Jonathan Brandis y la tragedia de un ídolo adolescente: cuando el rechazo de Hollywood se convierte en calvario
Descubrió el éxito con la secuela de 'La historia sin fin' y la serie de 'It' en los '90
Jonathan Brandis tenía doce años cuando descubrió el sabor del éxito y reconocimiento en Hollywood. Su trabajo en La historia sin fin II: el siguiente capítulo y la miniserie de It (aquella que tuvo a Tim Curry como el payaso diabólico) lo colocaron en el horizonte del público, convirtiéndose en una figura recurrente del cine y la televisión con una carrera prometedora por delante. Sin embargo, su historia alberga un caso devastador sobre la otra cara del éxito. Esa donde convive la presión que sienten muchas estrellas infantiles a medida que van creciendo por el miedo al olvido simplemente por hacerse mayores. Jonathan lo vivió, pasando de ser un fenómeno teen a ejemplo trágico de un adulto que no supo lidiar con el rechazo repentino de esa misma industria.
Nació el 13 de abril de 1976 en Connecticut, iniciando su carrera como modelo con tan solo dos años. Consiguió su primer trabajo como actor en una telenovela a los seis; a los nueve su familia se mudaba a Los Angeles y poco después se convertía en uno de los rostros más habituales de la televisión estadounidense. A lo largo de su apogeo artístico pasó por sitcoms emblemáticas como Tres por tres, Who's the boss?, Blossom, La reportera del crimen y Los años maravillosos.
A los catorce protagonizó la secuela de La historia sin fin dando vida al nuevo Bastian Bux, y poco después dejaba huella en el género de terror como el joven Bill en la legendaria miniserie de IT de Stephen King. Y con 17 lo elegían para interpretar al genio adolescente Lucas Wolenczak en la serie SeaQuest 2032 (1993-1996) producida nada menos que por Steven Spielberg. Con semejante currículo y con más de diez años de profesión cualquiera pensaría que su futuro estaría más que asegurado en la industria.
Y es que su estrellato era real. Recibía 4.000 cartas de fans a la semana y tenía tres guardaespaldas que lo ayudaban a entrar y salir de los estudios Universal ante la cantidad de fans que lo esperaban cada vez que tenía que grabar la serie. Pero al llegar a los 20 y con SeaQuest cancelada después de tres temporadas, de repente, se quedó desempleado y alejado a la fuerza de los focos brillantes del éxito. Las ofertas cesaron y los castings dejaron de llamarlo.
De todos modos, él intentó mantenerse como actor aunque fuera en proyectos menores. Se tiñó el cabello de negro para interpretar a un adicto, se dejó crecer la barba para un western y hasta cambió de registro para dar vida a un asesino. Pero de nada sirvió. El tiempo pasó, siguió haciendo castings como el de Anakin Skywalker en la precuela de Star Wars de George Lucas (que fue para Hayden Christensen) y tras dos años sin trabajo finalmente Hollywood tocó a su puerta dándole un papel destacado en la película bélica En defensa del honor (2002) junto a Bruce Willis y Colin Farrell.
Sin embargo, la sorpresa fue mayor cuando vio que su participación había quedado reducida a menos de dos minutos en pantalla. Es decir, en la sala de montaje se deshicieron casi por completo de su personaje.
El golpe de realidad fue abrumador y el 11 de noviembre de 2003 lo encontraron colgado en el pasillo de su apartamento, y aunque intentaron reanimarlo, murió el día siguiente. Tenía 27 años.
Brandis no dejó una nota de suicidio pero muchos de sus amigos aseguraron que sufría depresión por culpa del declive de su carrera, mientras daban a entender que la decepción vivida con En defensa del honor habría influenciado. Al parecer, Jonathan tenía esperanzas en que aquella película resucitara su carrera y al ver que su sueño se hacía añicos, comenzó a beber alcohol “severamente”. Sus amigos dijeron que les había advertido que pensaba quitarse la vida pero, por entonces, no lo tomaron en serio (People).
El repaso devastador de un documental
Una parte de su historia queda reflejada en Kid 90, un documental íntimo pero revelador que se estrenó en 2021 y que repasa la adolescencia de varias estrellas juveniles a través de los relatos, imágenes, audios y recuerdos de la protagonista de Punky Brewster (1984-1988). Y entre fiestas, risas, drogas y alcohol se expone la realidad que vivían esos jóvenes que conocían el brillo del éxito y la sombra del olvido.
