Plasticidad cerebral: ¿qué significa y cómo ayuda a tu hijo a desarrollar todo su potencial?

Niña juega con juegos de construcción
(Getty Images)

El cerebro todo lo orquesta en la psique y la inteligencia humana y, sin embargo, sigue siendo un gran desconocido. Aún así, en los últimos años la investigación ha dado fruto y los científicos que lo estudian han averiguado información asombrosa y, sobre todo, muy valiosa acerca de su funcionamiento. Uno de esos apasionantes descubrimientos es la plasticidad cerebral, un fenómeno excepcional clave en el neurodesarrollo de los niños (y de los adultos).

¿Qué es la plasticidad cerebral?

“La plasticidad cerebral se refiere a la capacidad del cerebro para reorganizarse, modificando y formando nuevas conexiones neuronales para adaptarse a nuevas experiencias”, explica el Dr. Enrique Noé, director de Investigación del Instituto de Rehabilitación Neurológica (Irenea) en los hospitales Vithas Valencia Consuelo y Vithas Aguas Vivas y secretario de la International Brain Injury Association (IBIA). “Es uno de los grandes descubrimientos de la ciencia moderna, y explica la capacidad que tenemos los seres humanos para adaptarnos de forma dinámica a los desafíos de nuestro entorno”.

“Nuestro cerebro es el único órgano de nuestros cuerpos que a lo largo de toda nuestra vida se irá modificando en base a las experiencias, vivencias, o situaciones que vivamos, todo ello gracias a esta particular característica que solo él posee y que denominamos plasticidad”. Y no, no es magia; es ciencia.

La plasticidad cerebral es un mecanismo maravilloso que permite que todo individuo se adapte a las distintas circunstancias de todo tipo que irá encontrándose a lo largo de toda su vida, desde antes incluso de su nacimiento, y hasta la vejez. Así, el Dr. Noé la define como “aquella especial característica de nuestro cerebro que le permite ir modificando la estructura de los circuitos y sistemas que lo componen a lo largo de la vida a medida que vamos creciendo y adquiriendo habilidades como especie (plasticidad evolutiva o filogenética) o como individuo, a través del aprendizaje (plasticidad adquisitiva u ontogenética)”.

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El papel de la plasticidad cerebral en el desarrollo del niño y del adolescente

Si bien la plasticidad cerebral desempeña, como decíamos, un papel fundamental a lo largo de toda la vida, su actividad y su relevancia se multiplican durante la infancia y la adolescencia. “Durante la infancia, esta capacidad es particularmente intensa. Los circuitos neuronales responsables de analizar y procesar los estímulos externos y dar una respuesta coherente y rápida a los retos a los que el niño se expone van a desarrollarse extraordinariamente durante este periodo y esto explica la altísima capacidad de aprendizaje que acontece durante esta fase de la vida”, señala el director de Investigación de Irenea.

Durante la adolescencia, se modifica la naturaleza de la plasticidad cerebral. “En esta etapa, los mecanismos de plasticidad se dirigen sobre todo a depurar, y afinar sus conexiones neuronales y reorganizar las estructuras creadas durante la infancia. Esta reorganización es especialmente relevante en la corteza prefrontal de nuestro cerebro y resulta esencial para el desarrollo de habilidades cognitivas complejas, la regulación de las emociones y la toma de decisiones”, detalla el experto. “La adolescencia representa un período de profundos cambios tanto en la estructura como en la función del cerebro, y explica los profundos cambios en el comportamiento, la personalidad o las capacidades cognitivas que se producen durante esta etapa de la vida”.

Nuestro cerebro es el único órgano del cuerpo que, a lo largo de toda nuestra vida, se irá modificando en base a las experiencias, vivencias, o situaciones que vivamos

Cómo ‘aprovechar’ la plasticidad cerebral para potenciar las habilidades de los niños y adolescentes

“Nuestro cerebro es un potentísimo consumidor de experiencias”, nos dice el Dr. Noé. Y lo es desde el instante mismo del nacimiento y, probablemente, incluso durante el desarrollo intrauterino. “Gracias a la plasticidad, nuestro cerebro moldea cada una de nuestras vivencias, para crear y construir nuestra identidad propia. Esto hace que, durante los primeros años de vida, en los que el cerebro es especialmente receptivo, sea especialmente relevante el fomentar en el niño actividades enriquecedoras desde el punto de vista motor, cognitivo y afectivo, fundamentalmente”.

No se trata de actividades complejas ni enrevesadas, si no de algo tan sencillo como leer cuentos a nuestros hijos, de pasar tiempo con ellos y de hablarles mucho. No es más, al fin y al cabo, que “cuidarlos desde el punto de vista emocional y exponerlos a experiencias que permitan el enriquecimiento sensorial”. Eso es lo que ayudará al desarrollo neuronal del niño.

