad (como el penoso caso DeSousa-Gil) o que no exhiban su intimidad con los niños como hacen semanalmente otras personalidades de mayor o menor fama o talento en diversas publicaciones.
Esta última situación, que ha devenido en titulares donde Sodi es atacada y vilipendiada y se le acusa de agredir (cuando claramente lo que está haciendo es protegerse de una embestida lo mejor que puede), puede tener un coste.
No que a ella le importe lo que se diga, finalmente, del otro lado del espejo ella es una persona que no le debe nada a nadie: si tenía alguna deuda con el medio, ya la pagó hace muchos años, y si desea retener su independencia y privacidad, está en todo su derecho. Ciertamente, su reputación empeorará en los medios que de por sí ya la traen en la mira. Y si por ponerla en esta perspectiva hay colegas que puedan señalarme, eso tampoco me importa, personalmente. No conozco a Camila Sodi. No me debe absolutamente nada, ni viceversa.
Este perfil solo busca mostrar que no necesariamente la fama es lo que parece, y que muchas veces como medios exigimos demasiado a alguien que no tendría por qué darnos más de lo que profesionalmente hace. Eso sería un verdadero acto de hipocresía, y Camila Sodi podrá ser (o no) muchas cosas, pero hipócrita no es una de ellas.
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