Bradley Cooper paga un alto precio por sumarse al circo mediático de los Oscar
'Maestro' parte con siete nominaciones pero su campaña personal tiñó a la película con una sombra innecesaria
Bradley Cooper dijo en una ocasión que no quería ganar el Oscar. Fue en una entrevista para Vanity Fair, después de su primera nominación por Los juegos del destino en 2013. Pero el tiempo pasa y las cosas cambian. Porque a largo de la última década rozó la gloria académica con un total de doce nominaciones: cinco como actor, cinco como productor y dos como guionista. Hollywood lo tentó. Le puso el caramelo demasiado cerca y ahora parece que ansía la estatuilla dorada con todas sus fuerzas. Sin embargo, su campaña para saciar la sed de victoria se le fue de las manos.
Maestro, su segunda película como director sobre la vida y relación matrimonial del aclamado compositor y conductor de orquesta Leonard Bernstein, está nominada en siete categorías, una menos que Nace una estrella, su primer esfuerzo detrás de las cámaras. Y Cooper se ha esforzado tanto en demostrar que quiere ganar que ha pasado de generar simpatía ante la dedicación monumental que entregó al proyecto, a rozar el ridículo.
Por ejemplo, en su afán por llamar la atención en plena campaña para entrar en el horizonte de los votantes, contó que se bañaba desnudo con su padre, que habla con su hija de seis años cuando está en el inodoro y ella en la bañera y que le encanta caminar desnudo por su casa. “Nos ponemos a hablar cuando yo estoy en el inodoro y ella en la bañera: así funcionamos […] Mi dormitorio, la bañera, el inodoro y la cama... Es como si estuvieran en la misma habitación, las 24 horas del día y los siete días de la semana. No hay puertas”, confesó al podcast Dax Shepard’s Armchair Expert.
Todo esto mientras también posaba para portadas de revista en calzoncillos metidos en agua helada.
¿Qué tiene que ver todo esto con ganar el Oscar o su interpretación, trabajo y dedicación en Maestro? Nada, absolutamente nada. Es el circo hacia el reconocimiento de los premios más importante de Hollywood. Es por eso que vimos a Ryan Gosling posando en la torre de Warner Bros. para Variety o a Mark Ruffalo posando a pecho descubierto en Perfect Magazine. La diferencia es que no todos aceptan llegar a los mismos extremos. Robert Downey Jr., el favorito a Mejor actor de reparto, está rompiendo con el tradicional paseo de su exuberante personalidad al que nos tenía acostumbrados durante sus años con Marvel para mantener un perfil más serio. Un perfil de ganador de Oscar. Cillian Murphy por su parte se mantiene fiel a su rechazo al circo mediático haciendo una campaña básica y dejando que su trabajo hable por sí solo.
Sin embargo, Bradley Cooper parece haberse pasado de rosca. Porque también dijo en una entrevista a CBS News que “extraña” a Bernstein entre lágrimas cuando nunca lo conoció (y con los hijos del compositor sentados a su lado)
Tampoco podemos olvidar lo mucho que habló del esfuerzo y dedicación que entregó a su película, contando que pasó seis años aprendiendo a conducir “seis minutos y 21 segundos” de una orquesta para la secuencia más emocionante de su película. Además, durante una entrevista con Variety en la que reflexionó sobre los intensos niveles de inmersión necesarios para Maestro, se comparó con la experiencia de Emma Stone en Pobres criaturas. “Esto no fue como si recibieras una llamada y en seis meses vas a hacerlo”, reiterando que sus proyectos “tuvieron que llevar años”. Un comentario que, leyendo entre líneas, podríamos comprender como un dardo disimulado contra Cillian Murphy, el favorito al premio a Mejor Actor que, curiosamente, pasó seis meses preparándose para Oppenheimer.
La lección que no aprendió de Lady Gaga
Lo curioso de todo esto es que Bradley Cooper tuvo un referente en su amiga y excompañera Lady Gaga para no meter tanto la pata. La cantante y actriz jugó el mismo juego de notoriedad forzada cuando hizo campaña para las nominaciones de los Oscar por La casa Gucci. La película había sido un desastre de proporciones épicas, sin embargo, hubo quien pensó que podía repetir la hazaña de Nace una estrella y alcanzar otra nominación a Mejor actriz.
Por ejemplo, nada más empezar la promoción de La casa Gucci sus descripciones de los métodos que usó para preparar el papel fueron, sin lugar a dudas, llamativas. Contó que estuvo hasta tres años preparándose para ser Patrizia Reggiani, habló con acento italiano durante nueve meses e incluso se mantuvo usándolo fuera de cámara durante las grabaciones. Dijo a Vogue en 2021 que el papel de la viuda negra italiana le generó “dificultades psicológicas” mientras añadía a W Magazine que sentía que la verdadera Patrizia la acechaba en la distancia. “De repente, un enjambre de moscas me empezó a seguir a todos lados, y de verdad que empecé a creer que las había enviado ella”, declaró.
El dramatismo que vertió a su campaña fue tan excéntrico que pasó de interesante a artificial. Poco creíble, un tanto exagerado y repetitivo (mantuvo el mismo discurso y yoísmo en la mayoría de entrevistas), que los académicos ni la tuvieron en cuenta a la hora de votar a sus favoritas en las nominaciones de aquel año. Un resultado que fácilmente podría haber servido a Bradley Cooper a la hora de decidir qué hacer y qué no durante su campaña hacia lo Oscar.
¿Se puede desear tanto el Oscar que se llega al surrealismo extremo? ¿Es tan intensa la burbuja que se crea en torno a los premios de la Academia que se pierde toda noción de normalidad? Eso parece cuando observamos la campaña de Bradley Cooper para lograr notoriedad en plena competencia. Incluso cuando es de conocimiento popular que sus posibilidades parecen ser nulas ante el poderío de Oppenheimer: las casas de apuestas y conversación cinéfila colocan a Cillian Murphy como ganador, o a Paul Giamatti en su defecto como segunda opción (por Los que se quedan). Pero él siguió con una estrategia centrada en la atención mediática, el ego y la exaltación personal, pasando por encima la conversación cinematográfica o académica, que lo ha llevado a ser más criticado que venerado.
Porque en lugar de estar sembrando su camino a la ceremonia con elogios que animaran a los votantes (la votación se cerró el 27 de febrero), que lo enfoquen con luz positiva y aplausos a su trabajo, medios como The New Yorker, Daily Mail y Vox, entre otros, están igualmente señalando la campaña del director de Maestro como el afán más ridículo del año por ganar a toda costa. Y cuando sus opciones parecen ser más pequeñas que las que tenía con Nace una estrella.
Y es una pena. Bradley Cooper tiene una historia personal más interesante como hombro amigo de Hollywood a través de su experiencia luchando contra el alcoholismo, y su película es una obra que merece estar nominada. Su homenaje y entrega al personaje de Bernstein brilla por sí solo a lo largo del metraje, y aun más todavía en sus momentos junto a Carey Mulligan (el alma y corazón de la película) y la poderosa secuencia conduciendo la Orquesta Sinfónica de Londres. Al final, ni Maestro ni los talentos implicados necesitaban tanto circo para ser valorada.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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