Samuel L. Jackson supera su frustración con Hollywood con sabiduría de estrella

LOS ÁNGELES, CALIFORNIA - 13 DE JUNIO: Samuel L. Jackson asiste al evento de lanzamiento
LOS ÁNGELES, CALIFORNIA - 13 DE JUNIO: Samuel L. Jackson asiste al evento de lanzamiento "Secret Invasion" de Marvel Studios en El Capitan Theatre el 13 de junio de 2023 en Los Ángeles, California. (Foto de Kevin Winter/WireImage)

Samuel L. Jackson será uno de los actores más activos y solicitados de Hollywood pero, hasta hace unos años, seguía cargando una espina que se le quedó clavada una noche de 1995. Aquella velada era uno de los nominados al Oscar en la categoría de mejor actor de reparto. Y tenía opciones de ganar. Su trabajo en Tiempos violentos (Pulp Fiction) estaba siendo aplaudido por el público, la industria y la crítica. La película había ganado la Palma de Oro en el Festival de Cannes y estaba arrasando en taquilla. Pero no pudo ser y, desde entonces, nunca escondió su frustración… Hasta ahora. Porque a los 74 años ha decidido pasar página practicando la sabiduría de estrella con experiencia.

Cuando Anna Paquin proclamó el nombre de Martin Landau como ganador (lo ganó por Ed Wood), Samuel L. Jackson tuvo la reacción más espontánea en la historia de los Oscar. La más humana de todas. Porque no aparentó alegrarse por su compañero de profesión, ni fingió conteniendo la decepción para las cámaras como hace la gran mayoría. Al contrario, no escondió su frustración y visiblemente molesto exclamó su famoso ‘¡shit!’ (m*erda).

Lo vio todo el mundo. Su rostro estaba en primer plano, plasmado sobre las pantallas gigantes de la ceremonia. Y sin planificarlo, en tan solo un segundo, se colgó la etiqueta de ‘mal perdedor’ que todavía sigue convirtiéndolo en meme cada vez que pierde en alguna ceremonia (como pasó hace unos días en los Premios Tony).

“Debería haberlo ganado”, dijo en febrero de 2022 a The Times al recordar su derrota por una película que, con el paso del tiempo, ha ganado el estatus de clásico del séptimo arte. Y es que, en sus adentros, su frustración con la Academia tenía raíces que habían comenzado a crecer en 1991 cuando no lo nominaron por Fiebre de amor y locura (Jungle Fever) de Spike Lee. La película había sido un desafío personal para el actor, al haberse entregado de lleno en la interpretación de un adicto cuando él mismo acababa de completar su paso por rehabilitación. Su trabajo fue tan catártico y arrollador que el jurado del Festival de Cannes añadió un premio especial a Mejor actor de reparto solo para poder celebrarlo. Pero la Academia no lo vio, o no quiso verlo, sorprendiendo a Samuel L. Jackson cuando descubrió que dos actores de Bugsy habían pasado el corte sobre él (Harvey Keitel y Ben Kingsley).

“Mi esposa y yo fuimos a ver ‘Bugsy’”, explicaba. “¡Maldita sea! ¿A ellos los nominaron y a mí no? Supongo que los negros generalmente ganan por hacer cosas despreciables en pantalla. Como Denzel [Washington] por ser un policía horrible en Día de entrenamiento.¿Y todas las cosas geniales que hizo en papeles inspiradores como Malcolm X? No, se lo daremos a este hijo de p*ta. Así que tal vez debería haber ganado uno".

De todos modos, también reconocía el valor de su carrera asegurando que “los Oscar no mueven el coma en tu cheque”. Que, en realidad, el negocio se basa en atraer al público a la salas y él lo había conseguido con creces a lo largo de su carrera. Pero resultaba evidente que, desde que perdió el premio en 1995 hasta la mencionada entrevista en 2022, Samuel L. Jackson cargaba con la convicción frustrada de que aquel premio debería haber sido suyo (y, sinceramente, estoy de acuerdo con él). De que la Academia no apreciaba o tenía en cuenta los trabajos dramáticos variados de los actores negros como parte de la desigualdad latente.

Pero entonces Samuel L. Jackson cambió su retórica. Y es maravillosa.

El actor se encuentra promocionando el estreno de Invasión Secreta, la nueva serie de Marvel donde vuelve a interpretar a Nick Fury, y en una entrevista concedida a Los Angeles Times explicó su cambio de perspectiva.

“A pesar de lo molesto que quisiera estar pensando: ‘debería haber ganado un Oscar por esto o debería haber ganado por eso y no sucedió', una vez que lo superé hace muchos años, no fue gran cosa para mí”, dijo. “Siempre me divierto yendo a los Oscar. Siempre espero recibir la canasta de regalos por ser presentador. Pero, por lo demás, lo tengo superado.”

“Nunca dejaría que los Oscar fueran una medida de mi éxito o fracaso como actor. Mi criterio de éxito es mi felicidad: ¿Estoy satisfecho con lo que estoy haciendo? No estoy haciendo películas para ganar estatuillas. Ya sabes, 'Si haces esta película, ganarás un Oscar'. No, gracias. Prefiero ser Nick Fury. O divirtiéndome siendo Mace Windu con un sable de luz en la mano”, dijo alto y claro.

Y su reacción me encanta.

Tal vez su cambio de perspectiva esté hilado al Oscar honorario que la Academia le concedió en 2022, con el que reconocían su estatus como “icono cultural” a través de una filmografía que había “resonado a través de los géneros, generaciones y audiencias del mundo”. Porque, al final, de eso se trata.

Porque Samuel L. Jackson conoció el fracaso y el éxito cinematográfico tras pasar por todo tipo de géneros y largometrajes. Y así como lo vimos en producciones con sabor a premio, también nos entretuvo con producciones pensadas para el espectáculo evasivo, siendo acechado por dinosaurios, tiburones y víboras, como villano caricaturesco o héroe inesperado. Y así, entre una cosa y otra, se acomodó como una figura legendaria en sagas de éxito como Star Wars y Marvel, coronándose como el segundo intérprete más taquillero de la historia.

La cifra es de escándalo: sus películas en general llevan acumulados más de 27 mil millones de dólares. ¿Quién lo supera? Stan Lee, por todos sus cameos en el cine de Marvel.

Y así, con la experiencia adquirida y el apoyo constante del público, Samuel L. Jackson supo apreciar que su carrera no necesita del Oscar para ser apreciada, valorada y encumbrada a lo más alto. Que a sus 74 años sigue en la cima tras haber apostado por entretener a la audiencia, por participar en proyectos que nos motiven a ir al cine. Que, al final, se trata de su vida y su trabajo, y lo importante es dedicarse a aquello que lo llene por dentro. Que lo haga sentir satisfecho. Y al final, después de años molesto con aquel Oscar perdido en el camino, el actor habría aprendido a reconocer que la medida de su éxito o fracaso no radica en ganar una estatuilla dorada. Sino que, como todos los mortales, la medida de nuestro éxito recae en la felicidad propia de conseguir nuestros propios objetivos.

Y Samuel L. Jackson los ha conseguido con creces.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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