El infierno que vivía la estrella de 'Lo que el viento se llevó' mientras Hollywood la tachaba de "difícil"
Vivien Leigh, una de las mujeres más aclamadas de la época dorada de Hollywood, nació un 5 de noviembre de 1913. Hace (casi casi) 110 años. Una estrella que a pesar de contar con un extenso legado teatral, siempre será recordada como la eterna Scarlett O’Hara de Lo que el viento se llevó.
Pero lo que muchos espectadores probablemente desconocen es que Vivien fue tan tenaz y caprichosa como el personaje más emblemático de su carrera, hasta el punto de ser tachada de "difícil” por los pasillos hollywoodenses. Sin embargo, su caso no era el de una actriz con aires de diva, sino consecuencia directa de una enfermedad que, por entonces, todavía no se entendía. Vivien Leigh sufría trastorno bipolar.
Por aquel entonces no se hablaba tan abiertamente como ahora de las enfermedades mentales, y mucho menos de un trastorno tan complejo que afecta al 4,4% de los adultos estadounidenses en algún momento de sus vidas. Una enfermedad que “se caracteriza por cambios dramáticos en el estado de ánimo, la energía y los niveles de actividad que afectan la capacidad de una persona para realizar las tareas cotidianas”. (Fuente: National Institute of Mental Health). Hoy existen medicamentos y terapias que ayudan a afrontar los periodos de manía, depresión o exaltación (entre otras sensaciones), pero lo triste de la historia de Vivien es que durante su existencia entre 1913 y 1967, la enfermedad se conocía como psicosis maniacodepresiva y los tratamientos solían ser extremos.
Por ejemplo, la doctora Cara Gardenswartz, que tiene experiencia específica en el trastorno bipolar y su historia, dijo a BP Hope que se utilizaban “sedantes y barbitúricos antes de la década de 1950”, se institucionalizaba a los pacientes y se recurría a “lobotomías prefrontales y las primeras formas de terapia de choque electroconvulsivo”.
Y en el caso de Vivien Leigh se sometió a esto último después de sufrir un aborto espontáneo en 1944 durante un ensayo de César y Cleopatra. Según escribe Biography, su salud empeoró, se volvió más inestable, padecía insomnio y una enfermedad respiratoria -que terminó siendo tuberculosis-. Todo esto sumado al trastorno bipolar y fue entonces cuando se sometió a una terapia de electroshock, que era rudimentaria por aquel entonces, dejándola con “quemaduras en las sienes”. Poco después comenzó a recurrir al alcohol como método silenciador de sus demonios internos.
Vivien siempre supo que quería triunfar como actriz y, a pesar de su enfermedad, hizo todo lo posible para conseguirlo. Incluso tomar una decisión tan cuestionable como abandonar a su hija Suzanne, fruto de su primer matrimonio con Herbert Leigh Holman cuando tenía 21 años, al cuidado de su exsuegra, una tía y más tarde en un convento. Al parecer, Leigh consideraba que el matrimonio era "sólo otro papel en una obra interminable", según el biógrafo Stephen Galloway (vía New York Times), y que "la maternidad era una repetición sin el beneficio de una buena escritura".
"Amaba a mi bebé como lo ama toda madre, pero con la clara sinceridad de la juventud, me di cuenta de que no podía abandonar toda idea de una carrera en el escenario. No se me negaría la expresión de alguna fuerza dentro de mí...", dijo según el libro Vivien Leigh: An Intimate Portrait (vía Grunge).
Así, se apartó de las ‘ataduras’ y se marchó hacia la meca del cine, iniciando su ascenso profesional y de la mano de su segundo marido -y amante durante años- el legendario Laurence Olivier, coronándose como una de las power couple de la época.
Aunque la historia del aborto espontáneo y los problemas de salud marcaron la historia mediática de su trastorno bipolar a mediados de los ’50, lo cierto es que Vivien Leigh llevaba años demostrando comportamientos erráticos de vez en cuando. Por ejemplo, según Harper's Bazaar, comenzó a mostrar síntomas durante la época en que rodaba A yank in Oxford en 1938 a través de “cambios de humor frecuentes” que le dieron la reputación de "difícil".
