Julio Bocca: “Quiero que todo el mundo conozca al Ballet del Colón y llegar a ponerlo entre los diez mejores”
Dos meses y medio después de que un mediodía, con gran sorpresa -y una buena cuota de confusión sobre el alcance que tendría su designación-, el gobierno porteño diera a conocer la llegada de Julio Bocca al Teatro Colón, la máxima figura de la danza argentina está de vuelta en su país. Viene de una larga temporada de trabajo como coach y maestro en el exterior: solamente en las últimas ocho semanas, fue de los Estados Unidos a China, pasando por Mónaco y Cuba, donde le rindieron un homenaje por su trayectoria en el emblemático Festival de La Habana. Tras un breve paso por su casa en la vecina orilla –recordemos que después de retirarse se mudó a Uruguay-, es también exprés esta visita a Buenos Aires para participar del acto oficial en el que el jefe de gobierno de la ciudad, Jorge Macri, y la ministra de Cultura Gabriela Ricardes, presentaron hoy -ahora sí con la formalidad que corresponde- a las nuevas autoridades en la majestuosa sala del teatro que más orgullo da a los argentinos de cara al mundo.
Cuando termine esta entrevista, ni bien se apague el grabador, Bocca dirá que está feliz. Aunque no haga falta la aclaración: se advertía su estado efervescente desde el primer minuto en el encuentro con LA NACION, cuando traspasó la puerta de la calle Cerrito, algo cansado por una salida nocturna por San Telmo. Pero… calavera no chilla. Puntualísimo, siempre, Bocca llega a la cita “fantaseando”, dice. “Yo siempre fantaseo; siempre fui de pensar qué hacer en el futuro, qué cosas pueden ser diferentes, y eso va a seguir en mí, es algo que me gusta. Por eso voy a tener ahora una administradora en el ballet: para que me diga ‘quietito ahí’ [se ríe]. Alejandra llevaba antes los números de Les Luthiers, centavito por centavito –presenta así, por el nombre de pila, a una de las personas del equipo que desembarca con él luego de tantos años trabajando junto con Lino Patalano-. Es una figura nueva, creo necesario tener alguien que diga hasta dónde podés usar el dinero de la gente, el presupuesto que tenés.
-Lo bueno es que, para empezar a administrar, tenés que tener un presupuesto.
-Eso todavía no lo sé, pero necesito quién me diga “tranquilo, hasta acá llegás, esto lo podés hacer y esto no”. A mí me ayuda mucho, porque como sabemos uno administra la plata de la gente, no la personal. Es bueno tener a alguien que te vaya frenando. Es parte del nuevo equipo, en el que está Natalia [su secretaria, también ex team Patalano, Sandro en el área técnica]. Armé un lindo grupito de contención para poder trabajar como uno está acostumbrado. Y a partir de ahí insertarte en este lugar maravilloso que es el teatro. El fin de semana vine a ver la ópera [Orfeo en los infiernos], y fue increíble: la sala con una producción así, de esas impresionantes. Vas viendo estas cosas y decís: qué bueno que en otros también estén trabajando con calidad, con excelencia.
-Pasaron diecisiete años desde que te retiraste, muchas veces se barajó la posibilidad de tu desembarco en el Teatro Colón y siempre fue que no. ¿Por qué ahora sí?
