¿Vale la pena visitar restaurantes de famosos como el de Bad Bunny?
La noticia de que Bad Bunny inauguró un lujoso restaurante en Miami junto a Dave Grutman, empresario dedicado al entretenimiento y la restauración, fue muy sonada hace un mes, pero los restaurantes de los famosos no son realmente ninguna novedad.
Así como ocurre con la incursión de las celebridades en la poderosa industria de la belleza, los restaurantes de famosos son, por lo general, proyectos cuyo objetivo es acercar al público a sus celebridades favoritas.
La experiencia de conocer más detalles de nuestros artistas favoritos, cómo huelen, qué cremas usan, o en este caso, qué comen, qué proponen para disfrutar la vida nocturna, son algunos de los motores que motivan al público en general a ir a estos sitios, pero ¿realmente vale la pena visitar estos restaurantes para disfrutar de la comida o los cocteles o solo estamos pagando por apoyar una marca?.
A pesar de los casi tres años de pandemia, la industria de la restauración se recupera y crece galopante de cara al futuro. Para el 2029, se espera que este sector proporcione 17 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos, según Zip Schedules, e incluso se prevé que las futuras ventas de restaurantes representen el 4% del PIB, lo que hace que esta industria sea parte importante de la economía del país, donde 45% de los consumidores dicen salir a comer más de una vez a la semana.
Esto hace que este negocio sea muy atractivo no solamente para el país norteamericano, sino para todo el mundo, sin importar incluso los modelos económicos que los sostienen. De hecho, con la salida de Starbucks de Rusia, motivada por la invasión a Ucrania, surge una nueva propuesta -con el mismo concepto- llamada Stars Coffee, cuya cara visible es nada más y nada menos que un famoso: el rapero el rapero ruso Timati, quien junto al empresario Anton Pinski, adquirieron los 130 locales disponibles tras la partida del gigante de la sirenita.
La fama tiene su sabor
Gekkō, el nuevo restaurante de Bad Bunny, combina el concepto de steakhouse japonés con el entretenimiento y la vida nocturna. Con un menú que incluye platos de carne wagyu, sushi, pescados planteados con presentaciones impresionantes que pueden contemplar hasta hojas de oro.
Por otra parte, Grutman ya tiene experiencia con la fama puesto que abrió los restaurantes Swan y Strawberry Moon con Pharrell Williams. Pero hay mucho más. Idris Elba tiene un bar de vinos en Londres, Priyanka Chopra tiene un restaurante indio; Eminem vende los espaguetis con albóndigas de su madre y, por supuesto, son inolvidables proyectos de los años noventa, como Planet Hollywood, con Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Bruce Willis a la cabeza; o Fashion Cafe, con las supermodelos Naomi Campbell, Elle Macpherson, Claudia Schiffer, y Christy Turlington.
Kevin Hart tiene un precioso restaurante vegano en Los Ángeles; Channing Tatum tiene un local en New Orleans dedicado a la famosa gastronomía cajún, y, entre muchos otros famosos, el inigualable Robert De Niro, veterano en el negocio, cuenta con el súper famoso Tribeca Grill en Nueva York, Locanda Verde, especializado en comida tradicional italiana en la misma ciudad y es copropietario de los famosísimos restaurantes Nobu en el mundo.
Seamos francos. Sí es posible que las celebridades propongan un buen negocio con una gran propuesta gastronómica, porque al ser personalidades de alto perfil, tienen acceso a los mejores proveedores y a los especialistas mejor calificados, pero nada es garantía de una experiencia que valga lo que cuesta. Por eso es interesante conocer algunos criterios para determinarlo.
La periodista Giuliana Chiappe, especializada en gastronomía, editora de la revista Bienmesabe y del proyecto Sobre el Mantel, explica que el éxito de este tipo de establecimientos puede generarse si los famosos saben con quién asociarse. “Es una opción válida para diversificar inversiones, pero es importante contar con alguien que maneje y conozca el negocio de la restauración, que no es nada sencillo y requiere de una gerencia muy especializada”.
“En la mayoría de los casos, estos artistas son socios y también la fachada pública del restaurante, el elemento que los hace más llamativo ante el público. La posibilidad de ‘encontrarse con’ o ‘comer los platos favoritos de’ aumenta el atractivo. Sin embargo, no suelen ser ellos quienes manejan la gerencia, ni siquiera el menú, más allá de algunas recomendaciones”.
Chiappe menciona que como factor común de este tipo de restaurantes está que la propuesta gastronómica suele ser ecléctica e incluso excesivamente variada. “No se enfocan en un solo tipo de comida, porque no apuntan a un solo tipo de público, sino a atraer a una masa que bien puede ser el variopinto público del artista. Así, puedes conseguir sushi y pollo frito, por ejemplo, en un mismo menú”.
La especialista agrega que el hecho de que perduren o no depende de muchos factores, pero una cosa es segura: solo con la fachada de un famoso no se mantiene un restaurante. “La gente puede ir una vez como novedad, pero solo volverá si lo que comió y la atención valieron la pena, si hay un factor diferenciador y una relación precio-valor justa”, dice.
Para chequear si vale la pena ir a este tipo de locales, Chiappe recomienda el método “boca a boca”, es decir, escuchar a quienes ya han ido. Otra forma es revisar los comentarios en redes sociales y los reviews en los buscadores, no solo en los posts del mismo restaurante pues allí pueden borrar los que no les gusta.
Finalmente, otra recomendación es revisar el menú, sea en su web o en su cuenta de Instagram. “Lo ideal es que detallen los ingredientes que contienen o que hablen de sus platos. De lo contrario, es difícil pre-evaluarlos y la sorpresa podría ser poco agradable para el comensal. Esto, por supuesto, en el caso que les interese de verdad la comida porque si lo que quieren es la posibilidad de encontrarse con el artista o vivir la experiencia de comer en su restaurante, pues no hay mucho que pensar”.