'Love is blind' y la pregunta anticuada que hundió la reunión de Netflix
Mucho ruido y pocas nueces. Es la frase que fácilmente podría resumir la anticipada pero fallida reunión final de la cuarta temporada de Love is blind. Netflix se vio en un embrollo de dimensiones virales cuando no pudo emitirla en directo -como habían anunciado, promocionado y previsto- por culpa de errores técnicos. Tenían a seguidores esperando en todas partes del mundo (había gente despierta a la madrugada esperando la transmisión, yo incluida). Pero no pudieron hacerlo. Lo terminaron grabando y recién estuvo disponible 19 horas más tarde. Sin embargo, su mayor problema no fue este inconveniente sino el limbo superficial que centró la conversación derivando en un momento bizarro de proporciones épicas.
Pero vamos por partes. Love is blind es uno de los realities más populares de Netflix que pretende demostrar si el amor puede surgir de la conexión emocional entre dos extraños que nunca se vieron las caras. El formato reúne a solteros en busca del amor y los aísla del mundo para que pasen un par de semanas manteniendo citas a ciegas. Los que logran ‘enamorarse’ pasan a la siguiente fase del experimento, comprometiéndose y conociéndose en persona, para entonces iniciar una breve relación en el mundo real hasta que deciden su futuro el día de la boda.
Love Is Blind: The Reunion will be available globally at 12pm PT on April 17. Promise. pic.twitter.com/vHKxyOiSgq
— Netflix (@netflix) April 17, 2023
Evidentemente la presión es máxima. Y en todos los sentidos. Por ejemplo, desde la extrañeza física que viven al tocarse por primera vez. Así lo confesó uno de los concursantes en uno de los episodios de la cuarta temporada, exponiendo la incomodidad de no saber cómo o dónde podía tocar a su prometida en un principio. Porque se habían enamorado emocionalmente pero no habían tenido tiempo suficiente como para descubrirse físicamente. O pasar de un enamoramiento emocional plagado de ilusión a descubrir la ausencia de atracción física (sucedió en varias parejas a lo largo del formato), o el mero hecho de planificar una boda, presentando a la familia y probándose el vestido cuando hace menos de un mes que se conocieron. Por eso siempre me sorprendo con cada episodio final centrado en las bodas, porque verlos decir ‘si quiero’ en tan poco tiempo me resulta un riesgo personal valiente que habla de compromiso en mayúsculas. Y cuando, curiosamente, de las nueve parejas casadas a lo largo de todo el formato, solo dos decidieron divorciarse.
Luego llega la presión de las redes sociales. Porque un año despues de grabar el reality, todos los concursantes de convierten en carne de cañón para las burlas, críticas y disección viral. Los que se equivocan pasan a ser villanos fugaces criticados a mansalva y las parejas más tiernas son héroes del amor venerados. La presión de las críticas, comentarios e intrusión mediática es tan grande que otro de los concursantes de este año hizo una petición personal en la reunión de Netflix, dejando a los presentadores y el formato en ridículo. Porque ante la insistencia de los presentadores, Nick y Vanessa Lachey, de meter el dedo en la llaga y entrar en la discordia mediática que protagonizaron una de las parejas rotas del formato -Jackie y Marshall-, el joven los cortó, no respondió directamente y, en cambio, utilizó la plataforma para pedir al mundo que los dejen tranquilos. Que pasó un año de todo esto. Que la gente olvide la discordia. “déjenla pasar página, déjenme a mí, olvídenlo” dijo a la cámara hablando directamente al público. Que cada uno es feliz y los dejen seguir adelante.
Y es que no olvidemos que hablamos de personajes anónimos, con trabajos ajenos al mundo del entretenimiento (salvo los que comienzan a trabajar como influencers a raíz del éxito: hay varios casos). Pero entonces la presión creció y sin venir a cuento, Vanessa Lachey hizo una pregunta anticuada, innecesaria y fuera de lugar. Porque a estas alturas del avance sociológico del planeta, ¿quién le pregunta a una pareja recién casada cuándo piensa tener hijos?
El repelús que sentí fue descomunal. Después de mostrar un vídeo de un concursante del pasado presentando a su bebé, Vanessa Lachey declaró “si eso no te hace quemar los ovarios, no sé qué (lo haría)”, refiriéndose al deseo físico, maternal o femenino, de tener un bebé. ¿Perdón? Levanto la mano y seguro no soy la única. ¿Desde cuándo ver el niño de otra persona obligatoriamente debe despertar el deseo maternal de una mujer? Pero la cosa no se quedó ahí.
Porque la esposa del exintegrante de 98 Degrees remató su frase diciendo que se moría por tener un cuarto hijo y, a continuación, mirando a las parejas y preguntó: “Necesito saber ¿quién me va a dar nuestro primer bebé de Love is Blind?” Y el plató se quedó en silencio. La sorpresa ante la pregunta o incomodidad fue tal que Vanessa Lachey tuvo que dirigirse a las parejas una por una para que le respondieran a la pregunta más innecesaria, intrusiva e irrelevante del programa.
“Estamos intentando disfrutar de nuestro matrimonio”, “Estamos conociéndonos”, “Tiene que pasar en el momento correcto” explicaba una de las parejas, mientras Lachey insistía incomodando todavía más. “Dejemos que pase cuando tenga que pasar” respondía otra pareja mientras la tercera explicaba que están entusiasmados con la idea pero que “aún están hablando de cuándo sería el momento adecuado”. Y mientras yo pensaba… ¿a quién le importa? ¿Acaso todavía seguimos definiendo una relación a través de la maternidad o las parejas no pueden decidir tener o no hijos sin la presión del mandato social?
Estamos hablando de parejas que se conocieron y contrajeron matrimonio en el plazo de un mes. Que llevan apenas un año de casados, que tuvieron que reconstruir sus vidas personales en tiempo récord (una de las parejas apenas tuvo un compromiso de dos semanas) y todavía se están conociendo a fondo. Cada uno es libre de decidir cuándo y con quién, pero la pregunta de Vanessa Lachey denotó esa presión innecesaria de antaño que las abuelas ponían sobre sus hijas, nietas o cualquier mujer joven que se cruzaba en la conversación. Como si hubiera prisa por tener hijos o fuera una orden social obligatoria que define a una pareja, su futuro o relación.
Porque la pregunta no surgió desde un plano bromista, sino que se sintió intrusiva e innecesaria en el caso de relaciones tan cortas que vivieron un experimento extremo. Al final, visto en el contexto de la reunión, fue el momento que sentenció un reencuentro innecesario que fue más de relleno que otra cosa. No hubo revelaciones inesperadas, todo lo relevante ya se había transmitido, publicado o comentado en redes sociales a lo largo de las últimas semanas. Incluso los que seguimos el formato dimos por hecho que las tres parejas seguían unidas a través de las fotos que habían subido durante el día de la grabación en sus stories de Instagram. La reunión duró más de 90 minutos, siendo una amalgama de preguntas insistentes y falta de sorpresas que tocó fondo con la pregunta más bizarra del programa. Por eso, el mayor problema del final de la cuarta temporada no fueron los errores técnicos, sino forzar un reencuentro superficial que quiso estirar el chicle más de la cuenta.
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