Robbie Williams se desnuda en Netflix para desmitificar la fama

El cantante expone su vulnerabilidad en una serie documental íntima y reveladora

Robbie Williams expone su historia desde la cama y en calzoncillos en su serie documental de Netflix (Cortesía Netflix)
Robbie Williams expone su historia desde la cama y en calzoncillos en su serie documental de Netflix (Cortesía Netflix)

Los famosos tienen ganas de hablar. De cambiar la narrativa o reenfocar la dirección de los focos sobre sus vidas. Al menos eso parece cuando observamos la cantidad de documentales que inundan últimamente el catálogo de Netflix y otras plataformas. Desde figuras como David Beckham a Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Lewis Capaldi, el príncipe Harry, Jennifer Lopez, Pamela Anderson, Brooke Shields, Selena Gomez… Cada uno con sus traumas, éxitos y fracasos, a los que ahora se suma Robbie Williams.

El que fuera el enfant terrible de la música pop británica, adorado por millones y criticado por muchos, se desnuda en una serie documental (y no solo metafóricamente hablando), para exorcizar sus demonios frente al mundo. Y en el proceso, en lugar de engrandecer su figura y legado, hace todo lo contrario, desplegando un baño de humildad pocas veces visto en una estrella mundial al despojarse de los aires de grandeza y desmitificar la fama de una vez por todas.

Robbie Williams es una serie de cuatro capítulos peculiar. Sin dudas, es muy diferente a las otras confesiones de famosos que circulan en las plataformas. Para empezar, porque el exintegrante de Take That repasa su historia desde la cama y en calzoncillos. Como si estuviera despojándose de todo su bagaje, tanto emocional como físico. Pero, también, como si buscara estar lo más cómodo posible a la hora de repasar momentos difíciles de su vida.

Porque no estamos ante un documental donde un famoso se sienta y habla de su pasado. No. Esta serie es una sesión de terapia pública donde Robbie Williams repasa vídeos íntimos grabados durante toda su carrera, donde expone el espiral autodestructivo de las adicciones, su arrogancia juvenil, sus miedos, el trauma pero, también, al ser humano detrás de la estrella. Y uno que nunca estuvo cómodo con la grandiosidad que imponía ser una estrella.

Robbie Williams no disfrutó la fama como habríamos pensado viendo sus conciertos (Cortesía Netflix)
Robbie Williams no disfrutó la fama como habríamos pensado viendo sus conciertos (Cortesía Netflix)

El director Joe Pearlman (Lewis Capaldi: How I'm Feeling Now) contó con unas 30.000 horas de vídeos que Robbie Williams grabó a lo largo de su carrera, adelantándose a la moda de los vlogs desde los ‘90s, filmándose con amigos, preparando discos bajo los efectos del alcohol y las drogas pero, sobre todo, mostrándose completamente vulnerable. El cineasta recopiló suficiente material como para crear esta serie de cuatro episodios, mientras la estrella de 49 años revive su historia semi desnudo y en la comodidad de su hogar. A veces con nostalgia, otras con rechazo, pero exponiendo sus pensamientos y sentimientos constantemente.

Y lo que nos muestra es al ser humano que sentía que el circo creado a su alrededor le quedaba grande. Señala que no estaba preparado para la fama que amasó Take That siendo el más joven del grupo con 16 años. Expone sus celos hacia Gary Barlow y su inmadurez mientras admite que se lanzó a un mundo adulto cuando no estaba listo, enmascarando la presión que sentía con el alcohol, tomándose una botella de vodka cada día antes de los ensayos.

LA GRANDEZA DE LA FAMA: SU MAYOR ENEMIGO

Robbie Williams alcanzó el éxito en solitario con Angels, una canción que se consolidó como himno de la música pop en 1997. Tenía 23 años. Una sola canción que lo cambió todo justo cuando la compañía disquera estaba a punto de despedirlo. Y así comenzó una carrera que lo llevó por todo el mundo, vendiendo cientos de miles de discos y llenando estadios mientras descubría el otro lado de la fama. Pero, sobre todo, descubriendo que no estaba preparado ni tenía las herramientas para lidiar con ella.

