El mensaje de una mujer que esperó hasta los 41 años para perder la virginidad: ¿es tan importante?

(Getty Creative)
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En una época en que el sexo sin vínculos emocionales es aplaudido, una mujer cuenta que esperó hasta los 41 años de edad para perder la virginidad con un hombre que realmente amaba.

Se trata de Amanda McCracken, columnista de Insider, quien narra en una nota lo que considera sus grandes aprendizajes de haberse guardado para tener sexo hasta encontrar a la persona indicada.

A sus 16 años prometió en una iglesia esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales. “Si bien esta experiencia plantó una semilla, no culpo a la ‘cultura de pureza’ por los patrones de control falsamente seguros que desarrollé. Se convirtió en mi propia red para desenredar”, revela la periodista.

“Mientras que mi fuerte libido hacía difícil resistirme a las relaciones sexuales, mi miedo a que el celibato alejara las posibles relaciones lo hacía aún más difícil… Pero después de salir con más de 100 hombres en un lapso de 20 años, aprendí que es posible e incluso saludable esperar para tener sexo en una relación amorosa y comprometida”, asegura desde su propia experiencia.

McCracken revela que a sus 35 años escribió un ensayo titulado ¿Mi virginidad tiene una vida útil? que se volvió viral y aunque aunque es interesante -y extraña por estos días- su historia, llama la atención la genitalidad que otorga a la virginidad, pues dice que los extraños que se comunicaban con ella para decirle que estaba desperdiciando sus años sexuales, no sabían en realidad la frecuencia con la que ella tenía orgasmos. ¿Los tenía? Si es así, entonces sí tenía actividad sexual.

Esto nos hace pensar en la naturaleza de la virginidad. Esta es solo un concepto atado a la penetración vaginal que socialmente define la pureza, dignidad y, en definitiva, el valor de las mujeres.

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“Hay quien cree que el amor y el sexo van de la mano, y está bien, pero no necesariamente es así. El sexo puede ser disfrutado y explorado sin que necesariamente exista un lazo amoroso. Tampoco hay edad para tener sexo, si es a los 20 o es a los 40 cuando una persona sienta su cuerpo y su mente preparados, también está bien, es algo que depende de cada quién. Pero es importante destacar que no debería sujetarse la virginidad a una condición moral”, dice Nermary Yibirin, abogado, orientadora en sexología y activista feminista, quien considera que la virginidad está sobrevalorada.

"Es un constructo absolutamente creado por la sociedad, es un tema que se adjudica más a las mujeres que a los hombres, y se ha reducido al tema de perder el himen a través de la penetración. Sin embargo, cuando sostenemos relaciones con una persona puede no necesariamente haber penetración. Puedes tener sexo oral, tener un orgasmo; pueden masturbarse el uno al otro, y eso ya es una actividad sexual, con lo cual no eres virgen”, afirma y agrega que se ha tejido una matriz de que la virginidad es el himen íntegro físicamente.

“Incluso es muy conocido que en algunas culturas, si al momento de tener relaciones sexuales en la primera noche matrimonial no hay señales visibles de que se rompió el himen -aunque puedes haberlo perdido bailando o haciendo ejercicios- el hombre podría renegar de la mujer y disolver el matrimonio”. Sí. Esto sigue ocurriendo a pesar de que la Organización Mundial de la Salud y otras organizaciones han hecho llamados para terminar con esta práctica humillante para las mujeres”.

La abogado afirma que con este concepto se asume que es el hombre quien tiene el poder de despojarnos del himen y en consecuencia, es quien nos quita eso tan valioso que es la virginidad. Esto ocurre, se estimula y enseña en muchos países, con lo cual las mujeres se cuidan muchísimo de no perder ese himen y al momento de casarse poder ostentar haber guardado esa virginidad tan valorada, aunque hayan tenido relaciones sexuales de otra forma”.

Yibirin, quien también es coach, opina que la idea de la virginidad “le da fuerza al falocentrismo, se incentiva la idea de que es el pene del hombre el que le quita algo de valor a la mujer, porque la virginidad es algo que la mujer pierde. Se resalta que la mujer no gana nada con el sexo, sino que pierde. Mientras más parejas sexuales tiene más valor pierde como mujer, de manera que pareciera que el valor de la mujer está sujeto a la virginidad”.

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Desde niñas se nos inculca que la virginidad es un tesoro que hay que cuidar con mucho recelo, mientras que a los varones se les estimula a tener sexo para ser admirados. La mujer crece con temor de vivir su sexualidad, porque perderá valor si disfruta del sexo. Podría ser considerada indecente, sin pureza, mientras más sexo tiene más inmoralidad se teje sobre ella”.

En este sentido, queda en evidencia que, de una u otra manera, es necesario actualizar los conceptos que abrigan la sexualidad, comenzando porque no necesariamente todas las formas de disfrutar del sexo encajan exclusivamente con la penetración. Parece que es hora de unificar criterios, tanto desde el punto de vista de género como de valores.

Un estudio publicado en Journal of Adolescence determinó que los chicos que habían perdido la virginidad tenían una mejor autoestima que aquellos que no lo habían hecho, mientras que las chicas estaban un poco insatisfechas con su apariencia después de su primera relación sexual.

Las expectativas que se instauran en los jóvenes podrían estar distorsionadas debido al poder moral que tiene la virginidad, cuando quizás debería cultivarse, en lugar del miedo y la culpa, el amor y el respeto propio. Sería ideal comenzar a hablar de aprendizaje para todos, en lugar de pérdidas solo para ellas.

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