Y si hay una actividad esencial para ese desarrollo neuronal, esa es algo tan divertido, y a la vez tan necesario, como el juego. “A través del juego el niño pondrá en práctica estrategias de exploración y la resolución de problemas, lo que le permitirá desarrollar habilidades cognitivas y emocionales”, revela el investigador en rehabilitación neurológica. “El juego, especialmente el juego simbólico, artístico o el juego constructivo, además, fomenta la creatividad y de una forma lúdica, divertida y con escaso esfuerzo, les permite construir conexiones neuronales más sólidas”.

Eso sí, es importante tener en cuenta que los desafíos que se propongan al niño deben ser acordes a su edad para evitar una frustración innecesaria, en caso de que estén pensados para niños mayores, y el aburrimiento, si es demasiado sencillo para él. “Actividades como rompecabezas, acertijos y juegos de estrategia pueden mejorar la memoria y la capacidad de resolver problemas, pero deben ser acordes con las capacidades del pequeño”.

“Otras actividades como exponer a los niños a diversas experiencias culturales, aprender nuevos idiomas o la estimulación a través de la música, o el deporte también resultan extremadamente relevantes para el cerebro en estas etapas de la vida”.

Además de todo ello, el doctor hace hincapié en la necesidad de hacer que el niño lleve una vida saludable en cuanto a dieta, sueño y ejercicio para mantener un cerebro saludable y fomentar la plasticidad.

Niño juega solo con un juego de memoria
(Getty Images)

Cuando la plasticidad cerebral no funciona como debería en un niño

“Detectar si la plasticidad cerebral de tu hijo podría estar menos desarrollada de lo esperado no se basa en una medición directa, sino en la observación de diversas señales que pueden indicar dificultades en el neurodesarrollo”, nos indica la Dra. Carolina Colomer Font, especialista en neurorrehabilitación en Vithas Valencia Consuelo y directora clínica de Irenea.

El neurodesarrollo, tal y como señala la doctora, es fundamental para todas las habilidades cognitivas y motoras que un niño desarrollará, por lo que identificar las señales de alerta “es crucial para intervenir a tiempo y mejorar significativamente el pronóstico del niño”.

Mantener una actitud positiva es esencial; si existe capacidad de aprendizaje, éste mejorará con el tiempo, aunque requerirá paciencia y repetición

Partiendo de la base de que cada niño tiene su propio ritmo en lo que a neurodesarrollo se refiere, hay que estar atento a las señales de alarma que enumera la Dra. Colomer:

  • Señales motoras: “estas incluyen retrasos en el logro de hitos motores, como el control de la cabeza, el gateo, la marcha y las habilidades de coordinación motora fina, como agarrar objetos”.

  • Señales cognitivas: “en las fases tempranas, podrías notar una falta de interacción con el entorno, como ausencia de sonrisa, balbuceos, o respuestas a estímulos. A medida que el niño crece, las dificultades pueden incluir problemas con la memoria, la atención y la concentración”. También habría que prestar atención a retrasos en el desarrollo del lenguaje, como la adquisición del habla y la comprensión del lenguaje, puesto que, al igual que las anteriores, pueden ser señales importantes. “Sin embargo, cabe recordar que las dificultades en la lectura y escritura no siempre indican un retraso en el desarrollo, ya que cada niño aprende a su propio ritmo”.

  • Señales conductuales: “estas pueden incluir cambios en el comportamiento, como agresión, impulsividad o hiperactividad. También podrías observar dificultades en la regulación emocional, como cambios de humor inusuales o extremos”.

  • Señales socioafectivas:problemas en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales pueden manifestarse en dificultades para establecer relaciones con compañeros, falta de empatía o comprensión de las emociones de los demás, y comportamientos sociales inapropiados”.

La doctora subraya que, en caso de una familia observe dificultades en su hijo, acuda a un pediatra o a un especialista para que le hagan la evaluación pertinente con la que puedan determinar si es necesario realizar pruebas o valoraciones adicionales. “Una vez realizada la evaluación, es fundamental seguir las recomendaciones y pautas proporcionadas por los expertos. Con las conclusiones obtenidas, se puede crear un plan de tratamiento personalizado que puede incluir terapias de rehabilitación, intervenciones tempranas o un plan de atención específico e intensivo”.

También es crucial, señala, que las familias sepan que su apoyo y entorno positivo son fundamentales para el progreso del niño. “Mantener una actitud positiva es esencial; si existe capacidad de aprendizaje, éste mejorará con el tiempo, aunque requerirá paciencia y repetición”.