-Porque ahora cuando me llamaron una de las primeras cosas que pregunté fue si iba a tener apoyo de arriba para estar tranquilo. Por ejemplo, la compañía necesita trabajar una hora más, no puede trabajar de once a cinco, es muy poco. Entonces se agregó una hora, será de 10 a 17. Y saber que cualquier cosa la ministra o el jefe de gobierno están ahí, apoyando. Eso fue lo que tuve en Uruguay, con el Sodre [Bocca dirigió el Ballet Nacional de Uruguay entre 2010 y 2017]. Vamos a un cambio, a otra forma de trabajo, a programar de acá a dos años, a llamar a alguien y que se le pague en tiempo y forma, cosas que son las normales en cualquier parte del mundo. Y me dijeron que sí. Entonces, bueno, yo voy a aportar lo mío y ver qué pasa, si puedo ayudar a que el ballet sea conocido. Porque todo el mundo conoce al Teatro Colón, pero no conocen lo que hay adentro; el nombre del Colón es... ¡Wow!, pero ¿qué más? Cuando les decís a los bailarines en Londres que el Ballet del teatro está por cumplir cien años, se quedan sorprendidos; me pasó, no tenían idea. Y el Royal no llega a los cien años, aunque a uno le parezca que siempre estuvo ahí.
-Bien: un primer objetivo para tu gestión es, entonces, que el Ballet del Colón sea reconocido en el exterior. Como cuando decías que querías poner al Sodre de Uruguay entre las mejores diez compañías del mundo.
-Exactamente lo mismo, quiero llegar a eso. Y sobre todo que los bailarines puedan disfrutar, que amen y respeten lo que están haciendo, que tengan posibilidades, que haya un crecimiento constante de la compañía.
-Vuelvo un momento a las condiciones que ponías para aceptar, que eran un poquito más ambiciosas: no solo pedías el apoyo de las autoridades. Este mismo año, en una entrevista, me decías que, para que vinieras, por ejemplo, la clase diaria de ballet tenía que ser obligatoria, que había que trabajar ocho horas.
-Ocho horas no van a trabajar, pero siete es un primer paso. La clase está dentro del horario de trabajo, de lo que van a cobrar, por lo tanto, si a vos te pagan por un horario de trabajo, ¿tenés que estar o no? Personalmente, creo que la clase es lo más importante para que un bailarín pueda crecer. Es donde voy a ver qué bailarín está trabajando seriamente para mejorar, para mantenerse y estar en forma, y para que cuando vamos a un ensayo no tenga que estar repitiendo cómo hacer un double tour o una quinta posición o un passé en una pirouette. La clase tiene que ser algo muy personal, porque es el conocimiento de tu cuerpo. Preguntale a Marianela Núñez, que va a clase todos los días; hace poco paró por primera vez en su carrera y aunque estuviera lastimada, estaba ahí. ¿Vos querés ser como Marianela? ¿Llegar a eso? Esto es parte. Espero que puedan entenderlo de esa forma, que no es una idea de Julio Bocca, es lo que pide la danza.
-Sigamos con los requisitos: tener un presupuesto para poder programar a dos años.
-Eso todavía no lo tengo, pero me lo van a decir. Yo ya pasé la programación de 2025 y el presupuesto, y eso está bien.
-¿Es una programación austera?
-Sí, mitad y mitad. Primero, porque no conozco tanto a la compañía, y segundo porque hay que contratar bailarines, porque no todos en el staff bailan. Tercero, creo que se necesita un tiempo para poder programar y desde que la ministra vino a hablarme hasta que me reuní con el jefe de Gobierno y tomé la decisión, que dije sí, voy a ir, tuve que armar un equipo, hacer una programación para el año que viene, que por supuesto con el centenario del ballet hay que pensar también una gala, algo enorme, porque son cien años. Entonces la de 2025 será una programación dentro de lo que la compañía ya maneja y tiene de producciones, tratando de traer cosas nuevas, y con repertorio clásico, pero nuestro.
-Dirías que es una temporada de transición.
-Sí, eso es: una temporada de transición.
-¿Qué pasa con la cantidad de funciones?
-Subimos a diez o doce para cada programa, que serán cinco, además de la gala.
-No es tanto más para los “estándares Julio Bocca”, que aspira a 80 o 100 funciones anuales.
