Jane Powell, una estrella de Hollywood condenada a la soledad por culpa de sus padres

Sus padres forzaron su destino hacia la meca del cine, dejándola sin fortuna y cuando ella solo quería ser una chica normal

Bajo los brillos del éxito, Jane Powell escondía la triste historia de una niña que no tenía elección, forzada desde pequeña a actuar, bailar y cantar. (Foto de FilmPublicityArchive/United Archives via Getty Images)
Bajo los brillos del éxito, Jane Powell escondía la triste historia de una niña que no tenía elección, forzada desde pequeña a actuar, bailar y cantar. (Foto de FilmPublicityArchive/United Archives via Getty Images)

Jane Powell fue una de las últimas estrellas de la Era Dorada de Hollywood. Murió en 2021 a los 92 años por causas naturales y fue conocida por sus personajes cándidos, su voz angelical y su imagen de “vecina de al lado”. Se coronó como una de las estrellas musicales de mediados del siglo XX, bailando junto a Fred Astaire, actuando a la par de Elizabeth Taylor, Debbie Reynolds y Hedy Lamarr, protagonizando sus propios éxitos y consiguiendo su estrella en el Paseo de la Fama con tan solo 30 años.

Sin embargo, los aplausos y el brillo de la industria opacaban la triste historia de una niña que no tenía elección, forzada desde pequeña a actuar, bailar y cantar, mientras vivía la experiencia sola, sin amigos y bajo el yugo de una madre alcohólica.

Nacida el 1 de abril de 1929, Suzanne Lorraine Burce se convirtió desde muy pequeña en la vía de escape de sus padres. Convencida de que su hija podía ser la nueva Shirley Temple, la madre -Eileen Baker Burce- le tiñó el cabello cuando era casi un bebé. La hicieron tomar clases de baile desde los 2 años y la introdujeron en el mundo de la radio cantando desde los 5. Según el biógrafo Matthew Grimm, los padres eran “una pareja infeliz que vio en la niña precoz su oportunidad para escapar de sus vidas modestas”. Las clases de canto siguieron poco después cuando sus vecinos se quedaron sorprendidos escuchándola a diario e hicieron una colecta conjunta para que tomara clases. A los 12 ya tenía su programa de canto radial y hacía su primera gira por el estado de Oregón en actos de apoyo a los soldados de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, durante todo este entrenamiento había una niña que vivía con una madre alcohólica y volátil, llegando a sufrir abusos sexuales de pequeña por parte de un grupo de vecinos jóvenes, pero nunca se lo contó a su madre. "Nunca pensé en estar triste", escribió en su biografía publicada en 1988 (vía The Scotsman). "Nunca supe que lo era". Pero al mismo tiempo recordaba que pasó gran parte de su infancia llorando. "Llorar todo el tiempo no me convirtió en la chica más deseable y amante de la diversión". Terminó encontrando consuelo en el trabajo “para no pensar”, como describió ella misma en el libro.

Jane Powell aterrizó en Hollywood a través de un concurso de talentos. (Foto de Silver Screen Collection/Hulton Archive/Getty Images)
Jane Powell aterrizó en Hollywood a través de un concurso de talentos. (Foto de Silver Screen Collection/Hulton Archive/Getty Images)

Y así, un buen día, Hollywood tocó a su puerta. Acababa de ganar un concurso de talentos cuyo premio era hacer una audición ante dos líderes de la industria como Louis B. Mayer y David O. Selznick, cuando el jefe de MGM le ofreció un contrato de siete años tras quedarse impresionado con su actuación en el concurso. Sin embargo, tras pasar toda su vida actuando y cantando, Jane no quería firmar aquel contrato. Tenía 14 años y quería volver a su Portland natal para seguir estudiando. Sus sueños eran terminar la escuela secundaria e ir a la universidad, pero la presión familiar la llevó a sentirse egoísta si no aceptaba... y terminó cediendo.

