'Háblame' moderniza el cine de posesiones en una pesadilla terrorífica

Imagen de 'Háblame' (cortesía de Diamond Films)
Imagen de 'Háblame' (cortesía de Diamond Films)

El cine de posesiones siempre fue una fuente inagotable para producir terror diabólico. Desde un clásico como El exorcista a las sagas de El conjuro y La noche del demonio, pasando por El horror de Amityville, El despertar del diablo (o su remake Posesión infernal) o Verónica. Sin embargo, la originalidad a la hora de explicar los orígenes de las posesiones hace tiempo que brilla por su ausencia. El tablero de la Ouija, casas embrujadas o sesiones de espiritismo parecen ser la fuente principal de la gran mayoría. Hasta ahora. Porque Háblame llega para darle una vuelta de tuerca al género convirtiendo el cine de posesiones en una pesadilla terrorífica.

Háblame es la película de terror que los amantes del género llevamos meses esperando. La llaman la “última obra maestra” del cine de terror desde las primeras proyecciones en festivales de cine -como Sundance o Berlín-. Y las críticas no se equivocan. Y no porque se trate de una frase promocional por ser otra de las producciones de A24, el estudio detrás de algunas de las mejores películas del género de los últimos años como Midsommar, Hereditary, La bruja, Saint Maud o X. Sino porque está producción tiene un as bajo la manga que consigue perdurar en nuestra imaginación después de la hora y media que dura su metraje.

Dirigida por los gemelos australianos Danny y Michael Philippou, Háblame vendría a ser una versión moderna del cine de posesiones para las nuevas generaciones. Se trata de una mezcla que agrupa los sustos y matices psicológicos a través de una trama potente y fantasmagórica que huye de los clichés, traduciendo la experiencia en algo tan claustrofóbico como visceral y profundo. Sí, como lo leen. Todo esto en una película de posesiones.

Imagen de 'Háblame' (cortesía de Diamond Films)
Imagen de 'Háblame' (cortesía de Diamond Films)

Háblame sigue la historia de Mia (Sophie Wilde), una joven de 17 años que perdió a su madre por suicidio dos años atrás, que prefiere pasar sus días alejada de su padre antes que lidiar con su nueva realidad y el trauma. Y lo hace viviendo en la casa de su mejor amiga Jade (Alexandra Jensen), formando parte del círculo familiar junto al hermano pequeño, Riley (Joe Bird) y la madre, Sue (Miranda Otto). Mia vive huyendo de todo aquello que le recuerde la muerte y la pérdida, refugiándose en conversaciones banales con sus amigos y cuidando de otros antes que de sí misma. Por eso, cuando descubre que un grupo de compañeros del colegio publican videos virales en Snapchat “jugando” con sesiones de espiritismo a través de una mano de cerámica, enseguida quiere sumarse al juego. Otra distracción más con la que evadirse de la realidad.

De esta manera, vemos cómo Mia se presta voluntaria sin saber que el juego puede ser más peligroso de lo que jamás hubiera imaginado. La sesión consiste en agarrar la mano y decir las palabras mágicas ‘háblame’ y ‘te dejo entrar’, siendo poseído por un alma en pena al instante. Pero solo durante un minuto. Esas son las reglas.

El problema es que Mia encuentra un vehículo intoxicante para rellenar sus agujeros emocionales. Al dejarse poseer consigue salir del presente, del trauma y lo que siente internamente, convirtiéndose en pasajera secundaria de la experiencia que vive el espíritu dentro suyo. Así, el juego enseguida pasa de ser un pasatiempo a convertirse en una peligrosa obsesión que se torna desastrosa cuando Mia cree haber conectado con su madre en una de las sesiones. La necesidad de respuestas la lleva a tomar decisiones que desatan una fuerza destructiva infernal.

Poco a poco, Háblame construye una atmósfera terrorífica que se queda a tu lado tras salir del cine. Y no me refiero a momentos de terror que revives al apagar las luces, sino a la autenticidad cotidiana del horror que transmite. Por ejemplo, la película se encarga de producirnos repelús y rechazo a la manía humana de sacar el celular y grabarlo todo. Lo representa en este grupo de adolescentes grabando cada sesión de espiritismo, riéndose y burlándose de lo que cada uno experimenta por más vergonzoso que sea.

Pero, sobre todo, en centrar el corazón del terror en emociones crudamente humanas. Porque Mia huye de sus torbellinos emocionales, de su dolor y pérdida, tapando el ruido interno con fiestas y la realidad ajena. Sin embargo, en su huida del trauma abre una puerta motivada por la urgencia emocional, egoístamente afectando al resto.

Háblame tiene sus momentos viscerales y sustos teatrales, pero su terror no se mide en cuántos sobresaltos nos provoca, sino en la oscura profundidad que va cavando su narrativa a medida que avanza. Porque más allá de los elementos sobrenaturales, demoníacos y demás, existe un gancho terrenal que te atrapa sin que te des cuenta: y es el reflejo de una juventud asediada por la ansiedad, la adicción a las redes sociales y las inquietudes emocionales, buscando vías de escape urgentes que los evadan de la realidad. Quizás por eso la película se titula así. Porque más allá de tratarse de la frase clave que convoca a los espíritus, bien podría servir de invitación para proponerle a un joven que te cuente cómo se siente por dentro.

Y es así cómo los hermanos Philippous debutan en el largometraje construyendo una pesadilla emocional que te acompaña cuando sales del cine. Porque en este túnel emocional donde transita el elemento paranormal existe una realidad tormentosa basada en la pérdida, que termina creando una atmósfera ansiosamente claustrofóbica que te inunda por dentro. Ese terror nace del reconocimiento humano del dolor ajeno, de la comprensión del trauma que carga Mia, convirtiendo la culpa, el resentimiento y el luto en el seno emocional de una película de terror magistral.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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