-En Uruguay no lo hice de un día para el otro. Después de siete años como director, llegué a las 104 funciones. Más todas las giras que hicimos. ¡Acá todavía no llegué, yo empiezo en febrero del año que viene, no se olviden! Habrá una audición el 1° de febrero para 20 contratados. Mi idea es que sea internacional. Y a futuro me gustaría que uno o dos ingresos sean directamente de la escuela.
-¿Cuál va a ser tu injerencia en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón?
-Voy a estar supervisando. Estamos en conversaciones con la Ópera de París, con la escuela y con la compañía, para hacer un acuerdo –la ministra llegó hace poco de Francia-. Elisabeth Platel [directora de l’Ecole] estuvo hace poco acá [vino a supervisar el montaje de Giselle] y fue a ver la escuela.
-¿Qué feedback les dio?
-Esos feedbacks son muy privados [se ríe].
-Mencionabas los ingresos por audición, los contratos y que no todos los bailarines del plantel están en actividad. En general se suele pensar que, como hiciste tu carrera en el American Ballet Theatre (ABT), tenés en la cabeza un modelo de compañía como la de Nueva York y acá tenemos un Ballet Estable. ¿Hacia dónde vamos?
-Ahora lo que espero es que sigan trabajando en ver la transición, cómo será la jubilación; mi idea es llevarla a un modelo más parecido a la Ópera de París, que a los 42 años te tenés que ir. Ellos tienen un monto de dinero que se destina a la transición para que [los bailarines cuando estén cerca de alcanzar esa edad] se capaciten en otra cosa. Después, te jubilás como cualquier otro ser humano. Tal vez de 42 se pueda llevar a los 45, porque ahora el cuerpo aguanta un poco más, con más cuidados y las posibilidades que se tienen. Hay que hacer esa transición.
-Eso requiere de apoyo político porque el problema de la jubilación de los bailarines es bien conocido y existe hace treinta años, cuando Buenos Aires pasó a ser Ciudad Autónoma. Hay una fantasía: si hasta acá nadie lo resolvió y no lo soluciona Julio Bocca, el nombre más grande de la danza, ¿quién va a poder?
-Por eso: empiezo en febrero del año que viene. Mi intención es que se solucione, que sea algo coherente, que haya un proceso y también incentivar a la juventud para que no entre ya con la jubilación en el cerebro. Que ingresen pensando que a los 40 o los 45 la vida continúa, depende de uno también qué otras cosas quiere o puede hacer para continuar trabajando después. No es que a los cuarenta estás en tu casa. Hay que ser coherente, porque volvemos a lo mismo: estamos usando la plata de los impuestos que paga la gente. Eso para mí es muy importante que esté claro. Después, yo voy a defender al bailarín dando posibilidades a todos; siempre respeté a los bailarines y trabajé para que estén bien. Y eso lo voy a seguir haciendo. Pero no quiero entrar y que lo primero sea estar pensando en la jubilación, porque no puedo, porque yo sigo trabajando, porque hay que formar una compañía para que cuando se levante el telón esté en forma, alegre, feliz de lo que hace. Nosotros le tenemos que devolver a la gente lo que nos está dando. Nos lo merecemos, porque hicimos el esfuerzo, pero también es cierto que estamos en un lugar maravilloso, en el que elegimos estar, nadie nos obligó. Es un ida y vuelta, un equilibrio. Personalmente, ahora pienso en entrar el 18 de febrero a trabajar para que vuelvan a enamorarse. El fin de semana vine a ver una clase y me sorprendí de la compañía enorme que es. Cuando estuve a comienzos de año había 25 o 30 personas como mucho. ¿Por qué en marzo no había nadie y ahora hay de todo? El sábado estaban los 20 contratados más los de staff (no todos porque depende de la edad ya no viene a clase). Volver a eso.
-¿Quién daba la clase?
