Los Oscar coronaron a Ryan Gosling pero se olvidaron de algo importante en el camino

La ceremonia rozó el tedio y la falta de sorpresas a lo largo de tres horas y media

Ryan Gosling fue el gran protagonista de los Oscar con su actuación de 'I'm Just Ken'. (Foto de Rich Polk/Variety via Getty Images)
Ryan Gosling fue el gran protagonista de los Oscar con su actuación de 'I'm Just Ken'. (Foto de Rich Polk/Variety via Getty Images)

Los Oscar añadieron otro capítulo a su historia sin grandes sorpresas. Oppenheimer se alzó como flamante ganadora máxima de la noche, con sendas victorias para Christopher Nolan, Cillian Murphy y Robert Downey Jr. tal y como estaba pronosticado. Más allá de las dudas que existían en la categoría de Mejor actriz con el favoritismo dividido entre Emma Stone y Lily Gladstone, terminó siendo una ceremonia carente de espontaneidad, manchada por el tedio y la formalidad sin riesgos. Como si la Academia supiera que no necesitaba de grandes esfuerzos creativos para mantener al público pegado al televisor hasta el final, básicamente porque lo apostaron todo a un número ganador.

Lo dejaron todo en manos de Ken.

En su afán por exprimir el furor de Barbie como el fenómeno de masas más importante del último año, los Oscar optaron por jugar a lo seguro, dejando que Ryan Gosling y su anunciada actuación surtieran efecto como el imán de atracción primordial de la noche… De toda la noche.

Ryan Gosling interpretando 'I'm just Ken' en los Oscar con homenaje a Marilyn Monroe incluido. (Foto de Rich Polk/Variety via Getty Images)
Ryan Gosling interpretando 'I'm just Ken' en los Oscar con homenaje a Marilyn Monroe incluido. (Foto de Rich Polk/Variety via Getty Images)

Días antes de la ceremonia se había anunciado que el Ken del cine iba a interpretar I’m just Ken, la popular balada con Mark Ronson que se convirtió en símbolo de representación de su personaje y en el número musical más popular de Barbie. Además, se dio a conocer que se trataría de una actuación digna de un gran espectáculo con 65 bailarines en escena.

Es decir, se esperaba algo muy grande.

De esta manera, entre el interés popular de descubrir el potencial de Ryan Gosling para cantar en vivo y revivir la dosis de entretenimiento asegurado que prometía la actuación en directo de esta canción, el interés masivo del público ante una asociación directa con el blockbuster más popular del año servía como gancho asegurado para que los Oscar fueran tendencia. Y lo hizo. El actor apareció vestido de rosa, imitando a su Ken, divirtiéndose con su actuación y entreteniendo a todo Hollywood mientras rendía homenaje a Marilyn Monroe en Los caballeros las prefieren rubias.

Fue glorioso... Todos los Ken de la película, Slash, el equipo de Barbie cantando, Emma Stone sumándose al ruedo... Un momento que quedará grabado en la cultura popular como el Umbrella de Tom Holland. O más.

El problema es que se olvidaron de todo lo demás.

Porque aunque John Cena se robara unos segundos del show con su desnudo sobre el escenario (fue un homenaje a uno de los momentos más recordados de la historia de los Oscar), fue un riesgo aislado que resultó discordante con el resto de la gala. Básicamente porque no hubo más momentos similares dirigidos al más puro entrenamiento de los espectadores en casa. Sino que se dio lugar al tedio, como si la Academia hubiera buscado evitar adrede las críticas, polémicas o bochornos, apostando por lo seguro.

Por ejemplo, ni siquiera Jimmy Kimmel se lanzó al juego de las bromas y burlas a las estrellas en su monólogo con la misma intensidad de otros años. Más allá de un chiste a Robert Downey Jr. diciéndole si tenía “un discurso de aceptación en el bolsillo o solo tenía un pene rectangular”, no hubo gran cosa. Y eso porque, en mi opinión, también se buscó exprimir a la otra estrella con atractivo mediático que, además, tiene un sentido del humor que fácilmente podía seguirle el juego sin molestarse. Fíjense si fueron correctos que ni siquiera repitieron la grosería habitual de los premios de hacer sonar la orquesta para cortar discursos antes de tiempo. Al contrario. Hubo discursos de agradecimiento que llegaron a durar hasta dos minutos sin que los interrumpieran.

Ryan Gosling lo dio todo en su actuación de 'I'm just Ken'. (Foto de Rich Polk/Variety via Getty Images)
Ryan Gosling lo dio todo en su actuación de 'I'm just Ken'. (Foto de Rich Polk/Variety via Getty Images)

Durante tres horas y media la Academia nos hizo testigos de una ceremonia correcta, sin grandes sorpresas que, por momentos, rozó el tedio y la indiferencia, pero que logró que muchos se quedaran prendados al televisor por un gran motivo. Y es que más allá de la curiosidad cinematográfica de descubrir si Oppenheimer cumplía los pronósticos, no creo equivocarme al opinar que la gran mayoría se quedó esperando el gran número de Ken.

La actuación de Ryan Gosling llamó la atención mediática desde que se supo que la interpretaría junto al resto de temas nominados a Mejor Canción. Y la Academia jugó sus cartas con una estrategia de enganche clarísimo al dejar la actuación del actor como la última canción en ser interpretada. La cantó hacia el final de la gala, cuando ya habían pasado casi tres horas de ceremonia, para poco después anunciar a What Was I Made For de Billie Eilish y Finneas O’Connell como la flamante ganadora (también por Barbie).

De esta manera, los Oscar se lo jugaron todo a la Ken-manía, con una interpretación que creo que causó más expectación y furor en redes sociales que el Shallow de Lady Gaga y Bradley Cooper. Al final fue la última táctica que les quedaba para exprimir el fenómeno a pesar del fiasco de dejar fuera a Greta Gerwig y a Margot Robbie en las candidaturas de dirección y actriz. Y a juzgar por las reacciones en redes alabando y celebrando a Ken, la jugada les salió redonda. Porque, sin dudas, será el momento más recordado de la 96 ceremonia de los Oscar mientras el tedio quedará enterrado en el olvido.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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