Colin Farrell y cuando la vergüenza por una película lo llevó a esconderse del mundo
Ahora resulta impensable, pero hubo un momento en que Colin Farrell sintió vergüenza por su carrera. El actor irlandés se encuentra viviendo la etapa más dulce de su faceta profesional, siendo alabado por la crítica, el público y la industria a partes iguales por Los espíritus de la isla, pero hubo un tiempo en que tocó fondo por culpa de una película en la que había puesto todas sus expectativas. Estaba tan avergonzado que huyó de las miradas del mundo, del reconocimiento y los paparazis, escondiéndose para que nadie pudiera encontrarlo.
Esa película era Alejandro Magno (2004), la obra histórica dirigida por Oliver Stone que puso en pie de guerra a los historiadores y provocó críticas terribles. Se trataba de la primera superproducción que Colin Farrell protagonizaba a los 27 años. Había aparecido en varias películas independientes bien recibidas, saltando a Hollywood como acompañante de Bruce Willis en La guerra de Hart (2002) y Tom Cruise en Minority Report: Sentencia previa (2002). La industria no tardó en prestarle atención, descubriendo su potencial para atraer al público y taquilla cuando poco después comandó el thriller Enlace mortal (2003) recaudando $97 millones a partir de un presupuesto pequeño de $13 millones. Había nacido una estrella.
Siguió escalando con éxitos independientes como Intermission y Una casa en el fin del mundo, hasta que llegó la película que podía catapultarlo de manera definitiva. Y nada menos que con un director aclamado como Oliver Stone. Era la primera película del cineasta en cinco años desde Un domingo cualquiera (1999), un ensayo épico sobre la vida del gran conquistador macedonio.
Se trataba de una producción ambiciosa con un presupuesto de $150 millones rodada en diferentes localizaciones. Desde Inglaterra a Malta, Marruecos y Tailandia. Y el joven Colin Farrell estaba convencido que sería todo un éxito. Después del auge peplum impuesto por Gladiador (2000) y Troya (2004), su película iba a ser la bomba. Es más, estaba seguro de que iban a conseguir nominaciones a los Óscar. Hasta tenía el esmoquin preparado por si acaso. La burbuja del rodaje lo llevó a convencerse tanto que cuando llegaron las primeras críticas no sabía dónde esconderse.
Porque a pesar del esfuerzo, los meses de rodaje y la implicación del actor, Alejandro Magno resultó ser un desastre. Los historiadores rechazaron los fallos históricos y algunos criticaron la representación homosexual del conquistador (otros la alabaron, todo hay que decirlo), mientras la crítica no fue nada benevolente. “Incoherente”, “tediosa”, “defectuosa” o “un desastre insoportable para la posteridad” son algunas de las definiciones que encontramos en el recopilador de críticas Rotten Tomatoes donde la película tiene un desaprobado desastroso del 16%.
El público tampoco respondió como esperaban tras la enorme inversión con una recaudación de $167 millones que, cuando sumamos promoción y marketing, llevó a Warner Bros. a sufrir pérdidas millonarias. Y el joven Colin Farrell vio cómo sus expectativas se estampaban contra el doloroso muro del fracaso.
"La expectativa es algo peligroso", dijo recientemente a The Hollywood Reporter. “Nos llevó seis meses filmarla, en tres continentes. Fue increíble. Cuando digo 'expectativa' es que todos teníamos nuestros esmóquines listos [para las entregas de premios]". Estaban completamente seguros que la próxima parada eran los Óscar. Hasta que se estrenó.
Colin Farrell ya era conocido como el nuevo rompecorazones de Hollywood. Su reputación como bad boy le precedía habiendo paseado sus conquistas por alfombras rojas y rellenado páginas de tabloides con sus salidas y fiestas. Sin embargo, en ese momento subido en la nube de la fama, las críticas fueron como un balde de agua fría que lo despertaron de sus sueños de grandeza sin anestesia. Cuando su publicista le dijo que las primeras críticas no eran buenas, no entendía nada. “No había Rotten Tomatoes por entonces, así que teníamos las críticas impresas y una tras otra decían que hiciera la maletas: 'Alejandro el Tonto', 'Alejandro el Aburrido', 'Alejandro el Inarticulado', 'Alejandro el Débil'.”
Lo primero que pensó fue “¿Y ahora qué hago?” Sus expectativas y futuro parecían haberse derrumbado por completo. De verse en los Óscar pasó a sentirse avergonzado. “Sentí tanta vergüenza. Me encontré en un lugar donde todos los que conocía decían: '¿Has visto "Alejandro Magno"? Si es así, lo siento mucho'. Ni siquiera estoy bromeando. No les iba a devolver los $20 millones, pero..."
Como la temporada de premios ya no era una opción, decidió huir. Esconderse del desastre bajo un traje de esquí pero sin siquiera pisar una pista de nieve. "Fui al lago Tahoe a una estación de esquí", dijo. "No esquié, pero me di cuenta de que podía usar una máscara y un gorro, y lo hice durante tres días. Y después de eso, sí, me cuestioné: 'Soy una mierda en esto. Soy un actor de mierda. Me han descubierto'".
Y es que, efectivamente, con casi tres horas de duración, la cinta épica caía en un tedio constante. La ambición del director parecía haber cegado su ojo visionario, haciendo una película que ni era un biopic histórico, ni un drama épico o acción. Era un poco de todo, confundiendo con sus intenciones y aburriendo en el camino con el relato eterno de Ptolomeo I, el historiador interpretado por Anthony Hopkins. ¿Dónde vio Colin Farrell que tenía opciones de Óscar? No lo entiendo.
Lo peor vino después porque tras Alejandro Magno tuvo más decepciones cinematográficas como El nuevo mundo o Corrupción en Miami, mientras su vida personal caía en un espiral marcado por las drogas. En diciembre de 2005 entró en rehabilitación y un año después su nombre llegaba a los tabloides tras haber demandado a su exnovia, la modelo Nicole Narain, por la distribución de una cinta sexual que habían hecho juntos años atrás.
Pero el tiempo lo cura todo y en 2008 llegó una película que cambiaría su camino para siempre. Fue En Brujas, la comedia negra de Martin McDonagh que conquistó a la crítica y le valió el primer Globo de Oro de su carrera. Aunque el mayor logro de aquel trabajo fue que le sirvió para demostrar un talento nato para la comedia y el drama. Y desde ese momento su reputación cambió, sobre todo cuando se ganó el favor de la crítica de nuevo como un vampiro carismático en Noche de miedo (Fright Night). Siete psicópatas (otra vez con McDonagh), la segunda temporada de True Detective y La Langosta completaron el círculo que lo llevó hasta el momento que vive ahora.
Porque entre superproducciones como Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016) y obras más pequeñas como El seductor (2017), Colin Farrell llegó a su año más prolífico en 2022 arrasando con su papel de Pingüino en The Batman y ahora con su primera nominación al Óscar por Los espíritus de la isla. Y es que si bien Brendan Fraser parte como gran favorito en la categoría de mejor actor, el trabajo de Colin Farrell es igualmente merecedor del premio, interpretando una obra magistral sobre la soledad masculina en un pueblo de Irlanda. El actor consigue plasmar empatía, comicidad, tristeza, dolor, decepción e ingenuidad en un personaje que, sin dudas, será recordado como de los mejores de su carrera. Uno con el que Colin puede dejar volar sus expectativas de Óscar y ponerse el esmoquin… en serio.
Los espíritus de la isla llega a los cines de Latinoamérica el 2 de febrero, mientras Alejandro Magno está disponible en la plataforma de HBO Max.
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