-Edgardo Trabalón. ¡Era una clase con una agilidad! Nunca lo había visto a él y muy musical [se entusiasma]. Y la hicieron hasta el final. Vi gente nueva. También hablé con los otros maestros que actualmente integran el equipo [Natalia Saraceno, Vagram Armbartsoumian, el coreólogo Leonardo Cuestas], para ver si les interesaba seguir el año que viene. Uno no viene a destruir nada, sino a que el telón se levante y estén todos bien, en forma, disfrutando, haciendo cosas nuevas y otras ya hechas, mucho mejor.
-Teniendo en cuenta, entonces, que vas hacia un modelo de jubilación de 42-45 años, hacés una audición internacional en febrero para ingresar contratados, ¿en qué condiciones?
-Anuales, como están ahora, con la diferencia que actualmente son monotributistas, mientras que el año que viene el teatro se va hacer cargo de la jubilación y la salud, que no lo tenían. Ya es un cambio. Vamos de a poquito a poner una semillita. Otra semillita distinta, no la de “que no trabajes, que hagas paro, que siempre estés hablando mal”; yo quiero poner la semillita de “que ames lo que hacés, que elegiste bailar y estás en un lugar maravilloso”. De a poquito. Estar unidos, trabajar en equipo, no pelearnos si las cosas se pueden solucionar. Si hay un problema por una lamparita se puede cambiar, no hace falta hacer un paro.
-Hace mucho que eso no pasa.
-Genial, gracias. Bravo.
-Buena parte de esta compañía te conoce bien, tanto como vos a ella tal vez.
-El otro día vi caras nuevas. Hay gente que conozco, por supuesto, pero muchos otros que no. Para mí va a ser como todo de nuevo. Es lo que quiero hacer.
-Hay un grupo, que está en plena actividad, para los que fuiste su mentor, les diste su primer trabajo o fuiste su inspiración para dedicarse a esto. Conversando con ellos, que este año cumplieron 20 años en la compañía, se les percibía una mezcla de expectativa y…
-… y de temor. ¡Es normal! En cualquier parte del mundo si tenés veinte años de carrera y estás llegando o tenés cuarenta eso sería normal. El cuerpo no te da lo mismo, viene un director nuevo. Es como estar en la Selección Nacional de fútbol, donde el director técnico elige a quien quiere, saca, pone. Más vale que van a tener temor. Pero no se olviden que yo respeto, porque pasé por esa situación. Los voy a tratar como profesionales. Una de las cosas que estoy viendo en el mundo hace que me pregunte, ¿a los maestros, a nosotros, no nos van a tener respeto también? Nos piden respeto todo el tiempo, ¿y del otro lado?
-¿Te referís al respeto sobre las decisiones que toman?
-Sobre las decisiones, sobre la mirada que uno puede tener, y sí el respeto cotidiano: hola, qué tal, hasta luego; llegar a horario al trabajo. Lo mínimo. Valores. Eso lo voy a tener. Yo no voy a venir y decir: “Gracias, te vas mañana”. No. No sé si están en formo o no lo están. Mi visión es tener bailarines como la Ópera de París, el Royal Ballet, la Scala, el ABT, New York City. Que una quinta posición es una quinta posición en cualquier compañía, un passé, un relevé. Mi visión, ya saben cómo es, está acá arriba [establece con la mano una vara, alta]. Voy a venir a trabajar para que estos bailarines estén acá arriba. Y para que quieran estar ahí arriba. Que puedan disfrutar de estar acá arriba. Porque es maravilloso estar ahí, es una sensación totalmente diferente.