Más tarde, siendo adulta, reconoció que se había sentido explotada por sus padres, sobre todo su madre. “Me hubiera gustado ir a la universidad pero mi madre dijo: ‘ya tenemos una carrera ¿por qué querrías ir a la universidad?’ Y yo siempre hice lo que me decían, no me ofrecieron la oportunidad de tomar decisiones”, declaró a The Chicago Tribune en el año 2000.

Y así comenzó su carrera.

En tres años había hecho seis películas para MGM, teatro y programas de radio, y entre medias protagonizaba una obra de vodevil que detestaba. Hizo un buen puñado de musicales, convirtiéndose en una de las nuevas sensaciones juveniles de la era, repitiendo con personajes adolescentes hasta los 25 años y siendo madre. Sin embargo, esa imagen simpática y alegre que emanan los musicales conformaban una experiencia muy diferente para ella. “Esas películas no reflejaban la realidad”, dijo a Observer en el año 2000. “Estuve en MGM durante 11 años y nadie me dejaba interpretar otra cosa que no fuera adolescentes. Tenía 25 años con niños propios, ya era ridículo”.

Aseguró que el control del estudio era tal que monitoreaban lo que decía en rondas de promoción ante la prensa. “Conmigo no tenían que preocuparse. Nunca tenía nada que decir. Era duro trabajo, no tenía amigos, nada de interacción social con gente de mi edad y el aislamiento era duro. Pero tenía que sacar adelante a mi familia así que hice lo que me decían. No tenía otra alternativa”, sentenció, reflejando ante el mundo la cruda realidad que vivía tras bambalinas. Sola, aislada, sin referentes de su edad con los que vivir experiencias y crecer.

Nunca tuvo “charlas de chicas”, “ni iba a fiestas de pijamas, partidos de fútbol ni nada de las cosas que mis amigos de Portland estaban haciendo”, sino que cuando tenía un descanso la obligaban a viajar a Nueva York a hacer obras de teatro seis días a la semana. La industria la forzaba a exprimir su imagen juvenil, viéndose obligada a vivir bajo la presión de mantenerse joven.

Y ni siquiera pudo disfrutar del sacrificio siendo adulta. Toda la fortuna que estaba generando se la llevó su madre. “No sé lo que hizo con ella”, dijo. “Probablemente la escondió bajo un colchón. Después de eso mi primer marido se llevó la mitad de lo que hice”.

Jane se casó por primera vez con 20 años, poco después tuvo a su primer hijo y triunfó entre la crítica junto a Fred Astaire en Royal Wedding (1951), donde desplegaba un talento para la comedia que MGM nunca supo aprovechar. Al contrario, sus personajes eran muy similares en general, jóvenes enamoradizas, de perfil alegre y angelical. A aquella película le siguió su mayor éxito, Siete novias para siete hermanos (1954), para poco a poco desaparecer de la gran pantalla y centrarse en teatro y televisión.

Su carrera nunca terminó de despegar tras llegar a la adultez y dejar atrás aquellos musicales. El éxito del género se había terminado y MGM dejó de ofrecerle películas. Ya no había sitio para ella en la gran pantalla. “Tenía 25 cuando dejé MGM y era la primera vez que no tenía a nadie que me protegiera. No sabía nada de decisiones, agentes o impuestos. Y el rechazo dolió más que nada en este mundo”, explicó en la mencionada entrevista a Observer.

“Si nunca crecí como actriz es porque nadie me enseñó”, dijo Jane Powell. (Foto de Walter McBride/WireImage)
“Si nunca crecí como actriz es porque nadie me enseñó”, dijo Jane Powell. (Foto de Walter McBride/WireImage)

Después de aquel destierro hizo algunas películas terribles y mucho teatro. El tiempo pasó, contrajo matrimonio en un total de cinco ocasiones y tuvo tres hijos. Trabajó en televisión en series como Vacaciones en el mar y Fantasy Island, y de vez en cuando aparecía como invitada en series de moda, como Law & Order, mientras el teatro en ocasiones tocaba a su puerta.

Pero ella había aprendido a no culparse de la ausencia del cine en su vida. “Si nunca crecí como actriz es porque nadie me enseñó”, dijo.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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