Soleil Moon Frye dirige y protagoniza este documental donde abre su propio baúl de los recuerdos exponiendo vídeos y audios caseros de su adolescencia en Hollywood. Y es que la actriz filmaba cada momento de su vida, desde fiestas a confesiones propias y de sus amigos, guardaba los audios de su contestador automático y mantenía diarios constantes de sus historias. Básicamente, Soleil es una hemeroteca de la adolescencia entre jóvenes famosos de los 90s. Y por el documental pasan David Arquette, Stephen Dorff, Leonardo DiCaprio, Brian Austin Green y una veintena más de personajes de la época.
La actriz y ahora directora abría su propia caja de Pandora y desvelaba una adolescencia escondida tras un halo oscuro. En el documental habla de la presión que sintió al llegar a la pubertad al ser conocida por su papel infantil (protagonizó Punky Brewster entre los 8 y 12 años), mientras los castings la rechazaban por culpa del desarrollo natural de su físico. Una presión que la llevó a someterse a una reducción de pecho ante las bromas, el acoso y la vergüenza que sentía con tan solo 16 años. Muestra la realidad del alcohol, drogas y abuso sexual que le rodeaba, mientras sus amigos hablan de la oscura etapa vivida por culpa de los excesos y la pérdida de algunos de ellos que optaron por el suicidio. Fueron tantos los amigos que Soleil perdió por entonces a través de sobredosis, accidentes y suicidio que al llegar a los 18 decidió marcharse de Hollywood.
Y uno de ellos fue Jonathan Brandis, ese rostro tan conocido en los 90s pero que en el documental vemos como una figura triste y apesadumbrada. Incluso las grabaciones del contestador automático de Soleil nos permiten escuchar a un joven que la llamaba buscando compañía y que repetía constantemente cuánto la quería. Es ahora, décadas más tarde, que la actriz asegura darse cuenta que entre aquellas imágenes de archivo encontró muchos amigos pidiendo ayuda solo que ella, siendo adolescente, no se dio cuenta. Amigos que terminaron suicidándose, como Andrew Dorff, Rodney Harvey y el mencionado Jonathan Brandis.
En Kid 90, Soleil desvela los audios donde se puede escuchar a Jonathan profesando su cariño hacia ella y, en cierto modo, buscando su compañía. Incluso cuenta que se habían prometido casarse en un futuro si, siendo adultos, no encontraban pareja. Y es entonces cuando la actriz reconoce que su amigo “debería estar pasando por mucho dolor” pero ella, siendo tan joven, no se dio cuenta.
El triste final de un actor prometedor
Jonathan Brandis no fue un actor infantil simplemente influenciado por sus padres o la industria. Él quería verdaderamente triunfar en el cine. Solía competir con Leonardo DiCaprio en los mismos castings y en varias entrevistas habló de sus anhelos creativos. Pocos saben que llegó a tomar clases de escritura de guiones, que escribió uno de los capítulos de SeaQuest 2032 con 19 años o que dirigió un cortometraje. Su gran sueño era labrarse una carrera como actor haciendo proyectos interesantes para poco a poco hacer una transición natural hacia la dirección.
El haber experimentado la fama como actor durante toda su infancia y adolescencia, para de repente verse desterrado al llegar a la adultez, habría sido muy duro para él. De niño le llovían las ofertas, hizo más de 85 comerciales y de adolescente vivió el furor teen constante ilustrando un buen puñado de portadas de revistas. Sin embargo, el desenlace que eligió para su vida demuestra el impacto emocional que esconde el descenso del éxito, sobre todo en la mente de aquel que creció con ella siendo un niño. Pero también sirve de reflexión a la hora de analizar la responsabilidad de Hollywood cuando se trata de proteger a esas estrellas infantiles que eleva al firmamento. Si bien en la actualidad parece que la industria ha aprendido la lección y existen normas para proteger a las pequeñas estrellas modernas, son muchas las historias que podemos encontrar de jóvenes intérpretes que tras disfrutar del éxito repentino se dieron de bruces con el bullying, el acoso o la presión de ser empleados de una industria adulta. Drew Barrymore, Mara Wilson (Matilda) o Rivkah Reyes (Escuela de Rock) son algunas de ellas.
Antes de morir, Jonathan rodó una última película, Puerto Vallarta Squeeze, y lo más triste es que no llegó a saber lo que sus compañeros opinaron de él por entonces. El legendario Harvey Keitel se quedó tan impresionado con su trabajo que durante el montaje del filme le dijo al productor, Robert Katz, “este chico va a tener una gran carrera” (People). Sin embargo, Jonathan se quitó la vida poco tiempo después. Seguramente sin saberlo.
Este artículo fue escrito en exclusiva para Yahoo en Español por Cine54.
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