-Cuando les preguntaba -retomo- qué expectativa tenían por tu llegada, una bailarina respondió: “Espero que el héroe siga ahí”
-Y está bien. Gracias. Yo estoy tranquilo conmigo, viajo por el mundo y por algo me llaman de todas las compañías, por mi forma de trabajar, cómo soy, y lo que busco. Entonces, el héroe sigue ahí porque uno ha hecho mucho. Y lo que quiero es volver a que el ballet sea popular. ¿Por qué se perdió eso? Porque yo lo que hacía era salir, invertir, nunca estuve apoyado por el gobierno, era todo privado. Ahora que voy a tener el apoyo, entonces, se tiene que hacer mucho más popular todavía. Esta gente que vio en mí a alguien que lo inspiró para estudiar ballet, lo vio porque había eso. Espero que sigan disfrutando del héroe o de este nuevo Julio Bocca, que con los años va cambiando y sigue aprendiendo: voy a compañías, veo a directores, a maestros, veo cómo se forman, trato de incorporar cosas que me gustan. Vengo a pasarla bien, a defender la calidad y la excelencia de la danza y quien transmite la danza somos los bailarines (me incluí en eso cuando yo no bailo más).
-Me consta que te comunicaste con varios bailarines talentosos que están en el exterior, así como hemos hablado en varias oportunidades sobre cuán grande podría haber sido esta compañía si no se hubieran ido tantos. ¿Vas a repatriar a una generación?
-Volvemos a lo de la jubilación. Tiene que haber un sistema que permita renovar automáticamente la compañía y que la gente joven tenga la posibilidad de hacer su carrera acá y luego llevarla al mundo. Tenemos que generar artistas para sacar afuera y no siempre recibir. Mostrar lo que tenemos.
-¿Cómo hacer al Colón atractivo para que quieran volver los que están en Estados Unidos, en Alemania, por ejemplo?
-Si querés a fines del año que viene tenemos otra vez esta conversación.
-¿Confiás en este apoyo político?
-Confío.
-El anuncio de tu designación fue raro. De repente, eras el director del teatro.
-El anuncio fue muy rápido. Me llegaban mensajes, que respondía aclarando “director del ballet, del-ba-llet”. Estuve un poco asustado, pero nunca voy a aceptar algo así… Bueno, hay un cambio ya. Van a tener una hora más de trabajo. Hablando con coreógrafos de afuera, a veces te piden seis horas de ensayo. Si queremos estar en el mundo, como una compañía de alto nivel, que si todos me conocen saben que es a lo que voy, eso se necesita.
-La última vez que viste bailar a la compañía fue este año, en la apertura de temporada con Carmina Burana, y hace unos días con tu nuevo equipo presenciaste una clase. ¿Qué compañía recibís, cuál es tu diagnóstico?
-De Carmina me fui un poco triste porque los vi como que no estaban disfrutando lo que hacían, esa es mi apreciación personal. No estaban en forma. Yo venía a ver el Ballet del Colón y el teatro viste lo que es: esa sala imponente, una obra con orquesta, coro, todo. Escuchar extranjeros decir que lo que más les había gustado fue la orquesta o una cantante, cuando venían a ver el ballet... Hay algo acá que falta. Yo siento que no están incentivados. Y después hay una cuestión de trabajo. Por eso el sábado cuando vi la clase me sorprendí. Primero, por la cantidad y segundo por la dinámica; ¡Wow, esto me gusta! Y también veía que les costaba. Recibo una compañía bien, pero vuelvo a lo mismo: mi visión de “bien” es muy alta y lo quiero transmitir, porque se pueden hacer las cosas mejor.
-¿Qué pasa con otra clase de herencias, deudas por ejemplo: se deben honorarios a bailarines internacionales invitados, a repositores, royalties?
-Sí, sí, me junté con varias personas afuera y la imagen que tienen es que no se paga. Ahí hay cosas que yo no puedo decir ahora y dejo esa parte a la ministra, que son buenas noticias.
-¿Vas a volver a vivir a Buenos Aires?
-Voy a estar yendo y viniendo. Además, hay cosas que ya tenía arregladas. Yo tenía 2025 y 2026 cerrado. Cancelé Ámsterdam, Dusseldorf, Hamburgo, Bélgica, pero voy a hacer Romeo y Julieta con el Royal Swedish (Estocolmo); estoy viendo unas fechas que ya habíamos hablado con el ABT a ver si encajan, voy a ir a San Francisco, y en septiembre tengo Viena con Giselle, que empieza como directora Alessandra [Ferri] en la Ópera y voy estar apoyándola. Lo demás lo bajé. Para 2026, iré con Alessandra de nuevo; queremos hacer coproducciones.
