Kim Gordon: “La música se volvió el equivalente a un subidón fugaz de dopamina, todo por tres segundos”
“Quería hacer un disco que tuviera mis beats”. La frase podría salir de la boca de cualquier artista de la escena hip hop para describir un álbum plagado de graves mastodónticos, pero la verdad no podría estar más lejos de esa lectura. El textual pertenece a Kim Gordon, exbajista, guitarrista y cantante de Sonic Youth, y es la descripción posible que ensayó al hablar con LA NACION sobre su segundo álbum en solitario, The Collective, recientemente publicado.
“Es más fácil para mí llegar a las ideas inspirada por el ritmo, siempre fue así en mi experiencia”, completa para terminar de describir el motor detrás de un disco espeso en el que el pulso digital en baja resolución domina el chasis rítmico, en cierto modo en las antípodas de la tracción a sangre rabiosa que caracterizó a la banda neoyorquina de la que fue parte más de tres décadas como faro de la cultura alternativa.
A diferencia de sus demás excompañeros (sobre todo los guitarristas Lee Ronaldo y Thurston Moore), Gordon se tomó su tiempo en dar comienzo a su carrera en solitario. Sus primeros años post Sonic Youth fueron como parte de Body/Head, un dúo junto al músico experimental Bill Nace, con el que grabó dos discos y una misma cantidad de EP, y nada parecía quebrantar su misión hasta que el productor Justin Raisen apareció en su camino. “Lo conocí por accidente, a través de su hermano. Justin estuvo trabajando con un amigo suyo, Lawrence Rothman, con el que estaban grabando un disco. Se la pasaba enviándome material y yo le decía constantemente que no”, cuenta Gordon. Hasta que un día, las cosas cambiaron: “Tomó las sobras de esas grabaciones, les puso un loop de batería bastante trashy y me lo envió. Me pareció bastante cool, , así que grabé algunas voces y guitarras, y Stella (Mogzawa), de Warpaint, tocó la batería sobre esa base. Eso se convirtió en “Murdered Out” y seis meses después ya estábamos trabajando en el disco propiamente dicho”, dice sobre el proceso que decantó en No Home Record, el debut de su carrera solista, publicado en 2019 y que tiene su segundo episodio ahora, cuando su protagonista ya ostenta unos envidiables setenta años.
–Tanto desde la tapa como en parte de su contenido, los teléfonos celulares son protagonistas de The Collective. ¿Qué es lo que querías mostrar?
–La idea del colectivo que da nombre al disco lo saqué de una novela, The Candy House (La casa de caramelo, con edición en español por cuenta de Salamandra), de Jennifer Egan. El libro cuenta la historia de un tipo que crea algo parecido a una app que podés usar para experimentar las memorias de los demás, como metiéndose en su cuerpo. Pero para poder hacer eso, tenés que subir a la red todas tus propias experiencias y memorias para ser parte del colectivo. Es una metáfora de la manera en la que con las redes sociales e internet vivimos a través de nuestros teléfonos y esas cosas, y además donde ser al mismo tiempo parte del público y también un artista te ubica en dos partes de ese mismo colectivo.
–En varias ocasiones te describiste no como una música, sino como una persona que toca un instrumento. ¿Dónde radica esa diferencia?
–Supongo que me veo más como una artista visual que hace música, porque siento que mi punto de vista está más orientado hacia lo conceptual en vez de andar pensando en la música convencional. Mi técnica está basada en no aprender cómo tocar un instrumento. Hay algunas cosas que son obvias, como tener un buen sentido del ritmo, pero personalmente nunca toqué en afinaciones normales, y tampoco tocaba acordes en quinta o power chords. Cuando con la banda nos sentábamos a hacer música, darle forma o como quieras llamarla, se trataba más que nada de escuchar y sentirla más que cualquier otra cosa.
–Uno de los pilares del disco, el single “I’m A Man”, se burla de las masculinidades estereotipadas. ¿Tuvo algún tipo de inspiración particular?