Algo similar habría sucedido en Lo que el viento se llevó con historias que hablaban de “comportamiento maníaco”. Por ejemplo, Terry Coleman escribió en su biografía de Olivier en 2006 (a través de Associated Press) que "[Leigh] estaba enojada ya cuando estaba filmando Lo que el viento se llevó. Era bastante terrible trabajar con ella porque no aparecía y "Estaba terriblemente nerviosa en el set. Durante el rodaje, incluso tomó una sobredosis".
The New York Post publicó que, por entonces, la actriz tomaba sedativos para lidiar con “la histeria” que sentía, que encima se veía afectada por las largas jornadas de trabajo, llegando a sufrir una sobredosis con la medicación. Por si fuera poco, The Hollywood Reporter aseguró que durante el rodaje de La furia de Ceilán en 1953 sufrió una crisis nerviosa, siendo inyectada con un tranquilizante. Terminó siendo despedida y reemplazada por Elizabeth Taylor. En la misma publicación se incluye que sus amigos vieron mal su comportamiento, a pesar de que no tenía ningún control sobre su enfermedad mental.
Por último, el biógrafo de la actriz, John Russell Taylor, afirma que “sus momentos de manías eran más físicamente violentos” en los años ‘60, poco antes de su muerte en 1967. “Era capaz de destruir cada objeto a su alcance y lastimar severamente a quien intentaba contenerla”(Vivien-Leigh.info).
Sin embargo, a pesar de su infierno personal, Vivien tenía una dedicación admirable por su profesión. Consiguió el papel de Scarlett O’Hara plantándose delante del productor David Selznick con la intención absoluta de convencerlo de que era la adecuada a pesar de su acento inglés. Y cuando medio Hollywood quería el papel.
Años más tarde, el director de Un tranvía llamado deseo, Elia Kazan, se quedó sorprendido al ver su tremenda dedicación. “Habría caminado sobre cristales rotos si hubiera creído que ayudaría a su actuación”, dijo (The Hollywood Reporter). Pero, según Vivien, ese personaje que le valió su segundo Oscar como Mejor Actriz fue clave en su recaída final. “Ese papel me llevó a la locura”, dijo en una ocasión (Independent).
Desafortunadamente, tras el episodio que sufrió en el set de La furia de Ceilán, Vivien se alejó de la gran pantalla y se centró en el teatro, pero existen muchas historias sobre sus peleas y ataques violentos contra Olivier y otros compañeros en la mayoría de sus últimas obras.
La actriz pasó el resto de sus años sobre los escenarios, la mitad de ellos junto a Laurence Olivier hasta su divorcio en 1960, mientras apenas se dejaba ver en la gran pantalla. Por ejemplo, en los años ’50 tan solo protagonizó dos películas y otras dos en los ’60. Nada más. Su última actuación en la gran pantalla fue en 1965 con La nave del mal, en donde Leigh no podía controlar su enfermedad. Aun así, Leigh sacó adelante su trabajo dejando maravillado a su director, Stanley Kramer, que más tarde dijo al libro Vivien Leigh de Hugo Vickers: “Estaba enferma, pero su coraje para seguir adelante y terminar la película fue casi increíble”.
De todos modos, y a pesar de su presencia magnética, resulta doloroso verla en esa película. Su actuación es cruda, errática y evidencia del camino que tomaría su vida.
En sus últimos años se reconcilió con su hija y mantenía una relación con el actor Jack Merivale, que conocía su enfermedad y la cuidó hasta su muerte el 8 de julio de 1967. Vivien Leigh murió a consecuencia de la tuberculosis crónica que contrajo en los años 40, cobrándose su vida a los 53 años.
Resulta difícil imaginar con exactitud el calvario que debe haber sufrido viviendo en el ojo público y padeciendo una enfermedad que se presenta sin previo aviso. Y sin tratamiento adecuado en aquella época. Aun así, lo grandioso de su historia es la determinación con que intentó salir adelante. Porque ahora que somos más conscientes de esta enfermedad y la importancia de la salud mental, nos demuestra cómo, a pesar del tormento interno, se convirtió en una leyenda de Hollywood. Algo que determina sin dudas su talento nato y la convierten en un ejemplo de determinación y perseverancia.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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