-En iguales condiciones, entonces, Alessandra tendrá que venir.
-Eso no te preocupes porque ella, Cynthia Harvey y un motón de gente más van a estar acá… ¡Pero dejá algo para que cuente el año que viene!
-Como coach y como maestro, una vez retirado de tu rol de director en el Sodre, encontraste no solamente una gran recepción y consideración en compañías de todo el mundo sino que vos mismo advertiste un crecimiento. “Seguir aprendiendo”, decías recién, incorporaste nuevas herramientas. Tanto, que pensaste en volver a dirigir. ¿Por qué dirías que hoy no sos el mismo que dirigió el Sodre y qué harías diferente en el Colón de lo que fue en Uruguay?
-Para nada soy el mismo. Uno va madurando, va creciendo. Me siento más seguro. Una de las cosas es que sé cómo mantener una visión; cómo podés tratar o no podés tratar a la gente, todos esos cambios que se vienen generando. De golpe, yo era muy estricto, porque toda la vida fue así, con un maestro que te decía y vos hacías, y eso mucho no funcionaba; en el otro extremo, tampoco, hasta que fui encontrando la balanza. Ese equilibrio se fue fortaleciendo y asegurándose más. Una de las cosas que me pasó, en un momento, fue preguntarme: ¿adónde estamos yendo, el barco adónde va? Como si no tuviera rumbo. Ahora eso no me va a pasar, me siento tranquilo; quiero esto, veamos cómo hacerlo, en equipo. Quien quiera incorporarse a este rumbo, bien, y el que no, bien también, pero ahora soy el director de la compañía y esta es la forma de trabajar y este es el camino para llegar. Siento ganas de hacerlo de nuevo, que las había perdido. Veré qué pasa acá, si los bailarines quieren también ir en este barco o carro, o como lo quieran llamar. Por supuesto sé que a mucha gente no le va a gustar, a otros les va a fascinar, habrá gente que se entusiasme con el repertorio que voy a traer y otros que no, pero la cabeza pensante en este momento soy yo. La idea es que trabajamos en equipo. El cuerpo de baile es el corazón de todo esto y sin el corazón no se vive; pero necesitás brazos, manos, pies y una cabeza para guiar ese corazón, para mantenerlo vivo. Ahí estaremos mi equipo y yo, y esperemos que también la institución, la gente.
-En Uruguay mencionabas a todo ese arco también, que fue desde el presidente Pepe Mujica, que es quien te había convocado, a la prensa, pasando por el público, todos “tiraban del carro”, decías.
-Exactamente y eso espero que pase acá. Y que cuando se levante el telón todos estén felices del trabajo que se está haciendo y del apoyo que están dando. Tirando todos para el mismo lado, está bueno, con diferentes ideologías, lo que quieras, pero para mejor.
-Yendo a tu equipo: Luis Ortigoza, África Guzmán, ¿quién va a hacer qué?
-Mi cargo es el del director del ballet y tengo una asistente de dirección que cuando yo no estoy será quien quede a cargo: a África Guzmán la conozco desde sus 15 años, trabajamos juntos cuando Maya Plisetskaya dirigía el Ballet Nacional de España. Luego su larga etapa con Nacho Duato y Jiří Kylián. Ella tiene una visión de otro lado que yo no tengo. Me gustó, nos llevamos bien. Luis Ortigoza será maestro, la idea es que trabaje con primeros bailarines y solistas. No nos olvidemos que él fue un gran bailarín, que tiene un repertorio increíble, porque sabemos que en Chile, con Iván Nagy y Marcia Haydée, se hicieron cosas maravillosas.
-Luis se despidió con Mayerling, ¿vas traés Mayerling?