–La letra de esa canción está inspirada por un movimiento creciente en Estados Unidos de hombres principalmente conservadores, como el senador John Hawley. Él habla y se comporta como una víctima, dice que las mujeres destruyeron a los hombres y la masculinidad a través del feminismo, y vive quejándose. También te muestran estas estadísticas sobre que hay más hombres que abandonan sus estudios universitarios y cosas así, y la canción tiene que ver con que si decís estas cosas en voz alta, terminás diciendo: “ok, esto es así”. Al mismo tiempo, están estas cosas de la década del 50, las películas de cowboys con los hombres en ese lugar de proveedores, protectores y salvadores, la masculinidad típica de Ronald Reagan y John Wayne. Una vez que pasó eso, los hombres quedaron como perdidos, como está ilustrado en Mad Men. Sin saber qué hacer, se volvieron consumidores, así que todo tiene que ver con el capitalismo en algún punto.
–Recién mencionabas a la política de tu país. A finales del año pasado, vos y tus compañeros de Sonic Youth fueron parte de la campaña presidencial argentina cuando manifestaron su apoyo a la candidatura de Sergio Massa a través de las redes sociales. ¿Cómo fue que se sumaron?
–Alguien me contactó, no me acuerdo quién fue. Me parecía importante participar y dije: “¿Por qué no apoyar esto?”. Todo lo que hacés es una elección y vos podés elegir no ser político (se ríe). Hay una manera de ser al mismo tiempo una persona social y política, pero me pregunto si todos en Estados Unidos lo son, porque somos una sociedad demasiado cómoda. Creo que hacer música que va en contra del mainstream y del gusto homogeneizado es de por sí un acto político.
–Antes hablabas de la idea de lo colectivo que atraviesa el disco mencionando a las redes sociales como ejemplo. El primer single del disco, “Bye Bye”, se volvió un pequeño viral en Tik Tok después de que mostraras en un video qué tenías en tu cartera, como menciona la letra. ¿Cómo te llevás con ese mundo?
–Es parte de la manera en la que la gente joven consume música, supongo. A mí me parece ridículo, pero soy vieja así que no sé nada (se ríe). Es fascinante en cierto punto, pero no es algo que me atraiga demasiado.
–Va de la mano con una función reciente que incorporó Spotify, que le permite a la gente reproducir veinte segundos de una canción sin tener que escucharla entera.
–Es demencial. Es la versión exagerada de cómo la gente empezó a consumir música una vez que llegaron las plataformas de streaming, donde ya no tiene que ver con los discos enteros, sino que todo se reduce a canciones. Tengo una gran amiga que fue nuestra iluminadora durante muchos años y ella tenía una manía en la que debía escuchar sus tres segundos favoritos de un disco, así que podemos decir que ella lo hacía bastante antes que Tik Tok (se ríe). Pero es bastante perturbador, ya no se trata de la música. ¿De qué se trata? No lo sé. Es como que la música se volvió el equivalente a un subidón fugaz de dopamina, todo por tres segundos.
–Durante gran parte de los noventa, Sonic Youth se permitió ser un nombre desafiante dentro del mainstream, una manera distinta de hacer las cosas. ¿Ves algún equivalente posible en la actualidad?
–No sé si alguna vez estuvimos en el mainstream, me parece que como mucho éramos parte de un nicho grande. Creo que es difícil, porque terminás con gente psicótica como Kanye West que hace esas declaraciones controversiales pero su música... ¿es política? Y si lo es... ¿es buena? Es raro, porque con las políticas de las corporaciones la gente queda como enceguecida. Nuestro proceso democrático no es demasiado democrático esta vez porque se niega a darle entidad a ciertos candidatos, y lo mismo pasa con la cultura si te lo ponés a pensar. La maquinaria del entretenimiento corporativo está orientada hacia los aparatos de promoción, es así. Pero de todos modos hay cosas interesantes, con bandas como 100 Gecs, que se hicieron muy grandes durante la pandemia gracias a Tik Tok. Me gustó uno de sus videos y creo que son bastante interesantes. No puedo escuchar más de diez minutos de su música, pero para muchos chicos significan algo.