Así, el cantante expone la presión que acompaña el éxito, la desconfianza por el interés de aquellos que se acercan, el acecho de los paparazzi y la frustración de ser el centro de la furia de los tabloides británicos. Como descubre Geri Halliwell (Ginger Spice de las Spice Girls) en uno de los videos de archivo cuando mantuvieron un breve romance de verano, Robbie quería su carrera pero también quería ser un tipo ordinario. Tener una familia, hijos y vivir su vida sin la presión de la fama.

Robbie Williams sintió un ataque de pánico durante un concierto que lo llevó a no querer volver a cantar (Cortesía Netflix)
Robbie Williams sintió un ataque de pánico durante un concierto que lo llevó a no querer volver a cantar (Cortesía Netflix)

Tal y como expone varias veces en la serie de Netflix, el escrutinio mediático le dolía profundamente. Que los tabloides publicaran rumores, recurrieran a sus peores fotos captadas por los paparazzi para ponerlas en portada o que criticaran su música, le afectaba muchísimo. Uno de los momentos más impactantes lo vemos en el tercer episodio cuando, habiendo regresado a Reino Unido con su gira, le inunda el pánico. Sabe que la prensa analiza cada uno de sus pasos con lupa, siempre buscando la cara negativa. Y eso le aterra.

Así, lo vemos desplegando un nivel de vulnerabilidad extraordinario, confesando a las cámaras el temor que lo invade y la humildad de todavía no creerse que cada persona que está trabajando en su concierto, que cada cable y camión, están ahí para él. Y no lo dice con fanfarronería o aires de grandeza. No. Lo dice con pánico absoluto. Y estamos hablando de un tipo que ya había alcanzado el éxito y estaba liderando una de las giras más grandes de su carrera.

Y en ese momento desvela uno de los momentos que tocaron un nervio y lo cambiaron todo cuando su asombro y humildad se transforman en miedo, saliendo al escenario mientras sufre un ataque de pánico con el que lucha todo el concierto. A continuación está tan afectado que no deja de temblar. No puede hablar y se niega a volver a cantar otra vez en su vida. Lo hace por necesidad. Hay fechas concertadas y mucho dinero en juego. Pero aquel momento abre una herida que lo lleva a la recaída.

Y así, entre la presión del éxito, las críticas y el patrón autoinfligido de sentirse un impostor que no estaba a la altura de las expectativas, expone que la fama no es para todo el mundo. Que él no supo lidiar con ella, derivando en soledad, desconfianza y adicciones. Que no supo crear una coraza que lo distanciara de las críticas de los tabloides. Y entonces cayó. En su peor etapa tras aquel ataque de pánico, mezclaba alcohol con anfetaminas, OxyCotin, Aderall, Vicodin y morfina. Vomitaba sin darse cuenta y no sentía las piernas.

LA SALVACIÓN

Afortunadamente, Robbie Williams pudo reconstruir su camino alejándose de los focos, refugiándose en Los Angeles, en una ciudad e industria donde nunca triunfó como en el resto del mundo. Allí puede vivir el nivel de anonimato que buscaba. Y entre rehabilitación, el descanso y el amor de su esposa, Ayda Field, encontró el camino de nuevo a la música.

La estrella de Angels y Rock DJ habrá sido una figura imponente sobre los escenarios a lo largo de su carrera. Un tipo que emanaba fanfarronería y autoestima cuando se adueñaba de estadios colmados con 80.000 personas gritando su nombre. Pero la pura verdad es que la realidad que vivía por dentro estaba minada por las adicciones, el trauma y una alta dosis de autoconciencia. Estaba Robbie Williams, el encantador de masas y Rob, el chico de Stoke-on-Trent que sentía que la fama y grandiosidad que le rodeaba era demasiado para su alma. En otras palabras, tenía un síndrome de impostor tan paralizante que la fama se le quedaba grande.

Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.

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