Sean Connery tuvo más motivos para abandonar la actuación que el fracaso de 'La liga extraordinaria'
Sean Connery puso el punto y final a su carrera cinematográfica a los 75 años, dos años después de protagonizar el estrepitoso fracaso que fue La liga extraordinaria. Con un presupuesto de 95 millones de dólares, esta adaptación del conocido cómic de DC solo fue capaz de recaudar 179,2 millones en todo el mundo, cifra con la que difícilmente pudo obtener buena rentabilidad. Además, la crítica cargó duramente contra esta cinta a cargo de Stephen Norrington, director que por aquellos años despuntó en Hollywood con otras adaptaciones comiqueras como Blade. No obstante, aunque solemos asociar el retiro de Connery con esta fría recepción, la verdad es que hubo otros motivos de mayor calado de por medio.
Ya por aquellos años, el actor de James Bond, La roca, El hombre que sería rey o Indiana Jones era muy selectivo con sus papeles. Llegó a dudar hasta de grandes proyectos de la época como Harry Potter y El señor de los anillos, donde le ofrecieron interpretar a Albus Dumbledore y Gandalf. Sin embargo, tal vez por una mala corazonada, llegó a confiar en el proyecto que preparaba Fox para adaptar La liga extraordinaria, una cinta que le pondría por primera vez ante un papel superheroíco y cuyos cómics, que corrían a cargo de un escritor tan aclamado como Alan Moore (Watchmen, V de Vendetta…), disfrutaban de un buen prestigio. Pero nada salió según lo previsto.
Según reportes del rodaje publicados por Los Angeles Times, Fox no tardó en sembrar desconfianza. Para empezar, buena parte del presupuesto se había ido en pagar a Connery, a quien querían a toda costa para dar a la película un toque de elegancia propio de aventuras como Indiana Jones. De esta forma La liga extraordinaria se tuvo que conformar con un plantel de secundarios sin caras conocidas para el público, sustituyendo a actrices como Monica Bellucci por intérpretes desconocidas como Peta Wilson.
No hubiera sido un problema si el proyecto se hubiera estrenado con buenas críticas y sin competencia, pero es que el estudio, para evitar que su estreno coincidiera con Master & Commander, que se erigía como su gran título de otoño de 2003, optó por estrenar en verano y el mismo día que Piratas del Caribe: La maldición de la perla negra. Una muy mala idea.
Parte del equipo advirtió a la productora del error, porque, obviamente, en una batalla contra Johnny Depp y su capitán Jack Sparrow tenían todas las de perder. Sin embargo, dado el prestigio que arrastraba la obra de Alan Moore, estaban empeñados en venderlo como un blockbuster más serio que Piratas del Caribe y atraer a un cinéfilo más exigente que el que se acercaría a ver la película de Disney. Pero, obviamente, no fue el caso.
Pero lo más grave no fueron sus repercusiones en taquilla, porque los recortes presupuestarios llevaron al caos el rodaje por la poca funcionalidad de los efectos especiales. Por ejemplo, una secuencia donde se utilizó un modelo a escala real de Venecia falló en su ejecución y condujo al director Stephen Norrington a reformular las escenas y buscar nuevo material. Además, cuando rodaron en la República Checa, tuvieron la mala suerte de encontrarse con fuertes tormentas e inundaciones, lo que sumado a la mala planificación se tradujo en la destrucción de un set valorado en 7 millones de dólares y en un retraso de casi un mes en las grabaciones.
Pero el dinero y el material no era el mayor de sus inconvenientes, porque Sean Connery acabó tan agotado por los problemas de producción, los retrasos, los fallos con los efectos y la mala gestión del equipo que acabó peleándose con el director en más de una ocasión en medio de las grabaciones. Según testigos presentes en el set, el problema no se encontraría tanto en la falta de capacidad fílmica de Stephen Norrington, a quien consideran experto la acción y los efectos visuales, sino más bien en su falta de habilidad social para gestionar una gran producción con tantas personas y recursos.
Aunque ya había dirigido un blockbuster como Blade, no estábamos ante una producción tan ambiciosa como La liga extraordinaria. Y si de por medio existen recortes financieros y un mal ambiente, era difícil que un director acostumbrado a películas de bajo y mediano presupuesto, como bien ejemplifican sus trabajos en el cine independiente británico como Death Machine o El último minuto, saliera bien parado. De hecho, una vez terminada la película envió una carta a sus productores informando que tras esta experiencia no volvería a trabajar en Hollywood. Además, según los testigos de los que se hacía eco Los Ángeles Times, ni siquiera terminó la postproducción de esta película. La liga extraordinaria fue su última película.
Aunque la culpa no recayera al completo en Stephen Norrington, Sean Connery acabó atribuyendo casi todo el fracaso de La liga extraordinaria a su figura o a la decisión de Fox de ponerle al frente. Cuando el director no se presentó en el estreno y le preguntaron por su ausencia, su mala relación salió a flote cuando el actor contestó “búsquelo en el asilo más cercano”.
Lo mismo se evidenció un año más tarde, cuando rechazó un nuevo proyecto de 20th Century Fox, una película fallida por la que iba a recibir más de 17 millones de dólares, aludiendo a que la forma en la que se ejecutan producciones de estudio le minaban la moral.
Pero el tema no quedó ahí, porque en 2006, en una entrevista con el medio escocés Scotsman, cuando le preguntaron por su jubilación hizo alusión a los “idiotas” de la industria con pocas habilidades cinematográficas, donde se dejaba entrever una crítica a la elección de Stephen Norrington por parte de Fox. "Estoy harto de los idiotas: la brecha es cada vez mayor entre las personas que saben cómo hacer películas y las personas que les dan luz verde", declaraba al medio.
Así, más que al fracaso crítico y de taquilla de La liga extraordinaria, la retirada de Sean Connery encuentra su explicación en el ambiente hostil que se fraguó en el set de rodaje, en los enfrentamientos con su principal responsable y en la necesidad de no volver a vivir una experiencia así. Al fin y al cabo, hablamos de un actor septuagenario, con experiencia de sobra, cuya moral y salud ya no estaba para soportar producciones tan fatigosas como esta.
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