-¡Esperá! Estoy programando varios años, en algunos de esos… Pero antes quiero traer otra cosa, que no se pudo hacer por la pandemia: Manon. Voy por eso, y que [la fundación MacMillan] recupere de nuevo la confianza de que acá funciona todo bien. Para seguir, también va a estar Nadia Muzyca como maestra. Y el equipo que está ahora, que quiera continuar. No vengo a destruir nada, a veces la gente habla por hablar.
-Está bien que vos lo digas.
-¡Qué necesidad de hablar sin saber! Nadia trabajó conmigo desde chica, siempre fue educada, muy inteligente, se retiró en el mejor momento de su carrera, siento que se llevó bien con todos, es muy respetuosa. Esa es la imagen que quiero, que venimos a trabajar, a crecer, a pasarla bien, con respeto mutuo, felices, tranquilos. Nadia tiene todo eso que a mí me gusta. Tuvo una linda carrera acá y cuando hablé con ella fue divina porque enseguida dijo: sí. Esa confianza en mi visión, mi forma de trabajar. Como maestro residente además voy a tener a Alejandro Parente, a Lidia Segni y estoy en conversaciones, tratando de hacer mi danza de los siete velos, para que vuelva Paloma Herrera. En principio como maestra residente, y después veremos: quiero el Colón que tenga un mimo con ella por la situación en la que se fue, creo que se lo merece. Es bueno empezar a contar con toda esta gente que hizo una carrera genial y se fue, que pueda volcar su experiencia acá y que nuestros bailarines vayan como invitados a bailar a la Ópera de París, al Royal, pero que tengan base acá. Con los que se fueron y que hablé, cuando vean un poco los cambios, tal vez… Hablé por ejemplo con Macarena Giménez, me parece que una bailarina como ella no puede no estar. Vamos a ver qué pasa.
-¿Cómo dirías que fue, hasta acá en la historia, tu relación con el Colón?
-Amor y odio, odio y amor, y va a seguir así seguro. Es el Colón. La idea es seguir insistiendo, por última vez -eso lo tengo claro- para ver a esta compañía que siempre quise viajando por Europa, por todo el mundo, que todos conozcan al Ballet del Colón, no al teatro.
-¿En qué plazos te imaginás eso?
-Bueno, en siete años viste lo que hice en Uruguay, por qué no puede ser en cinco o en cuatro.
-¿Y tu contrato que dice?
-Mi contrato es anual. Porque va a haber bailarines contratados por año. Así que seamos todos igualitos. Prefiero así.
Temporada de Ballet 2025
El año abrirá con Carmen, de Marcia Haydée, con reposición de Pablo Aharonian y la propia Marcia, que llegará a Buenos Aires más cerca del estreno.
Seguirá un programa mixto: un clásico como Paquita, la reposición de Por vos muero (con la visita de su coreógrafo, Nacho Duato) y un estreno, Chacona, de Goyo Montero.
Luego será el turno de Don Quijote, de Raúl Candal y Silvia Bazilis, que devolverá a estas dos figuras de la compañía de las últimas décadas del siglo XX. “Es una versión que me fascinó: corta, ágil, simple, arriba. Diferente”, subraya Julio Bocca. Con Marianela Núñez como bailarina invitada, un imperdible.
En octubre vuelve Onegin y se espera la confirmación de que podrá hacerse con la étoile argentina Ludmila Pagliero (Ópera de París) como bailarina invitada, para bailar con el argentino Ciro Mansilla (Ballet de Stuttgart).
Cerrará el año El cascanueces, según Bazilis. “Una versión linda, ágil, fresca”, insiste Bocca.
La gala por los cien años del Ballet Estable del Teatro Colón será en el mes de agosto, para que muchas de las figuras que trabajan en Europa estén disponibles como invitadas. Aún no se anuncia la programación, en la que Bocca y su equipo trabajan.